Análisis
Los peligros del sueño euroescéptico
Los brindis en el partido conservador tras el portazo de David Cameron a sus 26 socios podrían ser un error estratégico
El “establishment” conservador británico parece celebrar el “No” de Cameron al “pacto fiscal” de inspiración germana como el portazo que no se atrevieron a dar hace 20 años, cuando el voto del Reino Unido puso en marcha el Tratado de Maastricht, germen de la moneda única. El viernes, el Primer Ministro invitó a cenar a una treintena de diputados “tories”, en un ambiente “extremadamente positivo” , según explicó al salir Andrew Rosindell, el parlamentario euroescéptico que apremió a Cameron a acudir a la cumbre del jueves “como un bulldog en defensa del interés británico”.
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La rebelión revisionista está en marcha. Y el partido ya no se divide entre europeístas y euroescépticos sino que discute matices entre los defensores de “repatriar” ya poderes mediante un referéndum y quienes, como Cameron y sus ministros de Exteriores y Finanzas, prefieren ir más despacio. Y avanzan además sin hacer prisioneros. El último gran europeísta “tory”, Michael Heseltine, influyente ministro con Thatcher y John Mayor, defendía esta mañana que “no se pueden defender los intereses del sector financiero flotando hacia el Océano Atlántico”. “Siempre supimos de su obsesión europea y falta de confianza en su propio país”, contestó de inmediato Norman Tebbit, colega de gabinete en su día con la Dama de Hierro.
"Con una generación de retraso se ha demostrado el poder del No", cree Moore
El Partido Conservador se ha curado de la enfermedad europea. “Se ha roto el gran tabú”, celebra Charles Moore, influyente columnista conservador y Premio Luca de Tena 2011. “Con una generación de retraso, se ha demostrado el poder del No”, escribe en “The Daily Telegraph” . El responsable de Finanzas insiste en que la decisión de Cameron “ayuda a proteger los intereses británicos” y nos previene de las “salpicaduras de la integración europea”.
Avanza los argumentos que el propio primer ministro esgrimirá mañana en el parlamento, en un sesión sobre Europa que se anuncia tormentosa. Los laboristas están horrorizados, pero la opinión pública no parece escucharles. Y muchos liberales, aunque defienden que la decisión de usar el veto es de la coalición, y no solo de Cameron, están preocupados por la posible pérdida de influencia en Europa. ¿Qué pasará ahora? ¿Qué papel jugará Cameron en los Consejos Europeos de aquí a marzo, cuando supuestamente entre en vigor el nuevo acuerdo? ¿Y después?
Equilibrios internos, la clave
La respuesta está en los equilibrios internos dentro del propio partido conservador. Los sectores moderados se conformarían con ver una UE que, al medio plazo, evoluciona hacia una gran zona de libre comercio, dentro de la cual un grupo más o menos grande ha avanzado hacia un escenario cuasi federal. El órdago de Cameron “solo será una buena inversión si es seguido de un esfuerzo concertado para avanzar hacia una Unión más flexible, adaptable y competitiva en la que el Reino Unido se sienta a gusto”, explicaba el viernes Mats Persson , director del influyente centro Open Europe, un “think-tank” en la órbita del euroescepticismo moderado.
Los sectores más antieuropeos piensan, por su parte, en dar marcha atrás mediante una revisión del estatus británico en la UE, repatriando competencias en materia social y laboral, Justicia y derechos humanos y pesca. En este escenario se sitúa un movimiento coordinado que incluye a varios ministros de Cameron, el influyente alcalde de Londres, unos 80 diputados y varios grupos y asociaciones conservadoras.
La estrategia de estos sectores, que consideran además ganador electoralmente, será presionar al gobierno con la idea de un referéndum. Salga lo que salga de la zona euro, el nuevo acuerdo afectará al reparto de poderes en la Unión, dirán. Y el gobierno Cameron, recordarán, es el primero en la historia que se comprometió a someter cualquier cesión de soberanía a Bruselas a una consulta popular. La posibilidad de un referéndum sería fatal para el gobierno, aunque la presión será enorme –con el apoyo entusiasta de la prensa populista . “No creo que veamos pronto un referéndum porque Cameron y Osborne no lo quieren”, explica a ABC Charles Grant, director del Center for European Reform. “Pero dentro de diez años, cuando dirijan el partido conservador quienes hoy están en este movimiento euroescéptico, la situación será distinta”.
Un papel incierto fuera de la UE
El Reino Unido, con el partido conservador a la cabeza, se enfrenta por tanto a los peligros del sueño euroescéptico. “Cuidado con lo que deseas”, dice un dicho en inglés. ¿Cuál sería el papel del Reino Unido en el mundo sin su pertenencia decidida a Europa? La tradicional “relación especial” con EE.UU. se ha debilitado, en la medida en que Washington mira al Pacífico y no al Atlántico. Las potencias emergentes, como los BRIC, respetan a Gran Bretaña en la medida en que es una de los tres o cuatro ventanillas que cuentan en Europa. Por no hablar de la dependencia del comercio con la UE, no ya de su sector financiero, sino de su industria manufacturera, el sector que debería reactivar la alicaída economía británica. E l champán que debió correr el viernes en la residencia de campo en Chequers del primer ministro podría constituir la celebración de un mal paso estratégico para una nación europea imprescindible.
Algo así cree Denis MacShane, diputado laborista y ex ministro para Europa de Blair, según confiesa a ABC: “Cinco siglos de tradición estratégica según la cual Gran Bretaña debería siempre evitar la creación de un poder hegemónico en el continente han quedado en la basura en el momento en que David Cameron decidió resucitar a Rupert Murdoch y mandar Europa al carajo”.
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