Bahréin deja entrever la participación de Irán en las revueltas contra la monarquía

Perdida la batalla moral, comienza la guerra dialéctica. El monarca de Bahréin, Hamad bin Isa Al Jalifa, aseguró este lunes haber frustrado un «complot extranjero» para desestabilizar la región . Para el mandatario, el ataque se habría preparado «durante un período de entre 20 y 30 años» y su intención sería extender la revuelta chií al resto de países del Golfo.

Las palabras del monarca suní suponen la primera acusación -directa o indirecta- sobre la participación del régimen de Irán en las protestas iniciadas el pasado mes de febrero. Sin embargo, los fantasmas que penden sobre el régimen de los ayatolás no son ninguna novedad.

Calificada históricamente de «decimocuarta provincia iraní», la mayoritaria población chií de Bahréin (cercana al 70%) lo cierto es que sufre una marcada influencia -más religiosa, que política- de sus vecinos norteños. Sin embargo, como señala Jane Kinninmont, analista del «think tank» británico Chatham House, en los últimos tiempos, el papel iraní en Bahréin «a menudo, se ha exagerado» .

Para Kinninmont, aunque es cierto que al Gobierno de Bahréin siempre le ha preocupado la influencia del régimen de los ayatolás sobre su población, los partidos chiíes no creen que el modelo persa sea el adecuado para el país del Golfo . «Irán puede ciertamente dar la bienvenida a los disturbios, pero no es un motor fundamental», destaca la analista.

No en vano, desde que comenzara el conflicto, Ali Salman, líder del partido opositor Al Wefaq, ha reiterado que las protestas en Bahréin son un asunto interno, rechazando que Irán juegue un papel decisivo en la crisis . De igual modo, Salman recuerda que su partido «no pide un Gobierno religioso, sino un Estado civil democrático como los que hay en otras partes del mundo, en los que la soberanía reside en el pueblo.