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Tocar los impuestos, la promesa más recurrente para arañar un puñado de votos

Subir o bajar tasas es la baza electoral más manida en los últimos años, un comodín para los candidatos de toda ideología

Tocar los impuestos, la promesa más recurrente para arañar un puñado de votos abc

ÉRIKA MONTAÑÉS

En toda contienda electoral que se recuerde, siempre son uno o varios los partidos políticos que anuncian una medida fiscal como gran baza para sumar un fardo de votos, bien sea una rebaja de impuestos o la aplicación de una nueva iniciativa que grave, por ejemplo, a los patrimonios más altos. Propuestas programáticas que se saben ganadoras de antemano (o al menos, es lo que parece) de la adhesión popular. Pero... ¿son realmente útiles? ¿Los líderes políticos ganan crédito en el feudo ciudadano con esos anuncios a bombo y platillo? Contesta un experto, Daniel Ureña , socio y director general de MAS Consulting Group , una compañía especializada en asesoramiento a líderes empresariales y políticos: « La promesa de bajar impuestos es un recurso relativamente habitual en política . Hay una parte muy importante de la población que no se siente muy a gusto con unos impuestos elevados y por ello los partidos políticos tratan de apelar a ese sentimiento». Según analiza este consultor, la promesa, no obstante, «encierra un riesgo importante , ya que como decía el político americano Mario Cuomo "se hace campaña en poesía y se gobierna en prosa". A veces la situación que los gobernantes se encuentran al llegar al poder le obligan a incumplir» ese compromiso.

Es decir, resume bien Ureña la realidad que muchas veces acaba imponiéndose a los programas y al entusiasmo desorbitado en las lizas electorales. La promesa de bajar tasas encierra un riesgo importante: toparse con la realidadSe podría recorrer un comicio tras otro para comprobar que hay una sobrada muestra de anuncios fiscales por parte de formaciones que se los intentan apuntar como principal tanto a su favor frente al adversario. Como recuerda Ureña, quien comparte sus conocimientos en el blog de ABC.es «El foso de la orquesta», en 1988 George W. Bush logró la Presidencia de la primera potencia del mundo y uno de sus mensajes más efectivos fue el de « Read my lips: no new taxes (Leed mis labios: no a nuevos impuestos) ». Cuando llegó al poder, tuvo que subir las tasas para contener el déficit público, explica el experto, quien completa: «Eso le sirvió a Bill Clinton para que en la campaña de 1992 recordara una y otra vez el incumplimiento de esa promesa, que a la larga terminó ayudándole a vencer al candidato republicano y hacerse con la Presidencia».

Un buen ejemplo, sin duda, porque sintetiza cómo la promesa puede convertirse realmente en un arma de doble filo para cualquier partido y gobernante mundial. «En los últimos años, en los que la situación económica no ha sido buena en Europa -comenta el también profesor de la Universidad Pontificia Comillas-Icade de Madrid-, esta promesa de bajar los impuestos se ha convertido en la de no subirlos, aunque no siempre se puede cumplir. Por ejemplo, François Hollande prometió en su discurso electoral que no subiría los impuestos, pero finalmente anunció que aumentarán en 2014». Al menos, en parte, porque no es menos cierto que ganó los comicios con una iniciativa clara: la de incrementárselos a las rentas más altas. En julio de 2012 cumplía la palabra dada , o especificada en el programa, y el Ejecutivo galo auspició una reforma fiscal entre cuyas medidas contenía la supresión de la subida prevista del IVA conocido como el IVA social , para beneficiar a las clases obrera y media en aras de imponer unas tasas «más justas, progresivas y comprensibles». Añadió para terminar -tal y como ya había adelantado el socialista en la carrera hasta los colegios electorales- que los ingresos anuales superiores a un millón de euros tendrían un impuesto excepcional del 75% . Los ingresos al capital tienen al otro lado de los Pirineos impuestos al mismo nivel que los del trabajo.

Las legislativas en Italia, un caso gráfico

Entre los casos más claros de cómo se apuesta a pecho descubierto por los impuestos como la baza electoral más manida, el más gráfico fueron las últimas elecciones legislativas italianas. Cinco partidos blandieron con sagaz pertinencia y como principal argumento sus medidas impositivas con el único objeto de arañar algunas papeletas. Véase: el candidato Pier Luigi Bersani prometió reducir los impuestos a los trabajadores y empresas y aumentarlos a los grandes capitales financieros e inmobiliarios, en suma, a las grandes rentas; el incombustible Silvio Berlusconi apostó en su programa «Completar la revolución liberal» por bajar las tasas con la eliminación del impuesto sobre la primera vivienda (el conocido en el país transalpino como IMU) por bandera; el cómico Beppe Grillo llevó en su programa con el Movimiento 5 estrellas la propuesta de control ferviente de la riqueza de los ricos y políticos a través de una sarta de medidas, entre ellas las fiscales; el anterior primer ministro Mario Monti concurrió con una promesa de rebaja de la carga fiscal como consigna estrella; mientras que, en quinto lugar, la coalición Rivoluzione Civile centró su campaña en la necesidad de introducir impuestos a los grandes patrimonios.

Batallas fiscales en cada guerra electoral

Las batallas por comprobar quién presenta la medida fiscal más innovadora van ligadas a las peleas electorales. Asistimos a ello hasta en Alemania. Angela Merkel, que no es sospechosa de utilizar argumentos manoseados y mucho menos los impositivos, también empleó una encendida defensa de la presión fiscal baja como fórmula para crear más empleo y prometió que si en las pasadas elecciones del 22 de septiembre los alemanes revalidaban su confianza en su persona, no tocaría los impuestos. Hacia arriba, claro. La canciller germana arrasó .No importa el lugar planetario donde nos encontremos que topamos con una promesa de más ayudas y menos impuestos. Viajamos a Australia, donde los comicios generales del verano pasado se fundamentaron en la defensa de esas dos directrices por parte del primer ministro Kevin Rudd y también del jefe de la oposición Tony Abbott . El primer día de la campaña hacia las urnas del 7 de septiembre ya se escucharon promesas como las populistas o populares (según se quiera) consistentes en eliminar el impuesto sobre las emisiones de dióxido de carbono si Abbott, en este caso, empezaba a regir los designios del país. El gravamen de las emisiones de dióxido de carbono ha sido una de las políticas más polémicas del laborismo en los últimos seis años en este país, así que la carta se ponía sobre la mesa para tratar de rascar algunos sufragios favorables. En Japón, la población forzó unos comicios por una tasa no anunciadaSaltamos hasta Japón, un caso que va más allá y roza lo idóneo en el imaginario colectivo, aunque parece poco plausible en otros países menos desarrollados a nivel político. Tokio, agosto de 2012. El primer ministro Yoshihiko Noda anuncia un adelanto electoral, después de haberse visto impelido a incrementar impuestos sin llevar esa medida en el programa electora l del partido en el Gobierno. ¿Qué sucedió en el país nipón? Que la ciudadanía no concibe que sus regidores adopten una decisión por la que no pujaron en las urnas.

Si el Partido Democrático, en el Ejecutivo, no contemplaba un alza de tasas cuando se presentó a las elecciones, por mucho que la situación económica abocase a esa determinación, entonces no se debe producir, dictamina la población en el país del Lejano Oriente. Si acaece, esa formación política debe superar una moción de confianza primero y después forzar a un adelanto de los comicios. Así se produjo cuando el Gobierno tomó esa decisión con una deuda pública en máximos históricos en junio del año pasado (se situó en casi 976,2 billones de yenes o 10 billones de euros) y la ciudadanía se opuso masivamente a la subida impositiva. « El Gobierno -se argumentaba en las encuestas- no tiene legitimidad si el partido en el poder no llevaba esa subida en su programa electoral».

Navegamos por el Pacífico oriental y llegamos a Estados Unidos, donde Barack Obama buscó (y logró) la reelección como máximo mandatario norteamericano con la promesa de elevar los impuestos a los más ricos . Esgrimió su estrategia con la siguiente frase: «Es tiempo de aplicar las mismas reglas desde arriba hasta abajo». La ovación atronadora por parte de los estratos más bajos de la población fue natural. Además, Obama culpó a sus predecesores republicanos de la creciente desigualdad entre ricos y pobres y el estribillo fue tildado por los contrincantes como «demagógico».

En España se chocó con la crisis

Italia, Francia, Alemania... y en el continente europeo, también España se imbuye en esa tendencia mundial de lanzar medidas fiscales para ganar partidarios. No faltaron en la última cita electoral, que ganó Mariano Rajoy. El programa con el que concurrió el PP a las últimas legislativas en nuestro país contempla la rebaja fiscal para empresarios (en el impuesto de sociedades) y ahorradores (en el IRPF), a la que se sumaron nuevas iniciativas como modernizar el impuesto sobre la renta, bajar el impuesto de transmisiones patrimoniales aplicado a la vivienda usada o mejoras en los trámites en el pago de tasas para las pymes y la aplicación del IVA superreducido de forma transitoria para la compraventa de vivienda habitual. Según el especialista en consultoría política Daniel Ureña, en todos los casos citados y en los que vendrán, los dirigentes deben ser conscientes de que «el efecto que tiene el incumplimiento es que genera desconcierto entre los votantes , especialmente si no se explican correctamente los motivos» por los que no se puede cumplir con la palabra dada. O la promesa electoral bosquejada.

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