Carmen de Carlos - En eje
Los dos sudamericanos
Lacalle Pou y Abdo Benítez versus Maduro, Díaz-Canel y Ortega
No todos son lo mismo ni todo da lo mismo. Mario Abdo Benítez, presidente de Paraguay y Luis Alberto Lacalle Pou, presidente de Uruguay, lo demostraron en la cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) en México. Lo habitual de estas reuniones ... es que las dictaduras de la región entren y salgan como si en sus países no pasará nada o lo que pasa se asuma con naturalidad. En esta ocasión, las cosas fueron diferentes. Los dos sudamericanos pusieron al desnudo los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Tuvieron que ser ellos, los que gobiernan en países que se suponen pequeños, los que demostraran la grandeza de unos valores que exigen una defensa constante frente a los suplicios y abusos sistemáticos de dictadores que encuentran, en buena parte de sus vecinos, una tolerancia intolerable.
Nicolás Maduro se suponía que iba a delegar la representación en Delcy Rodríguez, pero hizo lo que solía hacer Fidel Castro en las Cumbres Iberoamericanas, confirmar a última hora y sorprender con su asistencia para acaparar protagonismo. A Maduro no le salió gratis su visita a un país que, a su manera, le protege con las posiciones que adopta Andrés Manuel López Lobrador. Tampoco a Díaz-Canel, de cuerpo presente, ni a Daniel Ortega, ausente por exceso de trabajo para secuestrar opositores.
Mario Abdo Benítez lo dijo alto y claro. Bajo «ninguna circunstancia» está dispuesto a aceptar el «reconocimiento» del régimen venezolano. «No hay ningún cambio de postura de mi Gobierno y creo que es de caballeros decirlo de frente», confirmó con voz firme. Lacalle Pou, con otras palabras, lanzó el mismo mensaje y recordó la letra de la canción que más daño hace a los tímpanos de Díaz-Canel: «Que no siga corriendo la sangre por querer pensar diferente. ¿Quién les dijo que mi Cuba es de ustedes si mi Cuba es de toda mi gente?». «Mentiras» y el desafío al debate -«pongan fecha, lugar y hora», exigió Maduro- fue la respuesta de los dictadores caribeños. Sí, esos que le niegan la palabra, el pan y la democracia a sus pueblos.
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