SAN PÍO X (1903-1914)

Nacido en 1835 en una familia modesta, su padre era funcionario de correos y su madre costurera. Pío X poseía un espíritu audaz y estaba dotado de una férrea voluntad a la que añadía un notable sentido de organización.

Su interés por la política era escaso, por lo que se entregó por completo a los asuntos religiosos con unas prioridades muy claras: la piedad del clero y del pueblo; la adaptación de los medios de apostolado a las necesidades de los tiempos que corrían y la pureza de la doctrina. Sus contemporáneos no siempre fueron conscientes de que tenían ante sí a uno de los mayores reformadores de la historia.

Se le acusó de haberse dejado influir, y hasta dominar, por unos consejeros excesivamente conservadores. Sin embargo, a lo que nadie podía poner ningún «pero» era a que su fama de santidad se había extendido por todo el mundo cuando murió en agosto de 1914. A su muerte, la prensa mundial, sin distinción de idearios, exaltó la grandeza y santidad de su persona. Lo natural es que subiera a los altares. Y así fue: Pío XII le canonizó en 1954.