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La casa -pág 2-

Por Carmen Fuentes

Un recuerdo sentimental


El comedor de la casa tiene un especial sentido familiar para Don Felipe pues el Heredero de la Corona, que tenía verdadera admiración por su abuelo el Conde de Barcelona, quiso llevarse a su nueva residencia los muebles que Don Juan tenía en su comedor, primero en «Villa Giralda», en Portugal, y, más tarde, en su residencia madrileña de Puerta de Hierro. En las paredes del comedor, un cuadro de Don Juan vestido de almirante y otro de una batalla naval.
Las mesas, las sillas y los aparadores que Don Juan tenía en Estoril están en el comedor de la residencia del Príncipe, que fue estrenado de forma oficial el 26 de junio de 2002, durante el transcurso de un almuerzo al que asistieron el presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, José Ramón Álvarez Rendueles, y sus miembros, tras la primera reunión de trabajo que Don Felipe celebró en su casa, cuando todavía no había dormido en ella porque aún no se había instalado. Esto lo haría, tiempo después, durante el verano.


Contiguo al comedor hay un cuarto de estar muy sencillo, donde se puede ver la televisión o tomar una copa con los amigos, pues tiene una barra, que está a la entrada al salón, a la derecha. Cuando se trata de sus amigos es Don Felipe quien se encarga de ofrecer y prepararles sus famosos «gin tonic», combinado que presume de hacer como nadie. Para ello utiliza copas de «balon» en las que pone mucho hielo, poca ginebra y una botellita de tónica entera. Como toque «de la casa» introduce un cuarto de manzana, en lugar del consabido limón, que da a la bebida un gusto especial.


La biblioteca de Don Felipe, de estilo gustaviano, es un espacio lleno estanterías que alberga tres sofás en torno a una mesa baja –tapizada en capitoné– alrededor de una chimenea que preside un retrato de la Reina, realizado por la pintora Alcaraz. Estancia con mucha luz –como toda la casa– y un amplio ventanal al jardín. A la biblioteca se puede entrar también desde el jardín. Desde aquí se accede al despacho oficial de la casa (en el piso de arriba tiene el personal), un recinto que alberga su mesa de trabajo y otra más grande y rectangular para la celebración de juntas o reuniones. En este espacio, de paredes en tono vino y láminas de madera, tienen cabida las vanguardias de Chillida y Canogar, que se alternan en las paredes con un retrato de su padre, el Rey, vestido de forma deportiva, realizado por el pintor andaluz Hernán Cortés.


Contiguo al despacho del Príncipe está el de su ayudante, decorado con dos cuadros de Juan Muñoz, un regalo que Ruiz-Gallardón le hiciera a Don Felipe cuando el Heredero de la Corona visitó, de forma oficial, la Comunidad que él presidía. Una sala de espera para las visitas, con cuadros de Manuel Mompó y Pombo, completan esta primera planta. A estos últimos espacios se accede desde un pequeño vestíbulo que hay a la entrada, antes del hall distribuidor.

Ámbito íntimo


Es en la primera planta del edificio donde está la verdadera residencia del Príncipe, el lugar donde hace la vida. En verano, siempre que no haga mucho calor, suele hacerla en el porche, donde acostumbra a comer o cenar al aire libre. Esta primera planta, de 423 metros cuadrados, cuenta con un dormitorio principal, completado con dos vestidores y dos cuartos de baño, uno para Don Felipe y otro para doña Letizia; una pequeña cocina (que al parecer doña Letizia quiere ampliar), otros dormitorios con sus respectivos baños, un despacho privado para doña Letizia, otro pequeño para su secretario, y otro más para el Príncipe de Asturias, al que se accede desde su dormitorio, donde Don Felipe tiene su ordenador personal, un equipo de música, una televisión con DVD y vídeo y sus cosas más personales.

Fotos y trofeos


Aquí, en este despacho, Don Felipe tiene, sobre una mesa de madera oscura con un gran cristal, muchas fotos: una de sus padres, dedicada, y otra de su abuelo, el Conde de Barcelona, en su barco Giralda. También una escribanía antigua de plata y un gran cenicero de cristal, aunque el Príncipe no fuma. En otras mesitas auxiliares del despacho hay varias fotografías enmarcadas, entre ellas una del «Hispania», el barco de vela de regatas de la Armada, dedicada por el almirante Marcial Sánchez Barcaiztegui, y otras que él mismo ha hecho a sus cinco sobrinos. En las estanterías, además de libros de lectura, varios álbumes de fotos familiares, de sus recuerdos más íntimos y de sus viajes con amigos, películas que él ha hecho con su cámara digital y una colección de las aventuras de Tintín, que tanto gustaban al Príncipe niño.
En este despacho Don Felipe tiene colgado de sus paredes unos pequeños y viejos esquís Russiñol, de sus comienzos de esquiador, y su diploma olímpico, como deportista participante en los Juegos de Barcelona 92. Diploma del que está muy orgulloso. También guarda con gran cariño algunas medallas de judo, de su época escolar , y los trofeos de vela, en su mayoría metopas, barcos, ánforas o esculturas con motivos náuticos, realizados por artistas catalanes o mallorquines. Tanto en Cataluña como en Baleares es costumbre que en lugar de dar copas se entregue una escultura, obra de un artista local. Preside la estancia una gran bandera de España y cubre el suelo una alfombra.

Cambios previstos


Cuando Francisco Muñoz –un arquitecto de prestigio nacional e internacional– ideó estas estancias, el Príncipe permanecía soltero. Las decoró con la participación del Heredero de la Corona –que, al parecer, intervino mucho y con muy buen criterio– dando su opinión sobre los colores y telas que le presentaba, las necesidades de su vestidor (uniformes militares, ropa de deporte, trajes de gala, de calle, enormes zapateros, corbateros...), pero sin saber qué le gustaría y cuáles iban a ser las necesidades de una futura Princesa de Asturias. Con el anuncio del compromiso matrimonial y la llegada al hogar de doña Letizia, las cosas han cambiado y tanto el vestidor como otras habitaciones se van a adaptar a las necesidades de la futura Princesa de modificando o recomponiendo algunos espacios.
El protocolo hace necesarios amplios armarios para guardar los trajes de noche o de ceremonia, cada uno de los cuales, al igual que sucede en el Palacio de La Zarzuela con el vestidor de la Reina, llevará una ficha con la ocasión y el día que se llevó. Este control evita errores imperdonables, de descuido, como asistir dos veces al mismo acto vestida de forma idéntica. El protocolo en el vestir es un detalle de cortesía.

El despacho de doña Letizia


Doña Letizia también dispondrá en la primera planta de la casa, porque estaba previsto, de un despacho para sus actividades como Princesa de Asturias, y de otro pequeño espacio para su secretario o ayudante. Se trata de una mínima estructura, de su secretaría de apoyo, tal y como figuraba cuando se hicieron las obras. Naturalmente ha habido que esperar a que llegase doña Letizia Ortiz para saber qué y cómo lo quería. Lo mismo que ha sucedido con su vestidor.


El dormitorio principal de la casa del Príncipe es una amplísima estancia donde, además de una gran cama, hay un sofá frente a la chimenea, varias cómodas y algunas estanterías. En ellas Don Felipe guarda orgulloso el sombrero que llevó como abanderado del equipo olímpico español, cuando representó a nuestro país en los Juegos de Barcelona 92. Y la réplica de la antorcha que les daban a los participantes. Como gran entusiasta de los relojes, en su dormitorio guarda varias cajas-joyeros con todos sus modelos, tanto los que se compra como los que le regalan. Una gran televisión, frente a la cama, con sus correspondientes DVD y vídeos, y un equipo de música completan la estancia en cuanto a aparatos audiovisuales se refiere.
El dormitorio que hoy ocupa el Príncipe es una gran habitación que le permite aDon Felipe hacer mucha vida. Se trata de una especie de suite que él ha adornado con sus objetos personales. Tiene un sofá tapizado en tonos claros frente a la chimenea. Al lado, hay una «chaise longue» y una mecedora de madera tropical, con la que el Príncipe fue obsequiado en uno de sus viajes oficiales a Iberoamérica. Una gran mesa baja, varias auxiliares y una cómoda completan este ambiente, presidido por un cuadro de un artista iberoamericano. En otra de las paredes hay una cómoda de época y, sobre ella, un gran espejo también de época.


Las habitaciones de invitados con sus respectivos baños, más un aseo para invitados, completan la planta primera.
La buhardilla, amplísima, continúa diáfana. Se irá adaptando a las necesidades de los Príncipes de Asturias y allí probablemente habrá un gimnasio y más dormitorios.
El garaje cubierto, con capacidad para ocho coches, es un poco largo y estrecho, y el Príncipe tiene la intención de modificarlo para hacer más fácil el acceso. Allí guarda sus coches y una pequeña moto Scooter, que en ocasiones utiliza para desplazarse a su despacho oficial en el Palacio de la Zarzuela.
En el jardín y a escasos metros de la residencia hay una piscina con duchas y vestuarios. Los jardines, diseñados por María Medina, están determinados por la arquitectura de la casa y por su asentamiento en un lugar dominante del Monte del Pardo. Se han trazado con la intención de integrar el paisaje con la arquitectura, y con el objetivo, al ser representativos, de crear un ambiente amable y cambiante a lo largo del año, que tuviese forma, sombra, agua y color.

Agua y paseos verdes


Hay dos jardines principales, orientados uno al norte y otro al sur. El septentrional es de acceso y está formado por un paseo de robles. En el centro hay un estanque, con nenúfares blancos y tres surtidores, rodeado por una franja de flores.
El jardín meridional tiene forma semicircular, para favorecer las vistas panorámicas, y se ordena con árboles que forman paseos y praderas. Las platabandas que los delimitan las integran setos de durillo y, en su interior, rosales de color blanco. Del porche salen, en direcciones opuestas, dos paseos paralelos a la fachada y limitados hacia el norte por dos jardincillos con fuentes.
En el jardín del Pabellón del Príncipe hay, por un lado, árboles –muchos, porque les entusiasman a toda la Familia Real– y setos, que ordenan el espacio y crean grandes masas vegetales; por otro, arbustos sin tallar y plantas de flor con variadas tonalidades. Los verdes varían hacia gamas más amarillentas, que en otoño viran en rojos, naranjas y amarillos y que contrastan con los pardos del entorno.


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