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Felipe y el deporte
Por Pedro Sardina 

El regatista Felipe de Borbón y Grecia tiene todas las cualidades necesarias para ser un deportista de elite. Si el destino no le hubiera deparado ser Príncipe de Asturias, sin ninguna duda sería uno de los atletas más laureados de España. Tiene condiciones físicas suficientes para practicar cualquier deporte y está dotado de una mente privilegiada, que hace que su corazón se enfríe en las adversidades y sea muy cauto en los triunfos.


La afición al mar le viene de su abuelo, Don Juan, y desde muy pequeño se ha educado en un ambiente sano y deportivo. Su primer contacto con el deporte fue a través del judo, que le hizo desarrollar la espalda. Pero a él le gustaba la vela. Es paradójico ver las fotos de aquel chaval, que apenas levantaba un metro de altura, navegando en un barco de la clase Optimist en la escuela de vela de Calanova y compararlas con los dos metros de altura que se levantan hoy en día en la popa de los cruceros de 56 pies de alta competición.


De la Armada Española han salido los regatistas más prestigiosos de España y él no iba a ser una excepción. De la mano de Marcial Sánchez Barcaiztegui comenzó su singladura como tripulante del «Sirius IV», emblemático velero de la Comisión Naval de Regatas, para pasar a patronearlo sólo con el objetivo de participar y aprender, dada la antigüedad del buque. De ése una tonelada, al tres cuartos de tonelada «Aifos» (Sofía, al revés), con Juan Carlos Rodríguez Toubes y una tripulación de marineros de la Armada de reemplazo. Luego llegó el «Sirius V», un 50 pies que compró la Armada para utilizarlo como buque escuela deportivo. Ahí pasó unos años con Jaime Rodríguez Toubes y Fernando Marín, entre otros. Y en la actualidad navega en el barco de sus sueños, elvalenciano «CAM», de Fernando León y Kiko Sánchez Luna, dos grandes campeones olímpicos.


Su aventura olímpica la vivió en los Juegos de Barcelona 92. Navegó en la clase Soling, la más difícil de todas, junto a Fernando León y Alfredo Vázquez. Logró un diploma olímpico y eliminó a grandes mitos de la vela mundial. En esos Juegos era un regatista más, como lo es siempre, y en la vela de su barco rezaba «ESP. León-Borbón-Vázquez».


Es un líder que disfruta la victoria y asume la derrota. 

Jamás pierde la sonrisa por mala clasificación que haya tenido. Sabe obedecer tanto como mandar y defiende lo suyo con ahínco. Es un compañero ejemplar al que todos llaman Felipe, pues su condición de Alteza Real queda para fuera de los clubes náuticos. Frecuenta las barras de los bares como cualquier otro regatista y paga las consumiciones o acepta las invitaciones. Come «bocatas» en la cubierta del barco y bebe agua de la misma botella que los demás. Espera las colas y pasa los controles como cualquier otro. Le pesan, le miden y le piden la licencia federativa. Sólo tiene algo que los demás no tenemos: aparca el coche en la puerta. Pero ese privilegio no lo pidió él. Lo demostró en los Juegos de Barcelona 92, cuando bajaba al Puerto Olímpico en bicicleta desde la Villa de los atletas y se subía al mismo autobús que los demás para asistir a las concentraciones. Viste uniforme de equipo — eso sí, sin publicidad, aunque cuando navega con la Armada acoge el escudo en su pecho.


Los rivales de su barco se baten el cobre sin miramientos, incluso en los despachos, donde Felipe de Borbón ha perdido alguna que otra protesta deportiva ante los Jurados, así como también ha sufrido las injusticias de este deporte y ha salido perjudicado en decisiones ambiguas.
Este año estrenará barco. Se trata de un 54 pies con el nombre de «CAM» que ha diseñado el neozelandés Bruce Farr y que está construyendo Richard Guilles (el mismo que hizo el Copa América «España 92» y el Vuelta al Mundo «Pescanova») en los astilleros murcianos de Fuente Álamo. Este barco se estrenará en la Regata Castellón Costa Azahar, aunque el Príncipe de Asturias tomará contacto con él en la Copa de la Reina, en Valencia.



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