PÍO XII (1939-1958)
No
habían transcurrido seis meses desde el acceso de Pío XII
a la sede de San Pedro cuando se desencadenó el cataclismo de la
II Guerra Mundial. El nuevo Papa no escatimó esfuerzos para conjurarlo.
Desde un primer momento el Pontífice creó un comité
de ayuda a las víctimas y un servicio de información en
favor de los prisioneros.
A sus ojos, nazismo y comunismo eran
tan rechazables el uno como el otro. Por tal motivo, nunca interpretó
la invasión de la URSS por las tropas alemanas como una cruzada
en beneficio de Europa. A pesar de que se dijo de él que «no
había venido al mundo con un temperamento luchador», son
muchos quienes piensan de manera diferente.
Aunque era algo tímido, Pío XII era un intelectual de gran
altura. Apenas hubo materia que quedara fuera de sus discursos, de sus
mensajes o de sus escritos. Algunos le han echado en cara su autoritarismo
o su tendencia al centralismo. Pero no son más que sombras inevitables,
que no empañan el brillo de una personalidad que convenció
al mundo con su espiritualidad.
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