Los demócratas temen obtener una victoria demasiado abultada

Los demócratas están bastante seguros de que van a ganar el 4 de noviembre, y no sólo la Presidencia de los Estados Unidos. Si consiguen además el control de las dos cámaras, Barack Obama se encontrará con un poder muy superior al que tuvo Bill Clinton. Es por ello que el equipo de Obama empieza a temer que llegue ese momento y haya que incumplir promesas, sobre todo de carácter económico.
El senador por Illinois ha hecho una campaña exultante para unos y contradictoria para otros. Ha prometido reformar la Sanidad pública y a la vez que habrá disciplina en el gasto, que habrá rebajas de impuestos para el 95 por ciento de las familias, y que habrá dinero para invertir en energías renovables, todo ello en medio de una recesión galopante. ¿La cuadratura del círculo o la del bulo?
Si Obama gana, sus «obanomics» pueden ser tan trascendentes para los demócratas como lo fueron los «reaganomics» para los conservadores. «The Wall Street Journal» informaba ayer de que el entorno económico de Obama ya le está dando vueltas a una agenda económica presidencial. No es para menos teniendo en cuenta que el presidente tendrá que pasar su primera prueba de fuego, los nuevos presupuestos, tan sólo un mes después de llegar al poder.
Sólo frente al peligro
Si ese presidente resulta ser Obama, la buena noticia para él es que le puede costar menos que a otros hacer aprobar sus cuentas. La mala, que precisamente por falta de oposición podría quedar desnudo frente al electorado, sin excusas que justifiquen ni los fracasos ni los incumplimientos.
En el lado demócrata hay de momento tres familias, o sensibilidades, en pugna dentro el núcleo duro. Por un lado el sector más puro, partidario de emprenderla con la agenda económica y social lo más ambiciosa posible y que sea lo que Dios quiera. Luego están los más «fiscalmente conservadores» o «realistas» -como los célebres «perros azules» del Congreso, que tanto ladraron contra el plan Paulson-, que exigen seriedad en el gasto y contención del déficit aunque eso obligue a aparcar todas las promesas. Y para finalizar, los partidarios de «tirar por el camino de en medio»: no incumplir pero sí aplazar, ir pasito a pasito y ya se verá cuándo se hace lo que se puede.
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