ANÁLISIS
El Reino Unido se va
La presión de sectores euroescépticos ha dejado a Cameron sin más opción que el veto, lo que aleja a Gran Bretaña del núcleo

David Cameron sabía que vincularse a una reforma de los tratados de la UE a 27 desataría en su frente doméstico una insoportable campaña a favor de un referéndum. Su entorno llevaba días intentando convencer a la opinión pública, y al partido conservador , de que las modificaciones ideadas por Merkel y Sarkozy no afectaban a la relación de poder entre Londres y Bruselas, por lo que el referéndum –un compromiso electoral de este gobierno para casos en que se altere el reparto de competencias- no sería necesario.
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«Claro que debería haber un referéndum si cediéramos nuevos poderes a Europa, pero no es el caso ahora porque los nuevos poderes serán cedidos solo por los países del euro», explicaba confiado el jueves Nick Clegg , el viceprimer ministro liberal y pro-europeo.
Sectores euroescépticos pedían a Cameron ir «como un bulldog»
La preferencia alemana por alcanzar un acuerdo a 27 llevó a Cameron a imaginar un escenario así, pero la realidad pinchó enseguida este globo. Los sectores euroescépticos de su partido le exigían «ir a defender como un bulldog los intereses británicos» , en palabras de un diputado su partido el miércoles. Esta presión forzó a Cameron a jugar a ganar (algo) en un partido en el que se trataba de evitar perder (todo), mientras sus socios de gobierno liberales y la burocracia diplomática le animaban a ser constructivo para evitar que el Reino Unido se quedara fuera.
Cameron llegó a la cumbre pidiendo garantías para los intereses del sector financiero británico, inspirado en la idea de negociar un «freno de emergencia» para la City, tal y como le proponía el «think-tank» conservador Open Europe. Su propuesta era un protocolo que obligaría a actuar por unanimidad cuando se quisiera dar más poder al regulador financiero europeo frente a los nacionales. Pero Sarkozy se negó en todo momento. Por primera vez, no era la isla la que quería quedarse fuera sino el continente el que no tenía problema con avanzar sin ella.
A las 6:19 de la mañana hora local, Cameron ha explicado que el Reino Unido había vetado la solución a 27, dentro del marco de los tratados existentes. «Dije antes de llegar aquí que si no podía lograr salvaguardas adecuadas para Gran Bretaña en un nuevo tratado europeo no daría mi acuerdo. Lo que está sobre la mesa no responde a los intereses británicos, así que no he aceptado el acuerdo», ha explicado el primer ministro conservador. Según la prensa británica, Nick Clegg habría autorizado el veto de Cameron.
Críticas laboristas
Una solución a 17, solo con los miembros de la zona euro, era un mal menor para la canciller alemana. Pero era, en cambio, la opción preferida para Sarkozy, puesto que en el marco más reducido de los países del euro le será más fácil imponer sus demandas , sobre todo, una cumbre mensual de jefes de Gobierno del euro que le permitirá copar la atención mediática como gran líder europeo en el año de las elecciones francesas.
Al final, una posible solución a 26 supone para el Reino Unido una muy incómoda posición. El líder de la oposición laborista, Ed Miliband, ha declarado hoy que «lo de esta noche no ha sido un veto, ha sido David Cameron levantándose de la mesa europea». Y, sin embargo, y a pesar del coste que tendrá ser el único que no sale en la foto, para el gobierno conservador la «proeza» no garantiza volver a casa con las fieras euroescéticas aplacadas.
Sigue la presión
Diarios de tendencias diferentes como «The Guardian» y «The Daily Telegraph» coinciden hoy en hablar de «aislamiento británico». El «Daily Mail», que titulaba su edición de ayer con un explícito «Defiende los derechos británicos», destaca hoy que «Por fin el primer ministro se pone duro con Europa». Pero la demanda de un referéndum no hará más que crecer, ahora que se ha consolidado una voluntad de distanciamiento mutuo. ¿Para qué seguir en un club en el que no nos quieren?, se preguntarán muchos ahora.
Decisiones cruciales para el sector financiero europeo se tomarán ahora en una mesa en la que el Reino Unido no está invitado, lo que implica una amenaza real de pérdida de influencia británica dentro de una UE a dos velocidades. «Se exagera esta amenaza de que el Reino Unido se quede al margen, aunque Cameron tiene una posición muy difícil», nos explicaba ayer antes de la cumbre Stephen Booth, del «think-tank» euroescéptico moderado Open Europe. Pero muchos creen que en este nuevo escenario, Londres solo puede ya aspirar a ser el líder del círculo externo . Un anillo fuera del euro ampliado en el futuro a países como Turquía, quizás, o Ucrania, centrado en las libertades fundamentales y la integración comercial. Pero con menos peso para proteger su sector financiero y su industria ante un núcleo interno que quiere armonizar su política presupuestaria, laboral, el impuesto de sociedades y una tasa tipo Tobin.
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