Don
Juan, un enlace en el exilio
Por Fernando Rayón
En
enero de 1935, Don Juan, quinto hijo –tercer varón–
de Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia, acudió a
Roma para asistir a la boda de su hermana Beatriz con Alejandro Marone,
príncipe de Civitella Cessi. En la ceremonia volvió a
coincidir con una prima a la que no veía desde hacía varios
años, a causa de sus estudios en la Academia Naval inglesa de
Darmouth.
María de las Mercedes era hija de Don Carlos de Borbón-Dos
Sicilias y de Doña Luisa de Orleans. Su padre, viudo de la Infanta
María de las Mercedes, hermana de Alfonso XIII, contrajo segundas
nupcias con su madre. Nacida en Sevilla en 1910, donde su padre había
ejercido varios años como Capitán General de Andalucía,
María «la brava», como la llamaba cariñosamente
Alfonso XIII, no perdió el tiempo y pocos meses después
se casaba, también Roma, con su primo Juan.
Efectivamente, el 12 de octubre de 1935 contraían matrimonio
en la Basílica de Santa María de los Ángeles Don
Juan y Doña María. Pero para entonces Don Juan no era
ya el «tercer» hijo del exiliado Rey Alfonso XIII. Tras
las renuncias de sus hermanos Alfonso, Príncipe de Asturias,
y de Jaime, en 1933, se había convertido en el heredero de Alfonso
XIII, es decir, en el Príncipe de Asturias. Era el futuro de
la dinastía.

Y sin embargo, a pesar de su título y de los de su futura esposa,
la boda de Roma resultó menos brillante de lo que se esperaba.
Y no fue deslucida por la presencia de españoles, que acudieron
a pesar de la situación del país, sino por la ausencia
de la Reina Victoria, madre de Don Juan, quien, lógicamente,
debería haber sido la madrina de la boda. Separada desde hacía
años del Rey Alfonso XIII, las relaciones con el Soberano y por
ende con sus hijos, no atravesaban su mejor momento. Tampoco acudieron
a la ceremonia su hermano mayor, Alfonso, ni representantes de casas
reales. Los únicos que estuvieron en pleno fueron los Saboya,
quizá porque jugaban en casa. Todo ello dio un cierto sabor agridulce
a la ceremonia que la presencia del Rey y de tantos compatriotas endulzó.
Lejos de la Patria y con un porvenir incierto, en aquella boda palpitaba
el amargo sabor del exilio.
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