De Rockefeller a Zuckerberg: la larga lucha contra los monopolios en EE.UU.
Desde la «época dorada» de los grandes magnates del siglo XIX, Estados Unidos trata de hacer frente a los abusos de las corporaciones que acaban con la competencia y se hacen dueños absolutos del mercado
Por muy modernos que resulten los gigantes tecnológicos de hoy, su acaparamiento del mercado para acabar con la competencia es en realidad una práctica antigua. Mark Zuckerberg no es más que una versión actual de los grandes magnates que Estados Unidos del siglo ... XIX. Como ahora el fundador de Facebook con las redes sociales, en su día John D. Rockefeller , Andrew Carnegie , J. Pierpont Morgan o Jay Gould empleaban técnicas similares para adueñarse por completo de los mercados del petróleo, el acero, las finanzas o los ferrocarriles.
Los monopolios , hijos de la libertad de empresa del sistema capitalista, acaban devorando la libre concurrencia y sometiendo al consumidor a sus dictados. Por eso en Estados Unidos se libra desde hace tiempo una lucha por tratar de poner coto a los abusos de estos gigantes, no siempre exitosa.
Tras la guerra civil (1861-1865), EE.UU. vivió un desarrollo económico inusitado. Con un vasto territorio aún por explotar y un mercado en rápida expansión, y un sistema político favorable a la iniciativa empresarial, el país experimentó un crecimiento vertiginoso que en poco tiempo lo situaría a la cabeza del mundo. Fruto de esa prosperidad, de hecho, la población se duplicó entre 1870 y 1900, hasta rebasar los 75 millones de habitantes.
Con el inusitado crecimiento que siguió a la guerra civil, una nueva hornada de multimillonarios formó una aristocracia que se construía fastuosas mansiones
La locomotora de la pujanza fue el ferrocarril, que en 1869 conectó el este con el oeste. Con el negocio del tren se desarrollaron las primeras grandes corporaciones, que a su vez favorecieron el nacimiento de otras. John D. Rockefeller, por ejemplo, se hizo a través de la Standard Oil Company con al menos el 90% del refinado de petróleo de EE.UU., mientras que Andrew Carnegie, inmigrante escocés de orígenes humildes, supo aprovechar desde Pensilvania los avances tecnológicos en la producción de acero hasta dominar la industria siderúrgica del país. Carnegie vendería en 1901 su compañía al financiero J. Pierpont Morgan, que había erigido todo un imperio con su banco de inversión.
Era lo que Mark Twain denominó la «época dorada», en la que esta hornada de multimillonarios hombres de negocios formaron una nueva aristocracia que se hacía construir fastuosas mansiones en Newport y los Hamptons. Se los conoció también, despectivamente, como « barones ladrones » por su falta de escrúpulos, a pesar de que algunos de ellos fueron también grandes filántropos.
Su poder no tardó en desatar tensiones sociales. En 1877 una huelga ferroviaria en contra de la bajada de salarios se extendió por el país y acabó con un centenar de muertos.
El primer gran paso para atajar los excesos de los monopolios llegó en 1890, con la ley Sherman , bajo el mandato del presidente republicano Benjamin Harrison y que ilegalizaba los acuerdos para fijar precios y otras prácticas para suprimir la competencia.
Pero esta norma no acabó con el problema y se llegó a ver a las grandes corporaciones como un peligro para la propia democracia y un foco de corrupción.
![El magnate del acero Andrew Carnegie, hacia 1913](https://s1.abcstatics.com/media/internacional/2020/12/13/carnegie-kfoB--510x349@abc.jpg)
«La concentración de poder económico afectaba directamente a la concentración del poder político, poniendo así en peligro la fundamentación de una república federal surgida como reacción al gran poder político y económico que suponía el Imperio Británico (Concesión monopolios a las grandes compañías como la Compañía de las Indias Orientales con el té, etc.)», destaca Aurora Bosch, catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia y autora de «Historia de Estados Unidos, 1776-1945» (Crítica, 2005). Frente a ello, explica a ABC, «la república optaba por un poder federal y teóricamente un cierto igualitarismo económico que favoreciera el progreso económico de todos los sectores económicos y de la clase media blanca».
En este sentido, señala que «la ruptura que supuso el rapidísimo desarrollo económico desde el final de la guerra civil hasta el final de siglo, con la creación de grandes monopolios en las industrias punta y el ferrocarril, amenazaba con su poder económico y con su influencia directa en el poder político (compra de senadores-control del Senado, de congresos estatales enteros, influencia directa en las elecciones) los fundamentos de la república».
«Zuckerberg se parece a los empresarios de la "época dorada" en su control de todo un sector por una compañía»
Aurora Bosch
Autora de «Historia de Estados Unidos, 1776-1945»
La ley Sherman fue enmendada más de dos décadas después por la ley Clayton de 1914, ya con el demócrata Woodrow Wilson en la Casa Blanca. Esta norma daba un paso más y prohibía las fusiones o adquisiciones que puedan debilitar la competencia.
Ese mismo año se aprobaba la ley de la Comisión Federal de Comercio , entidad encargada de velar por un mercado justo y que precisamente, junto a los fiscales de más de 40 estados, acusa ahora a Facebook de vulnerar la legislación antimonopolio .
A juicio de Aurora Bosch, el caso de Zuckerberg y el de aquellos magnates de la «época dorada» son «parecidos en su esencia económica: control de todo un sector por una compañía, evitando así la competencia». En el caso del creador de Facebook, las redes sociales. «Su poder esencial está en el control de los datos de los usuarios y cómo pueden ser utilizado estos -continúa-. Sabemos su valor económico y hemos visto que han sido utilizados ya para objetivos políticos-Bréxit, etc.».
Por otra parte, se distinguen en que ahora «todos los paises tienen ya una historia de legislación y de lucha contra los monopolios en economías nacionales; aunque no en economías globales y menos en este tipo de empresas». Además, indica, en Estados Unidos «los grupos de presión están organizados en su influencia en la política directa sobre las instituciones y partidos políticos».
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