Lo que el iPhone no pudo unir
Jobs no habló con su padre biológico. Antes de morir, el fundador de Apple contestó con un lacónico «muchas gracias» al correo de Jandali, un directivo sirio de un casino de Reno
No hubo reconciliación. Steve Jobs murió la semana pasada sin aceptar encontrarse con su padre. Abdulfattah Jandali, de 80 años, asegura que a uno de sus últimos correos electrónicos, en los que se interesaba por su salud, el cofundador de Apple respondió con un escueto: «Muchas gracias». Pero eso no era muestra de estima, sino en todo caso de educación. «Básicamente, lo que sientes es tristeza», declaró a la hora de describir qué sensación tuvo cuando se enteró del fallecimiento de Jobs. «Manager» en un casino de Nevada y consumidor de los productos Apple desde el principio, no supo hasta 2005 que el gurú de esa compañía era su hijo.
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Cuando saltó la noticia de su muerte, John Jandali, como se le conoce casi desde que en 1952 llegó a EE.UU. procedente de Siria, llamó a su hija Mona Simpson, afamada novelista. Pero, como su hermano Steve, ella tampoco mantiene relación con el progenitor de ambos. El hombre pasó las horas mirando las fotografías de Jobs que aparecían en las webs, sobre todo aquellas en las que se veía al genio de Apple con una veintena o treintena de años. «Era exactamente como yo», confesó al «The Wall Street Journal», en una de las pocas entrevistas que ha aceptado realizar. «No sé por qué le escribí correos electrónicos. Supongo que porque me sentí mal cuando me enteré de su salud. Él tenía su vida y yo la mía, y no estábamos en contacto. Si le hubiera hablado, no sé qué le habría dicho».
Dos veces en la misma piedra
En la historia del padre de Jobs se da la amargura de haber tropezado dos veces en la misma piedra. Primero perdió de vista a un hijo, dado en adopción ante la decisión de la madre, Joanne Schieble, de no abortar y la negativa de su familia a que contrajera matrimonio con un sirio, y luego él mismo se distanció de Schieble y de la hija que ambos tuvieron después de, finalmente, haberse casado. No quiso saber nada de su descendencia, y con el tiempo resultó que ambos, hijo e hija, triunfaron.
Jobs no perdonó nunca la actitud de su padre —con su madre y su hermana entró en contacto cuando él tenía 27 años, y lo continuó manteniendo hasta el final—, y luego el propio Jobs afrontaría con mala conciencia el no haber dedicado más tiempo a sus propios hijos. A la hora de explicar por qué había aceptado colaborar con la publicación de una biografía suya, que aparecerá la próxima semana, Jobs declaró: «Quería que mis hijos me conocieran. No estuve siempre ahí para ellos y quería que ellos supieran por qué y entendieran lo que hice». Mismos trazos, pues, se reproducen en la vida de uno y de otro. De Jandali sus colegas destacan la misma capacidad intelectural e instinto para entender los deseos del consumidor que tenía Jobs, aunque en otra ocupación. Jandali se ha destacado en la mejora de los restaurantes de los casinos de Las Vegas y Reno en los que ha trabajado. Diez años atrás introdujo la exitosa fórmula de una bufé de langostas que atrajo a miles de clientes los fines de semana. En la actualidad es «manager» del casino Boomtown de Reno, en el que trabajan 450 empleados.
Una difícil relación
Jandali nació en una prominente familia de Homs, la tercera mayor ciudad de Siria. Con el objetivo de ser diplomático, en 1952 marchó a EE.UU. para hacer un doctorado en la Universidad de Wisconsin. Durante ese tiempo como estudiante en Madison entabló una relación amorosa con Joanne Schieble. Ella quedó embarazada en 1954. Ante la oposición de su padre al matrimonio con Jandali, se fue a San Francisco a dar a luz y dejar el bebé en adopción. «Mi madre biológica era una estudiante universitaria soltera. Con mucha fuerza quería que yo fuera adoptado por licenciados», explicó el propio Jobs en su discurso de 2005 en la Universidad de Stanford, tan evocado estos días. Al final, los padres adoptivos —Paul y Clara Jobs— no habían culminado sus estudios universitarios.
Muerto el padre de Joanne, la pareja se casó y luego se fue a vivir a Siria. Joanne encontró difícil acomodarse a ese país y regresó a California, donde nació Mona. La familia se reuniría de nuevo en Madison, pero por poco tiempo. Cuando Mona tenía cinco años, Jandali dejó a madre e hija, se divorció y marchó a dar clases a distintas universidades. Volvió a casarse y tuvo más hijos. En 2006 enviudó y contrajo un tercer matrimonio. A partir de su experiencia, Mona Simpson escribió su novela «The Lost Father» (El padre perdido). «Fue su modo de pasar cuentas, y está bien. Tiene derecho a hacerlo. Es el modo de pagar por no haber estado con tus hijos cuando eres padre», admite Jandali.
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