¿Son suficientes las sanciones internacionales para acabar con Boko Haram?
Naciones Unidas incluye a la milicia islamista en su «lista negra» de grupos afines a Al Qaida

Esta semana, la comisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas responsable de actuar frente a Al Qaida y sus grupos afines incluía en su lista de sanciones a la milicia islamista de Boko Haram. La medida, encaminada a congelar los activos del grupo armado, imponer prohibiciones de viaje a sus miembros, así como impedir que cualquier ciudadano ofrezca material de apoyo a los milicianos, ha sido calificada por la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Samantha Power, como «un paso importante».
Sin embargo, podría llegar demasiado tarde.
En 2012, David Alton, miembro de la Cámara de los Lores británica, denunciaba que organizaciones de caridad basadas en Reino Unido captaban fondos para el grupo radical.
Para poner fin a estas conexiones internacionales, ya a finales del año pasado, el Departamento de Estado norteamericano incluía al grupo yihadista en su lista de organizaciones terroristas.
Nada ha cambiado desde entonces.
Sobre todo, porque la realidad demuestra que las operaciones sobre el terreno de la milicia islamista no son para nada costosas. Primero, ante la facilidad para reclutar tropas de base en el deprimido norte del país. Ya el 7 de septiembre de 2010, en el considerado por la mayoría de analistas el prólogo de su dilatada carrera terrorista, el grupo armado había liberado a 721 prisioneros que se encontraban retenidos en la cárcel de Bauchi . Apenas un año después, en enero de 2012, otros 40 correligionarios del grupo huían del penal de Damaturu, a cerca de 280 kilómetros del anterior centro.
Segundo, ante el flujo de armas heredadas del conflicto libio que ha inundado la región. De acuerdo con un informe hecho público por Naciones Unidas a comienzos de 2012, la rebelión en Libia frente a Muamar Gadafi habría servido de retroalimentación a los grupos armados que operan en la región africana del Sahara y el Sahel, caso del propio Boko Haram.
Y tercero, ante las conexiones con la clase política del norte de Nigeria, aunque éstas se han reducido en cierta medida desde 2009. Ahora, los secuestros, los ataques a bancos y los asedios a prisiones son los que nutren al grupo primordialmente.
El caso de Somalia
Para entender la poca influencia de estas sanciones también resulta básico la comparación: En 2001, el clérigo radical Hassan Dahir Aweys, considerado uno de los principales líderes espirituales de la milicia somalí de Al Shabab, era incluido en esta «lista negra» . Aunque no sería hasta mediados del pasado año cuando Aweys, considerado el «yihadista» más importante de la región y una clásica figura antagónica en Somalia, se entregaba a las autoridades .
«El Consejo de Seguridad ha dado un paso importante en apoyo de los esfuerzos del Gobierno nigeriano para derrotar a Boko Haram y para que sus líderes paguen por los crímenes atroces que cometen», asegura, mientras, la embajadora estadounidense en la ONU, Samantha Power.
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