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Muamar Gadafi, islamismo y «rock and roll»

Creó su revolución y durante 42 años se esforzó por ser la única estrella del espectáculo. Occidente se resignó finalmente a que muriera sobre las tablas, pero el chiringuito se ha desplomado

Muamar Gadafi, islamismo y «rock and roll»

FRANCISCO DE ANDRÉS

caneba

A mediados del año pasado, Muamar Gadafi ya no era el excéntrico sátrapa libio, ni el terrorista de los setenta, ni el visionario líder panafricano. Era una estrella de la televisión. Tanto que, en Italia, Silvio Berlusconi llegó a considerar invitarle a alguno de sus shows televisivos .

Gadafi tiene sentido del poder. Pero sobre todo un gran sentido del espectáculo. Durante su visita oficial a Italia para la firma de un tratado de amistad, en agosto de 2010, el líder libio organizó un seminario sobre el Corán en la Academia Cultural de Libia en Roma, al que acudieron centenares de mujeres jóvenes. Unos meses antes, también en Roma y con motivo de la cumbre mundial sobre alimentación, contrató a supermodelos y las llevó a su tienda beduina —con la que siempre viaja— para darles lecciones sobre el islam. Sus declaraciones en favor de la «conversión de Europa al islam», con ocasión de la eventual entrada en la UE de Turquía, hasta fueron calificadas de ocurrentes.

Nacido en una jaima del desierto cerca de Sirte, en 1942, Muamar Gadafi es un talento natural para la acción y la puesta en escena . Después de su paso por un colegio militar organizó con maestría un golpe con otros oficiales para derrocar al Rey Idris, y sin haber cumplido los 28 años se había constituido en nuevo líder del país. La leyenda cuenta que se retiró unos días al desierto, pero en realidad fue ingresado por una apendicitis en un hospital donde conoció a la que sería su segunda mujer, Safia. A la primera esposa la conoció el día de la boda; tuvieron un hijo y se separaron seis meses después.

La revolución tenía una estrella, pero necesitaba un ideario. Así nació en 1973 el «Libro verde» de Gadafi, un batiburrillo de socialismo a lo Nasser —el inspirador—, islamismo y nacionalismo árabe.

La acción interior —con el aplastamiento periódico de complots conspiratorios y eliminación de disidentes— fue menos conocida que la exterior. Gadafi lanzó proyectos políticos de unión con otros países, que fracasaron uno tras otro. Compadreó con los soviéticos a través de su respaldo a movimientos revolucionarios marxistas, y jugó a líder terrorista sin el glamour de Osama bin Laden . Al final, Gadafi logró convencer a Occidente de que todo aquello fueron pecadillos de juventud, y que lo importante eran su genio y estilo personales.

Miedo a volar

Durante sus viajes de Estado, Muamar Gadafi solía montar su «jaima presidencial», protegida por decenas de guardaespaldas femeninas. Ésta era quizá una de sus excentricidades más mediáticas. La guardia amazónica estaba compuesta de «mujeres vírgenes», expertas en artes marciales y uso de armas de fuego, aunque hasta la fecha su cualidad más probada se vinculaba al gusto por las gafas de moda y los trapitos militares. En 2006, el líder libio provocó un incidente diplomático cuando aterrizó en Nigeria para una cumbre regional acompañado por 200 miembros de su guardia femenina fuertemente armados. El gobierno de Nigeria le negó la entrada durante varias horas , pero finalmente Gadafi cedió y las amazonas entregaron las armas.

El dictador libio ya tenía miedo a volar cuando dio la orden de derribar el avión de la PanAm sobre la localidad escocesa de Lockerbie en 1988. Murieron los 259 pasajeros y 11 vecinos. Siempre se desplazaba por tierra y, cuando podía, con una camella para dar más exotismo a la puesta en escena de la jaima instalada en los jardines de la residencia presidencial.

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