El Ejército garantiza la paz con Israel
El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas promete el traspaso del poder a un gobierno civil, pero no da detalles de la hoja de ruta

El Cairo vivió ayer el primer día sin Hosni Mubarak embriagado en un optimismo contagioso. Tan ilusionados están los egipcios con su tarea de estrenar juntos un Egipto nuevo que en la Plaza de Tahrir los jóvenes se pusieron a recolocar los adoquines que habían sacado de las aceras durante la guerra de piedras contra los pro-Mubarak. Familias enteras barrían el suelo con escobas recién compradas y brigadas ciudadanas espontáneas limpiaron entre la multitud inacabable cada resquicio de basura con su propias manos. “No me pagan, yo soy voluntaria... este es mí país», decía con convicción pasmosa y una bolsa de plástico en la mano llena de colillas del suelo Dalia Haggar, de 22 años. Por la noche, la fiesta continuaba entre fuegos artificiales, el chillido de los cláxones y las hipnóticas luces de neón de los barcos-restaurante del Nilo brillando otra vez. «Estoy volando a la luna junto a millones de compatriotas», añadía Dalia. Nadie tiene muy claro en qué va a consistir el «plan B» —el posterior a la claudicación de Mubarak—, pero, hasta ayer, los pronunciamientos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, depositario de todas las competencias presidenciales, sonaban alentadores.
Los ciudadanos no quieren un gobierno militar, sino un gabinete de unidad nacional cuanto antes. Y en su cuarto comunicado en 48 horas, el órgano de mando daba a entender que su papel será el de tutelar temporalmente esa transición, el «traspaso pacífico del poder, en el marco de un sistema democrático libre, a una autoridad civil elegida para gobernar el país y construir un estado democrático y libre». No hubo detalles, sin embargo, sobre plazos ni la hoja de ruta. Nada, por tanto, confirma por ahora las informaciones inicialmente difundidas por la cadena árabe Al Arabiya que vaticinaban el viernes una inmediata cancelación del actual gabinete ministerial y disolución del Parlamento, formado en un 90 por ciento por diputados elegidos bajo las siglas del partido de Mubarak.
Primeras dudas
El periodista y activista egipcio Hossam El Hamalawy expresaba la incertidumbre sobre el desmontaje de las estructuras del régimen que la calle está esperando, y de la que ha formado parte imprescindible el propio ministro de Defensa, Mohammed Hussein Tantawi y el jefe del Estado mayor, Sami Hafez Enan, que ahora tienen en sus manos el presente del país. «Nos deshicimos de Mubarak —dijo—, pero ha llegado la hora de deshacernos de su dictadura».
El comunicado también daba garantías expresas del respeto a «todos los acuerdos y tratados regionales e internacionales», un mensaje emitido especialmente para los oídos de Israel. Desde allí su primer ministro, Benjamín Netanyahu, se apresuró a mostrar su satisfacción y a recordar que el acuerdo de paz entre su país y Egipto ha proporcionado «grandes aportaciones a ambos y es un pilar para la paz y la estabilidad de todo Oriente Próximo».
Existe la creencia de que, sea cual sea el nuevo orden que emerja en la tierra de los faraones, será menos favorable para Israel y para Estados Unidos que el ya derribado y sumiso régimen de Hosni Mubarak. No en vano, los mayores defensores en esta crisis de la figura del ya ex raís fueron las autoridades judías y Arabia Saudí, sucursales y principales aliados del interés norteamericano en la región.
Volver a la normalidad
El cuarto pronunciamiento del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas también fue llamativo ayer por lo que no dijo. Ni una palabra de referencia a Omar Suleimán, el hombre fuerte de Mubarak hasta el último minuto, lo que sugiere que se ha producido una ruptura abrupta con él y lo que ha representado en esta crisis. El comunicado también instaba a todas las instituciones estatales y privadas a «llevar adelante su misión patriota para impulsar el proceso económico en tranquilidad»; a la policía a hacer honor a su lema de estar «al servicio del pueblo»; y al pueblo a colaborar con las fuerzas de seguridad «en amistad y cooperación entre todos». Pero no se incluyó el llamamiento a los manifestantes para que vuelvan a sus casas.
Ayer, en algún momento de la mañana, en la Plaza de Tahrir cundió el nerviosismo al extenderse el rumor de que los soldados iban a desalojar la zona y el campamento levantado en su centro hace diez días. Muchos de los jóvenes implicados en las protestas subrayaban el viernes su deseo de no moverse del sitio hasta ver que, efectivamente, se cumplan los pasos hacia la democracia por la que han peleado. El activista Wael Gonim, —el ejecutivo de Google convertido en líder de los movimientos que iniciaron esta revolución vía Facebook—, tomaba la iniciativa y el sábado pedía «queridos egipcios, volved al trabajo el domingo», primer día, hoy, de la semana laboral.
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