Los rescatados por Sanz Briz: en busca de los judíos que salvó el 'Ángel de Budapest'
En colaboración con el Archivo General de la Administración, el Centro Sefarad-Israel busca a los rescatados por el diplomático español o a sus descendientes para conocer mejor la gesta de un hombre que se jugó la vida para salvar a más de 5.200 personas durante la Segunda Guerra Mundial

Cuando el diplomático español Ángel Sanz Briz llegó a Nueva York, sabía que tenía una visita pendiente . Corría el año 1962, el mismo en el que el criminal nazi Adolf Eichmann iba a ser ejecutado en Israel, y el nuevo cónsul general -un ... zaragozano inteligente y astuto, un católico dotado de esa especial sensibilidad que se planta ante las injusticias con la dosis precisa de determinación y cautela- se disponía a reencontrarse con el episodio de su pasado del que se sentía más orgulloso: el rescate de más de 5.200 personas durante la Segunda Guerra Mundial. Se trataba de hechos ocurridos dos décadas antes, en una ciudad muy alejada de las luces y los rascacielos de Manhattan y el alboroto bohemio en Greenwich Village.
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«Durante un viaje en barco a Nueva York en 1947, un hombre se acercó a Felipe Sanz Briz y le preguntó si era familia de Ángel -cuenta el historiador José Antonio Lisbona, experto en la figura del célebre diplomático-. Felipe le dijo que sí, que era su hermano, y el hombre, que se apellidaba Emberg , le pidió que le diera las gracias, porque había salvado en Budapest a toda su familia y a él. Algunos años más tarde, Emberg se convirtió en un gran concertista de piano y Ángel fue a verle cuando le nombraron cónsul».
Buscando historias
Ese encuentro, del que no se conocen los pormenores, debió de resultar emotivo para ambos hombres. Después de estudiar la carrera diplomática en los años agitados de la Segunda República y colaborar con el bando sublevado en la Guerra Civil -enfrentándose a la checa de la estación de Atocha, en una suerte de primer ensayo de su vocación humanitaria-, Sanz Briz fue nombrado en junio de 1944 encargado de negocios de la legación española en Budapest. Hasta diciembre de ese año, cuando el avance de las tropas soviéticas le obligó a abandonar una ciudad donde agonizaba el régimen del pronazi Szálasi, consiguió poner a salvo a miles de personas que iban a ser deportadas a campos de exterminio . En la mayoría de los casos, se trataba de familias judías. Para conmemorar esa tarea, el Centro Sefarad-Israel y el Archivo General de la Administración (AGA) han digitalizado las listas con los nombres de algunos de los rescatados, una iniciativa que pretende dar con ellos o con sus descendientes y documentar con mayor detalle su historia.
«Conocemos a pocas personas que sobrevivieron y no sabemos dónde se fueron y qué ocurrió con ellas», explica Yessica San Román , directora del Área Holocausto del Centro Sefarad-Israel. «Nos gustaría encontrar otras y no perder más tiempo, porque puede que algunos de los supervivientes sigan vivos, pero otros han muerto recientemente. Por ejemplo, encontré a uno a través del Museo Judío de Melbourne, pero falleció hace tres años. Ahora estamos en contacto con su nieta», comenta. «Lo que queremos es reconstruir las historias familiares y el destino de los rescatados cuando acabó la guerra. Es muy frustrante no haberlo hecho antes -lamenta-, pero hace veinte años no teníamos redes sociales que nos ayudaran». De momento, ese esfuerzo está dando sus primeros frutos: ya les han contactado desde Perú, por ejemplo, y tienen pendiente estrechar su colaboración con Estados Unidos y otros países.
«Estamos encantados. Nos parece una iniciativa fantástica y que va a permitir que descubramos si hay más supervivientes, conocer sus historias y saber de ellos», añade Ángela Sanz-Briz , una de las hijas del funcionario español. «Fue un héroe y una persona muy inteligente, un diplomático excelente, vocacional y encantador . Usó todas las armas que tenía en su mano para salvar vidas. Tomó la decisión de no mirar para otro lado», recuerda con cariño. «Sería maravilloso que aparecieran más personas que fueron rescatadas. En uno de los homenajes que le hicieron, nos emocionó mucho un señor que era un bebé cuando le pusieron a salvo. Nos enseñó los papeles firmados por nuestro padre».

Los supervivientes
De dimensiones que recuerdan al clasicismo socialista, el AGA es un edificio que acota el centro histórico de Alcalá de Henares igual que la pica de un cercado. Se trata de uno de los archivos más importantes de España, creado en 1969 y donde se conservan algunos fondos del Ministerio de Asuntos Exteriores, como los documentos que Sanz Briz envió en 1944 desde la legación de Budapest para dar noticia de lo que estaba ocurriendo en esa ciudad. Si se consultan - ahora se pueden leer en versión digital en el Portal de Archivos Españoles (Pares) -, se siente de nuevo la angustia de unos meses de vértigo. En julio de ese año, el diplomático envió a España la lista de medidas que el gobierno húngaro había tomado contra la minoría judía . Según esas disposiciones, los judíos debían ser separados de la población cristiana, sus obras literarias debían quemarse, tenían que entregar sus armas y además, en caso de que fueran médicos, estaban obligados a dibujar una estrella de David en las placas de su consulta. Poco después, en septiembre, Sanz Briz denunciaba con énfasis la «violentísima actitud contra la minoría judía» y las deportaciones de ancianos y niños. También mandaba copias de los llamados ‘Protocolos de Auschwitz’, unas minuciosas descripciones del campo de exterminio nazi hechas por prisioneros huidos y que luego se usaron como prueba en los juicios de Núremberg.
«Estamos en 1948, que es un año muy delicado para España, porque había sido aliada de las potencias fascistas, aunque figurara como no beligerante, y estaba recibiendo su castigo», explica el subdirector del AGA, Jesús Espinosa , mientras señala varios montones de legajos desplegados sobre una mesa, en una sala iluminada por el sol mate de octubre. Son documentos que ponen edad e incluso rostro a los judíos rescatados gracias a la valentía de los diplomáticos españoles. Algunas listas de los protegidos en Budapest también incluyen las profesiones de los supervivientes -costurera, pianista, institutriz, médico, por ejemplo-, además del año de nacimiento o el número de pasaporte. Otros son salvoconductos, como los emitidos para los judíos de Salónica , la ciudad griega donde vivió una floreciente comunidad sefardí desde la expulsión decretada en 1492 por los Reyes Católicos y que fue dramáticamente diezmada durante la Segunda Guerra Mundial. Se puede contemplar el de la familia Saporta , que recibió permiso temporal para residir en Barcelona antes de trasladarse a Tel Aviv. Es una muestra del trabajo del jefe de la legación española en Atenas, Sebastián Romero Radigales , que intentó salvar tantas vidas como le fue posible.

«El rescate de judíos por parte de diplomáticos españoles se utilizó como un pequeño aval del régimen para integrarse de nuevo en la comunidad internacional y recibir créditos de Estados Unidos. Se montó una historia, un relato, en el que Franco aparecía como un protector de los judíos -subraya Espinosa-. Lo que hicieron, en realidad, fue aprovecharse de la insubordinación de funcionarios como Ángel Sanz Briz», describe.
Ángela Sanz-Briz recuerda cómo su pade afirmaba siempre que lo que había hecho en Budapest era lo más importante de su vida
«Mi padre nunca tuvo ni respaldo oficial ni tampoco prohibición expresa», coincide la hija del diplomático. Para Lisbona, las actuaciones del funcionario español fueron conocidas por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España e incluso ordenadas por el ministro, José Félix de Lequerica , pero solo a partir del 24 de octubre de 1944. Antes de esa fecha, el encargado de negocios ya había puesto en marcha su red de salvación, en la que no se limitaba a proteger a judíos sefardíes, sino a todos los que podía mantener alejados de los campos de la muerte. «El régimen se apropió de la acción individual de los diplomáticos, como si hubiera sido una iniciativa del Estado. Incluso se publicó en 1949 un folleto, ‘España y los judíos’, en español, francés e inglés, que se distribuyó por todo el mundo y donde no se mencionaba a Sanz Briz», concreta el historiador.
Reconocido por Israel
La valentía de Sanz Briz en esos meses de terror y violencia le valió ser distinguido como Justo entre las Naciones , un reconocimiento con el que Israel recompensa a los hombres y mujeres que salvaron vidas durante la Shoah. Los testimonios de Jaime y Enrique Vándor , dos niños judíos que sobrevivieron en Budapest gracias a la astucia del diplomático , resultaron clave para que Yad Vashem, la institución encargada de conceder ese honor, decidiera entregárselo en 1966. «Mi marido y su familia vivían en Austria, donde tenían un buen negocio. Cuando los alemanes entraron en el país, mi suegro se fue a Italia, y el resto de la familia, a Hungría. Allí sufrieron la ocupación nazi y el apoyo del Estado húngaro al Tercer Reich, la persecución de la Gestapo y la Cruz Flechada», recuerda María Victoria Arrabal , viuda del superviviente judío Jaime Vándor, autor del libro ‘ Al filo del Holocausto ’ (2013) y fallecido en 2014. «Mi suegra consiguió una protección de la legación española y logró entrar en una casa con sus dos hijos. Allí pasaron frío y hambre y sufrieron los bombardeos. Con la ayuda de Sanz Briz, fueron inscritos en una lista en la que se consideraba sefardíes a judíos que en realidad eran askenazíes. Al final, pudieron viajar a España, donde se había instalado mi suegro, y aquí se aposentaron e identificaron con el país», recalca. «Sanz Briz se jugó su carrera, porque lo que hizo fue al margen de las instrucciones que recibía -concluye-. Era un hombre sencillo que consideraba que había hecho lo que tenía que hacer. Tenemos una relación muy entrañable con su familia».
El marco en el que actuó Sanz Briz fue tan angosto que no pudo disfrutar plenamente de la distinción que Israel le ofreció en 1966 por haber salvado miles de vidas de judíos. Diluida por las circunstancias -el franquismo prefirió dar prioridad a la amistad hispano-árabe en el plano internacional y opacar la acción de sus valientes diplomáticos en la guerra-, su labor solo empezó a ser conocida y estudiada de manera detallada a finales de los años 80, cuando el historiador Antonio Marquina publicó ‘ España y los judíos en el siglo XX. La acción exterior de España ’ (1987).

«Sanz Briz era embajador en Lima cuando el embajador de Israel en Perú le anunció que iba a ser nombrado Justo de las Naciones y tenía que recoger el título en suelo israelí. Como España no mantenía relaciones diplomáticas con Israel, no le otorgaron el permiso para ir a por él. Al año siguiente, en 1967, el embajador de Israel en Holanda se lo volvió a sugerir, pero la situación no había cambiado. Al final, cuando se establecieron relaciones bilaterales en 1986, Sanz Briz ya había fallecido y recogió la placa su viuda, Adela Quijano», lamenta Lisbona. «Los españoles tenemos que estar muy orgullosos, porque si actualmente hay unos 27.921 Justos de las Naciones, Sanz Briz recibió el 121 », detalla el historiador. « Durante su vida, mi padre no obtuvo ningún reconocimiento oficial, tan solo el personal . Aunque España no tenía relaciones oficiales con Israel, él siempre se llevaba bien con el embajador israelí de los países donde le enviaban», añade Ángela Sanz-Briz. «Salvó vidas porque consideró que era su deber y creyó que su humanidad se lo pedía -resume-. Solo hablaba del tema si le preguntaban y siempre decía que era lo más importante que había hecho».
La iniciativa del Centro Sefarad-Israel puede completar una historia de la que se desconocen muchos detalles en la posguerra. Encontrar a los supervivientes o los hijos y nietos de los que se salvaron gracias a Sanz Briz -hay una dirección de correo electrónico disponible para contactar, lalistasanzbriz@sefarad-israel.es - ayudará a comprender mejor la dimensión de esa gesta, posible gracias a la voluntad de un hombre decidido a frenar la trituradora totalitaria.
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