Pedro Rodríguez - De lejos
¿Para qué sirve un embajador?
Por hacer su trabajo, Kim Darroch pierde su puesto como embajador del Reino Unido ante la Casa Blanca

Entre las destacadas consecuencias de la Paz de Westfalia , rubricada en 1648 tras la catastrófica guerra de los Treinta Años, destaca el intercambio de embajadores , más o menos profesionales y con carácter permanente. Esa práctica formaba parte del revolucionario y ambicioso intento ... de primar la diplomacia sobre el uso de la fuerza. Y de convertir al Estado nación en la pieza clave del sistema internacional, más allá de imperios, dinastías y religiones.
Desde entonces, los embajadores están sujetos a una definición tan clásica como cínica: un perfecto caballero enviado para mentir por su país como un bellaco. Pero el embuste diplomático tiene sus límites. Y cuando llega momento de redactar telegramas para relatar de forma confidencial al respectivo ministerio lo que ocurre en cada puesto, la verdad es apreciada sobre todo como ingrediente clave para tomar decisiones políticas.
En el colmo de las ironías, Sir Kim Darroch, embajador del Reino Unido ante la Casa Blanca, se ha visto forzado a dimitir por nada más que hacer su trabajo. En los cables remitidos a Londres, filtrados con un cierto tufo ruso al Daily Mail, el veterano diplomático se limita a cumplir con su deber al describir cómo funciona realmente la Casa Blanca de Donald Trump. Y para ello, habla de un gobierno «disfuncional» y «diplomáticamente torpe e inepto».
El embajador británico, tan sincero a su pesar, ha intentado llevar su análisis hasta los imprevisibles comicios presidenciales del 2020. Insistiendo en que el nivel de incertidumbre es tal en Estados Unidos. que Trump puede terminar « en desgracia y caída » o «emerger de las llamas, maltratado pero intacto, como Schwarzenegger en las escenas finales de Terminator».
Toda esta tormenta ilustra como el trumpismo está consiguiendo socavar hasta la mitológica relación especial entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Lo mejor, por supuesto, de este embrollo twitteado y retwitteado es la historia de portada publicada por The Times de Londres junto a la foto de una cacatúa con cresta amarilla.
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