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Chipre, tierra de fugitivos

Muchos evadidos de la justicia se esconden allí, especialmente en la parte norte, donde la Interpol no tiene jurisdicción

DANIEL IRIARTE

El pasado septiembre, la policía chipriota, conjuntamente con la británica Agencia de Crimen Organizado Importante (SOCA) y la ONG Crimestopper, lanzaron la llamada «Operación Zygos», destinada a rastrear a algunos de los criminales más importantes del Reino Unido, que, aparentemente, se encontraban en Chipre. No por casualidad. La isla es uno de los refugios favoritos de los fugitivos de la justicia, especialmente británicos, por numerosas razones: una vida agradable, un clima estupendo, y una importante comunidad de compatriotas expatriados en la que disolverse.

La operación localizó a nueve personas, acusadas de todo tipo de delitos: desde el presunto violador Paul Lockwood hasta el galés Martin Evans o los turcochipriotas Hasan Akarcay o Mehmet Salih, acusados de narcotráfico en Gran Bretaña, pasando por Martin Power y Timur Mehmet, buscados por fraude, o Wayne Smith y su novia, imputados por haberse dado a la fuga tras un atropello con resultado de muerte. Dependiendo de la época, las autoridades chipriotas han mostrado mayor o menor interés en perseguir a estos evadidos, pero la tendencia es constante: 49 de los 65 criminales más buscados del Reino Unido han sido detenidos en Chipre y extraditados.

Vacío legal

Algunos de estos acusados, como Timur Mehmet o la pareja Smith, han sido localizados por algunos medios británicos y chipriotas en pueblos y villas en los alrededores de Kyrenia, en el norte de la isla bajo control turco, lo que complica su detención. La República Turca del Norte de Chipre, creada en 1983, pocos años después de la invasión militar turca, es un estado que solo reconoce Ankara. Por lo tanto, no es parte de organismos internacionales como la ONU o... la Interpol.

La RTNC, de hecho, se ofreció a firmar un tratado de extradición con el Reino Unido, de donde proceden la mayoría de estos criminales, pero el gobierno británico lo rechazó para no provocar un incidente diplomático con el gobierno grecochipriota o con Grecia.

«Dado que el Norte de Chipre no tiene un tratado de extradición con Gran Bretaña, es inevitable que atraiga a aquellos que, por decirlo educadamente, desean evitar la atención de las autoridades británicas», asegura Rowan Bosworth-Davies, un antiguo detective de Scotland Yard y experto en blanqueo de dinero, en una entrevista concedida al diario “Daily Telegraph”. «El dinero robado puede destinarse a propiedades, bares, restaurantes, negocios de automóviles, y particularmente en casinos. Con los casinos, tú solo compras una gran cantidad de fichas, juegas un poco, y devuelves el resto a cambio de un cheque de casino, que puedes depositar en una cuenta bancaria», explica.

Celebridades locales

Por este motivo, la RTNC ha sido tradicionalmente el refugio preferido de aquellos fugitivos que, no obstante, no querían renunciar a una existencia relativamente cómoda. Es famoso el caso de John Doherty, que durante años ha vivido en su yate de medio millón de dólares, el «Louis Marie», el más grande del puerto de Kyrenia, con su amante belga. Buscado desde 1996 por las autoridades europeas por un fraude internacional de 5 millones de libras esterlinas, por el que fue condenado ‘in absentia’ por un tribunal británico, era, no obstante, una celebridad local dedicada –de forma legal, según la legislación de la RTNC- a la importación de cigarrillos.

Hasta 2002, otro que disfrutó de un estatus similar fue el narcotraficante Brian Wright «el Lechero» (llamado así porque «siempre entregaba a tiempo»), que vivía en un chalet de lujo en Lapta, cerca de Kyrenia. Wright fue una de las primeras víctimas de la política de cooperación desplegada por las autoridades turcochipriotas, durante el fallido proceso de reunificación de principios de la pasada década. En 2002, la policía turcochipriota se presentó en su casa con una orden de detención, pero el ‘capo’ había volado tras haber recibido un soplo. Desde entonces permanece fugado.

Presión psicológica

Pero a veces, esta impunidad no es suficiente. La presión psicológica puede acabar pasando factura a los evadidos, como le ocurrió al magnate turcochipriota Asil Nadir, propietario de un fondo de inversión fallido, que escapó a la isla en su jet privado en 1993, después de que la Oficina de Fraudes Importantes le imputase por un desfalco de 34 millones de libras esterlinas (41 millones de euros). A pesar de haber pasado 17 años en la isla, obtenido un pasaporte turcochipriota legal y haber fundado importantes negocios, como el grupo de comunicación Kibris, su estado de ánimo, según sus propios abogados, era «paranoide, depresivo y probablemente suicida».

Tal vez por ello, Nadir regresó voluntariamente al Reino Unido hace tres años, con la esperanza de ser absuelto. El pasado agosto, un tribunal le condenó a diez años de cárcel. Como asegura Martin Molloy, director adjunto de la Agencia Británica para el Crimen Organizado Importante: «Estamos decididos a hacer que la vida a la fuga sea intolerable para ellos, y que sean devueltos para enfrentarse a la justicia».

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