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SAN PÍO X (1903-1914)
Su interés por la política era escaso, por lo que se entregó por completo a los asuntos religiosos con unas prioridades muy claras: la piedad del clero y del pueblo; la adaptación de los medios de apostolado a las necesidades de los tiempos que corrían y la pureza de la doctrina. Sus contemporáneos no siempre fueron conscientes de que tenían ante sí a uno de los mayores reformadores de la historia. Se le acusó de haberse dejado
influir, y hasta dominar, por unos consejeros excesivamente conservadores.
Sin embargo, a lo que nadie podía poner ningún «pero»
era a que su fama de santidad se había extendido por todo el mundo
cuando murió en agosto de 1914. A su muerte, la prensa mundial,
sin distinción de idearios, exaltó la grandeza y santidad
de su persona. Lo natural es que subiera a los altares. Y así fue:
Pío XII le canonizó en 1954.
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