Mark Rutte, un pragmático radical capaz de pactar con todos

No hace mucho que apareció el primer libro sobre su biografía, escrito por una conocida columnista, Sheila Sitalsing, y aún en las doscientas páginas tampoco se acaba de descubrir qué hay debajo de ese rostro jovial y risueño de un dirigente que puede ser el más riguroso censor de las políticas que no le convienen y el más estricto ejecutor de las que le favorecen. La explicación es que en realidad Rutte nunca tuvo principios inquebrantables y no negociables. Milita en un partido liberal (VVD) pero en realidad es un pragmático radical que de este modo puede negociar sin problemas con casi todos los partidos. Hasta ahora ha tenido coaliciones apoyadas en todo tipo de sensibilidades, desde la ultraderecha xenófoba al partido laborista (socialdemócrata) y se las ha arreglado siempre para que a la hora de pasar por las urnas él siempre haya salido ganando y sus socios se hayan llevado el castigo.

Arend Jan Boekestijn, un diputado de su partido, llegó a decir que Rutte «en realidad no tiene ideología, lo que en estos tiempos es realmente sorprendente», algo que corrobora la autora de su biografía cuando dice que «no es que Rutte no tenga opinión, tiene sacos de opiniones, lo que sucede es que a veces pone unas arriba y archiva otras». Esa actitud de preferir el pragmatismo al dogmatismo es lo que le ha permitido navegar con éxito en el panorama político de un país como Holanda, que está terriblemente fragmentado y en el que es necesario siempre ser capaz de pactar.

Dicen que esto lo aprendió cuando empezó a lograr puestos de responsabilidad hasta presidir las juventudes del partido (JOVD). En una época en la que no había teléfonos móviles ni redes sociales, él se dedicó a reunirse en persona con todo el mundo lo que le sirvió pata aprender de paso lo importante que puede ser en política navegar entre opiniones divergentes. En su biografía se dice que su receta más importante para sobrevivir en el mundo político es mantener siempre todos los canales abiertos, ser cortés y no comprometerse ni con el contenido ni con la persona, sin dejar de ser flexible y distante.

Para Uri Rosenthal, que ha sido ministro de Exteriores en uno de sus primeros gabinetes, «un político sin principios podría parecer un anatema. Pero Rutte se basa en la ética de responsabilidad de Max Weber, en la que lo que cuenta no son las buenas intenciones, sino solo el efecto de la acción política, lo que explica su alejamiento de los juicios morales».

Para los holandeses es más fácil entrar en la oficina del primer ministro para ver su colección de balones y un oso panda de peluche, regalo de la organización WWF, que saber quién es exactamente este dirigente cuyo éxito parece haberse basado en vender antes su capacidad de gestión que su ideología . De hecho, lo que mejor ha hecho Rutte en su carrera ha sido venderse a sí mismo, aunque para ello tuviera que aprender a superar algun error de bulto al hacer declaraciones.

Hijo de de un ferviente miembro de la Iglesia Reformada, que se casó con la hermana de su primera mujer cuando esta falleció durante la II guerra mundial, Mark es el más pequeño de la familia y hasta que esta falleció en mayo de 2020 ha vivido siempre con su madre. Pese a ello, el pasado religioso de su familia no parece haber dejado una huella importante en este sentido.

Tiene una memoria prodigiosa para las cifras más pequeñas de la economía y es difícil que en una entrevista alguien le pille con el paso cambiado si le pregunta cuánto cuesta un café o una barra de pan, porque es capaz de recordar hasta los céntimos. Enérgico y con fama de tener una inagotable capacidad de trabajo, de su vida personal se desconoce prácticamente todo. Aunque se le han atribuido romances con varias personas, ese es un campo en el que ni él cuenta gran cosa ni los holandeses tienen tampoco mucha curiosidad por conocer los detalles.

Para los momentos difíciles, se dice que Rutte prefiere siempre lo que llama la «estrategia del desierto» y que consiste en parapetarse inmovil tumbado tras una piedra, mientras espera que pase la tormenta y acaben las explosiones.

Desde Bruselas se da por hecho que esta nueva legislatura va a ser de continuidad en los Países Bajos, dentro de lo que cabe en estas circunstancias. Sin embargo, hasta que no se haya formado la nueva coalición de Gobierno es difícil saber cuál será su orientación en materia económica porque sus eventuales socios se disputan la cartera de Economía con distintas sensibilidades respecto a lo que ha de ser la gestión de los fondos de recuperación, que ha sido el caballo de batalla el año pasado para Holanda.

En la Comisión Europea se da por hecho que en cualquier caso el nuevo gobierno no va a abandonar completamente la idea de que esas ayudas han de estar condicionadas a las reformas que deberán llevar a cabo los beneficiarios, porque esa es la única garantía de que en el futuro serán capaces de devolverlas, que es lo que cuenta . Efectivamente, lo único que se puede esperar de este pragmático radical es que aceptará lo que más le convenga para ajustar la solidez de su posición.