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GUERRA DE SIRIA

Alepo: cuando los «mochileros» volvieron a una ciudad Patrimonio de la Humanidad

Su majestuosa ciudadela asistía hace dos veranos al resurgir turístico. En sus calles se libra ahora una batalla decisiva

E. V.

ESTEBAN VILLAREJO

Siria era un país apacible para el turista en el último verano antes de la «Primavera Árabe», el punto sin retorno del régimen de los Asad. Seguro, barato, histórico, monumental... diferente al jaleo de Damasco. Si en septiembre de 2010 alguien hubiera previsto la guerra civil en la que se halla ahora podría haber sido tomado por lunático. Incluso todo eran parabienes para su joven presidente . Eran apariencias en el miedo.

Por aquel entonces mochileros (ingleses y canadienses principalmente) acudían con menor timidez de la habitual a Siria guiados por el espíritu de T. E. Lawrence y la ruta que siguió por los castillos cruzados ( Crac de los Caballeros como punto culminante). Se perseguían las historias de Saladino, los «Asesinos» nizaríes o las hazañas cruzadas que relatara el escritor Amin Maalouf en su «Las cruzadas vistas por los árabes».

Turistas al uso recorrían también las ruinas romanas de Palmira y Damasco en viajes guiados . Un turismo que se potenció en las ferias internacionales con la asunción al poder de Bashir el Asad en el año 2000. De este modo, Siria se convertió en punto de llegada de viajeros sin la amenaza (al menos inminente) del viejo conflicto con Israel. Y todo ello a pesar de que fuera enmarcado como país del «eje del Mal» por George W. Bush.

Helicópteros y carros de combate

Alepo, en el norte junto a la frontera turca, se perdía de una ruta habitual apresurada. Sin embargo, su ciudadela árabe del siglo XIII erigida contra los cruzados, la Gran mezquita, zoco, callejuelas del barrio cristiano y sus cercanas «ciudades muertas» hacían de esta ciudad «Patrimonio de la Humanidad» desde 1986 un remanso de paz. Sobre todo si se visitaba por primera vez desde El Líbano, donde todo es más aturullado: en Alepo hasta los taxistas utilizaban disciplinariamente el taxímetro (algo de agradecer para cualquier viajero recién llegado).

Alepo ciudad de paz, de buen comer, con renovadas terrazas de hotel hace dos años, de disfrute parsimonio en tierra árabe... pero un Alepo también de interés para comprender la Historia de idas y venidas de Oriente Próximo, cruce de caminos.

En su zoco la figura de Bashir el Asad -que contrariamente a su padre gozaba de fama de «aperturista, reformador y presidente joven formado en el Reino Unido»- era hace dos años omnipresente en las calles.

Los comentarios al turista sobre su persona eran siempre positivos. Sin atisbo de crítica, siempre con la vista puesta por si alguien pudiera escuchar la conversación. Todas las críticas eran hacia Israel y EE.UU. Ahora no es así: Bashir el Asad es denostado por los partidarios de los rebeldes del Ejército Libre de Siria.

Alepo, una de las ciudades habitadas más antiguas, afronta ahora momentos decisivos: «la batalla final», como ciudad clave para que los rebeldes aseguren el suministro desde Turquía , como ya sucediera en Libia con la ciudad de Bengasi. Las fuerzas de Asad ya la han bombardeado la ciudad por aire. Por ahora no hay noticias de que algunos de sus emblemáticos edificios hayan sido dañados. Ayer los helicópteros y carros de combate prosiguieron con el castigo.

Hititas, asirios, árabes, mongoles...

Así describe la UNESCO a Alepo , cuyo nombre deriva de la italianización de «Halab», que en árabe significa leche fresca: «Situada en la encrucijada de varias rutas comerciales desde el segundo milenio antes de nuestra era, Alepo estuvo sucesivamente bajo la dominación de hititas, asirios, árabes, mongoles, mamelucos y otomanos. La gran mezquita del siglo XII, la ciudadela del siglo XIII y sus madrazas, palacios, caravasares y baños de vapor (hammam) del siglo XVII forman parte de un tejido urbano armonioso y único en su género, que hoy en día corre peligro a causa de la superpoblación»... y de la guerra, habría que añadir.

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