Natalia Poklónskaya, la fiscal de Crimea que acabó en Cabo Verde
Fue la fiscal general más joven de Rusia, una celebridad en países como Japón y la política con mayor proyección en la Duma. Pero se enfrentó a Putin, su antiguo mentor. Acaba de condenar la invasión de Ucrania
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Llegó a ser una eficaz agente de rusificación de Crimea tras el dudoso referéndum impulsado por Moscú para anexionar la península, en 2014, cuando la Revolución del Maidán y la llamada 'Primavera de Crimea'. Su juventud e indudable atractivo convirtieron a Natalia Poklónskaya ( ... nacida en el este de Ucrania en 1980) en un personaje muy conocido en Rusia y Ucrania desde su cargo como fiscal general de la recién constituida República de Crimea, donde se empleó con mano de hierro en guante de seda: formas dulcificadas para aplicar medidas de una contundencia tal –por ejemplo, en su persecución contra los tártaros proucranianos en la región– que dejaba pocas dudas sobre la vuelta, si quiera por el artículo 33, de la península al regazo de la Madre Rusia.
Poklónskaya, la fiscal general más joven de Rusia cuando tomó posesión del cargo en marzo de 2014, se prodigó entonces en la prensa local hasta mutar en celebridad cuya fama traspasó fronteras: su llamativa apariencia hizo que fuera tomada como modelo para el diseño de un personaje de anime que causó furor entre los japoneses . La relación de la joven fiscal con el país asiático le venía por uno de los múltiples –y rimbombantes– cargos con que la colmó el Gobierno de Vladímir Putin durante el idilio de Poklónskaya con el Kremlin: responsable de la Sociedad de Amistad japonesa-rusa. Las redes sociales hicieron el resto.
Mientras su implacable misión al frente del Ministerio Público provocaba la presentación de cargos contra ella por parte del Gobierno de Kiev, Dmitri Medvédev, líder del partido gobernante Rusia Unida y títere de Putin, había previsto ya para la fiscal una prometedora carrera política en la Duma , en una decisión en la que al parecer pesó mucho el interés de las elites inmobiliarias de Crimea de enviarla lo más lejos posible tras mostrar su oposición a la salvaje expansión urbanística con vistas al mar Negro. Y al de Azov.
Tras ser promocionada a mayor general del cuerpo jurídico del Ejército, la estrella de Poklónskaya, lejos de apagarse por las sanciones internacionales que le fueron impuestas junto a otros dirigentes prorrusos en virtud de sus expeditivos métodos en Crimea, refulgió con la inclusión de su nombre en las candidaturas del partido oficialista para las legislativas de 2016, en las que barrió para obtener escaño por su circunscripción mientras el Instituto de Estudios Políticos de Moscú la situaba entre las promesas políticas del país.
Naturalmente, este carrerón, junto a una fama en continuo ascenso, despertaron los recelos de sus compañeros de bancada . Cometió la osadía de oponerse a la reforma de las pensiones impuesta por Putin, algo que el presidente ruso nunca le perdonó. Resultó ser la antesala de su condena al ostracismo: fue 'deportada' en octubre como embajadora en Cabo Verde para pasar en febrero a su cargo actual al frente de una agencia estatal de cooperación, desde el que ha condenado la última locura de su antiguo mentor .
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