ABC, dentro de un caucus: «Somos demócratas camufladas»
El orgullo local de Iowa es tener ese papel sorprendente y desmesurado: poco más de cien mil almas esparcidos en llanuras congeladas del Medio Oeste donde casi nunca pasa nada
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El hielo cruje bajo las ruedas del coche camino de Clive, un suburbio de Des Moines, la principal ciudad de Iowa. En su escuela de primaria se celebra uno de los 1.657 caucus donde empieza a dibujarse el camino para ser presidente de ... EE.UU.
El orgullo local de Iowa es tener ese papel sorprendente y desmesurado: poco más de cien mil almas -ese es el número de vecinos que fueron este lunes a los caucus-, esparcidos en llanuras congeladas del Medio Oeste donde casi nunca pasa nada, en un país de 320 millones de habitantes, que impulsan o sepultan a los aspirantes a ser comandante en jefe de la primera potencia mundial.
Por las ventanas del coche solo se ve oscuridad, el blanco del hielo de la carretera, negocios cerrados, el humo que huye del tubo escape de otros vehículos, y por fin, los ventanales iluminados de la cafetería de la escuela. Dentro, menos de doscientos vecinos que parecen todos iguales: blancos, de mediana edad, discretos, cordiales.
«Somos vecinos, esta es nuestra democracia y podemos decidir el desarrollo del caucus como queramos», anuncia la presidenta republicana del distrito, Kathy Pietraszewski. Son las siete en punto de la tarde, la hora prevista para el comienzo de todos los caucus del estado, y lo dice para votar si dan un poco más de tiempo para el comienzo de la votación. «¿Damos de margen hasta y veinte, ni un minuto más?», pregunta, y suena al unísono un 'Aye' con las manos levantadas, una forma arcaica, como los propios caucus, de decir que sí.
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Los vecinos están sentados en las mesas rectangulares donde los chiquillos del barrio almuerzan cada día macarrones con queso o cualquier comida escolar cuestionable. «Pst», dice una señora, que ha elegido una silla fuera de estas mesas, junto a una amiga, y se inclina hacia el visitante. «Somos votantes demócratas camulfladas», confiesa. «Hemos venido a votar por Nikki Haley (una candidata republicana a la que se considera moderada) para intentar parar a Trump al máximo posible. Es la menos loca de todos estos», dice sobre los candidatos republicanos.
La legislación de Iowa permite cambiar la afiliación como votante a uno u otro partido el mismo día del caucus
La señora, que prefiere no dar el nombre, no está haciendo nada ilegal. La legislación de Iowa permite cambiar la afiliación como votante a uno u otro partido el mismo día del caucus. Lleva mascarilla, quizá por un catarro o en un intento absurdo de que sus vecinos no la reconozcan. «Mañana me vuelvo a registrar como demócrata».
Pietraszewski, que viste una camiseta con las barras y las estrellas de la bandera nacional, no presta mucha atención a las infiltradas y dirige la sesión con prestancia y rigor. Se elige a la nueva presidenta del distrito -ella misma, otra vez-, se informa del funcionamiento de la votación, se presenta a Joy Murphy como secretaria en el recuento, se escucha una plegaria por parte de un reverendo local y todos se ponen en pie para recitar el 'Pledge of Allegiance', el juramento de fidelidad a la bandera. «Una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos», termina el juramento, en el que se escucha con fuerza a las dos demócratas. «Seremos demócratas, pero no menos patrióticas», parecen querer decir.
Llega el momento de los discursos a favor de los candidatos, la oportunidad de escuchar a tu vecino -no a su campaña o a los medios- para que te convenza en el último minuto. Puede hablar cualquier asistente, pero solo uno por candidato.
Salta la sorpresa cuando un señor mayor, desgarbado y con coleta, pide hablar a favor de Liz Cheney, que ni siquiera es candidata. Ella es la republicana 'anti Trump' por antonomasia, la más vehemente en condenar el papel del expresidente en la campaña contra los resultados de 2020 que acabó con el asalto al Capitolio, que fue expulsada del partido. Pero todos escuchan con respeto a su vecino. Incluso le aplauden cuando acaba.
Es un ambiente muy diferente a los mítines, donde siempre aparecen personajes estrambóticos, cargados de parafernalia de sus candidatos. El caucus tiene la calma, la decencia y la civilidad que cada vez se echa más de menos en la política estadounidense.
«Esta votación para mí es personal, porque en 2020 me robaron el voto»
Se suceden los discursos y los aplausos, cerrados por la intervención a favor de Trump, que hace la propia Pietraszewski. Antes, anuncia que cede de forma temporal su puesto como presidenta a la secretaria Murphy para dirigirse al caucus. Se coloca una gorra roja 'trumpista' y proclama que «esta votación para mí es personal, porque en 2020 me robaron el voto». Una referencia a la acusación de Trump de fraude masivo en la elección que perdió frente a Joe Biden, seguida de una loa al expresidente: «Se juega cada día la vida por nosotros, cuando podría tener una vida muy cómoda».
Se retira la gorra, recupera su puesto neutral de presidenta de distrito y comienza la votación. Una voluntaria recoge las papeletas de los vecinos, donde han escrito el nombre de su candidato.
El recuento es rápido y guarda una sorpresa. Aquí ha ganado Haley, una rareza en una noche dominada por Trump. Pietraszewski coge la planilla amarilla con los resultados y la canta a los asistentes: «43 votos para Nikki Haley, 39 votos para Donald Trump, 21 votos para Ron DeSantis, 9 votos para Vivek Ramaswamy». Un último aplauso cierra el caucus.
En voz baja, los vecinos intercambian algún cumplido, se embuten en el abrigo, saludan desde lejos a alguien, prometen verse más a menudo. Fuera siguen las montañas de nieve acumulada y el hielo oscurecido por el paso de los SUV y las rancheras. La fiesta de la democracia, en el estilo recio del Medio Oeste, volverá dentro de cuatro años.
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