«Durante 23 años tuvimos miedo, pero ya nunca más»
Radia Nasraoui, una de las dirigentes de la revuelta, reclama un futuro para los jóvenes

«Es por ellos, por nuestros hijos», dice casi a gritos Radia Nasraoui, la abogada y militante de los derechos humanos que ayer protagonizó en parte la sentada ante el Ministerio del Interior antes de que la protesta acabara en represión policial.
Nasraoui lo tiene claro. Ben Alí tenía que marcharse, como finalmente ha hecho. Y antes liberar a su marido, el dirigente comunista Hamma Hammami, detenido hace dos días en la capital. «Durante muchos años los tunecinos hemos tenido miedo, pero ya nunca más», afirma Radia, una de las musas de este movimiento casi espontáneo, que se ha enardecido después del último discurso televisado del presidente. «¡Túnez ya nos pertenece!», apostilla exultante la dirigente opositora.
Radia Nasraoui piensa, entre otros, en Mohamed Bouazizi, el joven que se quemó a lo bonzo el pasado 17 de diciembre y colmó el vaso del malestar de la sociedad tunecina. Mohamed reunía todas las condiciones: 26 años, título universitario, desempleo, y vejación policial cuando trataba de salir adelante con un carrito callejero de venta de frutas.
La juventud urbana, que ayer llenaba desde primeras horas las principales arterias de la capital, también tiene claro que su futuro pasa por la caída del régimen autocrático. «Cien muertos en YouTube, ¡no habéis comprendido nada!», decía una de las pancartas, contradiciendo las cifras oficiales, que sitúan en 23 los muertos en la represión de estas semanas. Los mismos, curiosamente, que años de dictadura.
Ben Alí tuvo momentos de gloria. Hace sólo quince años muchos pensaban que no daba libertades, pero al menos daba paz y esperanzas de prosperidad. Pese a todo, Túnez sigue teniendo la mayor renta per capita de la región, y el turismo sigue afluyendo a las costas y hoteles del interior. Eran los años de esplendor de una incipiente clase media, donde el lema casi oficial era que todo tunecino tenía derecho a su propio piso y a un coche utilitario; no era el seiscientos sino el Volkswagen polo, como los que hoy se ven aún rodando por la capital con quince o veinte años encima.
Otro de los logros del régimen: educación generalizada, básica y universitaria. Que hoy, en plena crisis económica, se le pone de espaldas. El desempleo, oficialmente del 13,5 por ciento, alcanza el 40 por ciento entre los jóvenes graduados. Jamel, economista, se lamenta de esta lacra. Lleva tres años buscando trabajo sin éxito. «Solo lo logran los ricos y los que tienen enchufes, ¿para qué tantos años de esfuerzos?». La situación es más dura en el interior de Túnez, en las regiones alejadas de los circuitos turísticos donde prendió la protesta a mediados de diciembre.
Pero es entre los jóvenes educados donde el régimen sabe hoy que su respaldo está bajo mínimos. Pese a los esfuerzos del gobierno por censurar internet, las cifras son sorprendentes. Túnez tiene poco más de 10 millones de habitantes, 4 millones son usuarios de la red, y 1,8 millones están suscritos a Facebook.
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