La coalición demócrata, en peligro: las minorías dan la espalda a Biden
A poco más de dos semanas de que se cumpla un año de su victoria electoral, el presidente de EE.UU. no ha revertido la tendencia.

En las últimas décadas, los demócratas de EE.UU. han vivido instalados en el triunfalismo demográfico: la evolución de las minorías raciales del país en especial, la hispana- solidificaría su poder político. EE.UU. avanza de manera irremediable hacia una sociedad cada vez ... más multirracial y multicultural y esa tendencia solo podrá perjudicar a los republicanos. Es decir, beneficiarles a ellos. La irrupción de Donald Trump como factor dominador de la política de EE.UU. tendría que haber sido una razón para solidificar la dominancia de los demócratas en las minorías raciales: la presentación de su candidatura en 2015 -llamó «criminales» y «violadores» a los mexicanos- sentó el tono de su campaña y de su presidencia.
Esas expectativas de los demócratas se han resquebrajado, sin embargo, desde 2016. No porque la tendencia demográfica haya cambiado. De hecho, el censo oficial del país, realizado el año pasado (se hace cada diez años), muestra que por primera vez la minoría hispana es la más numerosa del país , por encima de la negra. Lo que ha cambiado es la intención de voto de esas minorías: cada vez más, en especial en el espectro social más bajo, se aleja de los demócratas, lo que supone una amenaza mortal a su futuro político.
El actual partido demócrata es el resultado de la evolución política de EE.UU. en el último medio siglo. Tras el movimiento de derechos civiles de la década de 1950 y 1960, que acabó con la discriminación legal de la minoría negra , el partido demócrata evolucionó hacia un electorado multirracial y multicultural. Y cada vez menos engrosado por su votante tradicional hasta entonces: la clase trabajadora blanca. Entre 1970 y 1990, ese electorado pasó de apoyar en un 60% a los demócratas a un 40%.
El cambio del electorado demócrata es evidente: sus candidatos a la presidencia no han ganado el voto blanco desde Lyndon Johnson en 1964, una elección en la que el vicepresidente de John Fitzgerald Kennedy arrasó.
El sueño multirracial
La llegada de Barack Obama al poder -el primer presidente negro de la historia del país, apoyado en una coalición amplia de izquierdistas , centristas y minorías- en 2008 hizo creer que el sueño de la América multirracial se había instalado. Trump lo rompió no tanto en la elección que ganó (2016), como en la que perdió, el año pasado. A pesar de su derrota y a pesar de su lenguaje divisivo -en ocasiones con tufo racista-, las minorías raciales le apoyaron más cuatro años antes. El apoyo del electorado negro a los demócratas, aunque mayoritario, cayó tres puntos entre 2016 y 2020. Lo mismo ocurrió con los hispanos, pero con una caída más pronunciad, ocho puntos.
A poco más de dos semanas de que se cumpla un año de su victoria electoral, Biden no ha revertido la tendencia . Todo lo contrario. Se acerca al aniversario con su presidencia embarrada -no controla la pandemia, su agenda legislativa está bloqueada- y su índice de aprobación se ha hundido. En el sondeo de Pew Research del pasado septiembre, cayó hasta el 44%, frente al 55% de julio. El hundimiento se debió sobre todo a que las minorías raciales le dan la espalda. Su aprobación entre el electorado negro cayó del 85% al 67%; en los hispanos, del 72% and 56%; y en los asiáticos, del 68% al 54%.
El problema de fondo no es tanto un asunto racial como de clase socioeconómica. El voto blanco de clase trabajadora se alejó de los demócratas en el final del siglo XX y principios del XXI y abrazó a Trump en 2016 . Lo que ahora parece cada vez más claro es que también lo está haciendo en parte el voto de las minorías de clase media y baja, lo que rompe los esquemas para la dominación demócrata.
«La percepción de que la clase trabajadora no blanca es un voto demócrata ya no se sostiene», ha asegurado un consultor político demócrata influyente, Ruy Teixeira, en un reciente artículo en ‘The New York Times’. Su titular dice mucho: ‘No hay suficientes votantes con estudios universitarios’. Es una síntesis de la crisis que atraviesa el partido demócrata, que atrae cada vez a más votante con estudios -en especial, mujeres-, pero que ve cómo no sostiene con fuerza el voto de las minorías de clase trabajadora. Desde 2016, la victoria de Trump, a 2020, el voto de ese electorado se movió en doce puntos hacia los republicanos (18 puntos si se contabiliza desde 2012, el año de la reelección de Obama).
«El chiste del asunto es que el partido republicano es el que realmente está montando la coalición de clase trabajadora multirracial con la que siempre soñó la izquierda», ha dicho recientemente en ‘Político’ David Shor, un joven especialista en demoscopia, que trabajó para Obama y ahora es una voz incómoda para la izquierda estadounidense : les advierte de que si siguen el rumbo actual, cada vez será más difícil ganar elecciones y pueden dar el Senado por perdido.
Escoció mucho cuando el año pasado, en medio de las protestas -en ocasiones, violentas- tras la muerte de George Floyd -un caso de abuso policial contra la minoría negra-, advirtió de que los disturbios tras la muerte de Martin Luther King provocaron una pérdida de votos «suficiente para inclinar la elección de 1968 hacia Nixon». Al contrario, aseguró, las protestas no violentas favorecen a los demócratas. Eso fue tomado como un insulto por los activistas demócratas, que han dominado el discurso del partido en los últimos años.
«Ganar elecciones»
Desde estrellas socialistas en el Congreso como Alexandra Ocasio-Cortez a los líderes en las protestas megáfono en mano o los agitadores en redes sociales, buena parte de los mensajes demócratas - la elite izquierdista del partido - tienen que ver con racismo, inmigración, clima o asuntos de género y orientación sexual. Un ejemplo repetido es el lema ‘Defund the police’ -‘recortes a la policía’-, que abrazaron las corrientes izquierdistas y que ahuyentaron a minorías de clase media o bajo, por ejemplo, la hispana, y también a muchos votantes negros en barrios desfavorecidos.
Shor ha defendido que los demócratas tienen que dejar de poner esos temas en el centro de su discurso y hablar más de lo que más interesa a esos electorados : economía, educación, asistencia sanitaria… No porque el racismo o la inmigración no sean importantes, sino porque la forma de avanzar en ellos es «ganar elecciones».
Según sus datos, «dentro del partido demócrata, hay tres veces más votantes no blancos moderados o conservadores que blancos muy progresistas», ha asegurado en ‘The New York Times’. Si se sigue privilegiando a los segundos, los primeros «acabarán por irse». Ya está ocurriendo y la sangría podría ser mayor en las elecciones legislativas del año que viene.
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