ABC El colapso de Afganistán
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La música, otra víctima del regreso del integrismo talibán

Harvey, exprofesor del Instituto Nacional de Música, en Kabul, relata a ABC las llamadas de socorro de sus estudiantes

Susana Gaviña

Hace casi dos semanas William Harvey (1982, Michigan, Estados Unidos) comenzó a recibir mensajes y llamadas dramáticas de algunos de sus antiguos alumnos del Instituto Nacional de Música de Afganistán (ANIM), con sede en Kabul, en el que impartió clases entre 2010 y 2014 y fue el responsable de la formación de la Joven Orquesta de Afganistán. Las llamadas de auxilio se intensificaron el pasado fin de semana.

Los estudiantes le pedían ayuda para salir del país, tras conocer que los talibanes se habían hecho con el poder en casi todo el territorio. El pasado domingo, cuando cayó la capital, Harvey se pasó «todo el día contestando mensajes», relata a ABC desde Ciudad de México, donde actualmente es concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional. El miedo se cernía ya, de manera ineludible, sobre estudiantes y también profesores cuyas vidas están vinculadas a una de las prácticas más prohibidas por la sharía (ley islámica): la música. El temor llegaba al extremo de que se pidió a ABC que no publicara fotos de alumnos afganos de música por temor a las represalias.

Harvey confiesa, al otro lado del teléfono, haber «llorado» cuando vio lo que sucedía en Kabul y sentirse «muy estresado, casi no puedo dormir porque no se trata solo de un tema logístico sino también psicológico». El violinista, director de orquesta, compositor y educador estadounidense lleva días tratando de gestionar alguna forma de ayuda para sus exalumnos, implicando incluso a la Admnistración mexicana, «que se ha mostrado muy receptiva», afirma.

Le flagelaron con un látigo

Aunque los talibanes han prometido moderación en su regreso al poder, Harvey no lo cree. «Según lo que me han contado mis estudiantes, han empezado a tener su venganza contra mujeres, contra músicos... Es importante escuchar lo que dicen [los talibanes], pero también estar enterado de lo que hacen», subraya. En relación a esto, el músico estadounidense relata la historia que le ha transmitido una exalumna de la escuela –pianista– que actualmente se encuentra en Turquía. «Está muy preocupada por la situación de sus hermanos pequeños, que viven en un pueblo cerca de Kabul. Un día los talibanes se acercaron a su hermano y le dijeron que habían escuchado que su hermana mayor tocaba música y que lo había hecho en televisión allí en el país en el que se encuentra. El niño lo negó para protegerla, y los talibanes le flagelaron con un látigo», explica Harvey.

La preocupación también se extiende a la hermana más joven, que tiene entre 14 y 15 años, «porque los talibanes buscan tener una esposa –aunque en realidad es una esclava– de esa edad. Ella, al parecer, se está escondiendo en un lugar diferente al de su hermano por su seguridad. Es una cuestión de tiempo si van a poder escapar», lamenta.

Mientras Harvey está haciendo gestiones en México, el director del ANIM, Ahmad Naser Sarmast, a quien el colapso en su país le ha pillado en Australia, donde se encontraba por motivos médicos, estaría buscando soluciones urgentes. «Ha ordenado la clausura de manera permanente o casi permanente del centro, y está trabajando para coseguir un avión en el que los estudiantes puedan salir sin pasaporte», indica.

Prohibición total

El ANIM abrió sus puertas, después de años de negociaciones, en 2010 –casi un lustro después de la salida de los talibanes del poder-. Lo hizo con el apoyo del Gobierno afgano y gracias a numerosas donaciones internacionales, entre ellas la del Banco Mundial y el Ministerio de Exteriores alemán. En la actualidad acudían a él alrededor de 200 niños y jóvenes de ambos sexos, que participaban en disciplinas que abarcaban tanto la música occidental como la tradicional afgana. Todas ellas estarían nuevamente prohibidas en el nuevo emirato. «Es un error muy común pensar que solo la occidental es la que prohíben los talibanes –subraya Harvey–. Prohíben todo tipo de música, incluyendo la folclórica, la patriótica y la religiosa del mismo Afganistán, un país que tiene más de mil años de tradiciones musicales. La única cosa que permiten, y que se parece ligeramente a la música, es un tipo de canto, sin instrumentos, que está basado en versos del Corán».

Su rechazo visceral –y letal– a la música estaría fundamentado en que «va contra el islam. Casi todo lo que no está incluido en el Corán dicen que está prohibido, con la excepción de las armas modernas», matiza.

Harvey fue una de las personas que contribuyó a la recuperación de la música en la vida de los afganos. Recuerda que fue el primer profesor extranjero que llegó a Kabul, en marzo de 2010, y permaneció allí hasta marzo de 2014. Asegura que decidió marcharse «no por miedo, me hubiera encantado quedarme», sino por el nivel de estrés que sufrió. «Muchas personas tenían miedo de trabajar allí y yo tenía que realizar las funciones de diez». Durante esos años enseñó violín, viola, chelo y bajo. Se ocupó de planificar la financiación y la logística de las giras. Una de ellas llevó a la Orquesta Joven de Afganistán a actuar, en 2013, en el Carnegie Hall y el Kennedy Center de Nueva York «con la sala llena».

Del ANIM también surgió, en 2014, la orquesta Zohra, una formación integrada únicamente por mujeres que, según Harvey, sirvió «para dar más visibilidad a la escuela». La formación, que se presentó en numerosos escenarios internacionales, incluido el Foro Económico de Davos, tuvo un gran eco mediático, pero «ya no funciona». Para el músico estadounidense, más radical que esta agrupación femenina fue la de jóvenes estudiantes, porque «en ella tocaban juntos chicos y chicas, y algunas de ellas llegaron a ser músicos principales». Algo que cree que los talibanes «no volverán a permitir».

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