La verdad tras cuatro décadas de avalanchas humanas que estremecieron a la sociedad: «Hubo asfixias, pisotones, cráneos rotos y hierros que atravesaron carne»
La de Seúl recuerda a otras tragedias que han sacudido Europa y el mundo desde hace cuatro décadas
Así fue la avalancha de Seúl: «Hubo gente que intentó escapar a las tiendas cercanas, pero los echaron»
![Un herido de la tragedia más dura del fútbol](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2022/10/31/principal-REB6pav7BXpnWNBwQJWkQ9K-1240x768@abc.jpg)
Lo que comenzó como una noche de fiesta mutó a la velocidad del rayo en una tragedia. El pasado 29 de octubre, una avalancha durante una macrofiesta de Halloween en Seúl (Corea del Sur) estremeció al país y al mundo al provocar 151 fallecidos ... y 82 heridos graves por aplastamiento y asfixia. «De repente todo el mundo se cayó y la gente que quedó abajo fue aplastada», narró un testigo. Por desgracia, el triste suceso guarda estrechas similitudes con otros tantos aluviones masivos acaecidos a lo largo de los últimos 40 años. Entre ellos, la llamada 'tragedia de Heysel' –que cambió la historia del fútbol– o la más reciente del Madrid Arena. Esta última, alumbrada estos días por los focos de la actualidad por haberse sucedido hace una década.
Madrid Arena (2012)
Hace una década, pero las imágenes siguen grabadas a fuego en la retina de todos los españoles. El 31 de octubre de 2012, el Madrid Arena fue testigo de una de una avalancha que se cobró la vida de cinco jóvenes: Cristina Arce y Katia Esteban (que murieron en el acto) y Rocío Oña, Belén Langdon y Teresa Alonso (que fallecieron poco después). El infierno se desató durante la macrofiesta de Halloween 'Thriller Music Park'. La organización había prometido «un conjunto de primeras figuras de la electrónica mundial que han sabido dar un lavado de cara a los estilos de baile mayoritarios para crear un sonido mayoritario», y la juventud respondió con una asistencia masiva.
El aforo máximo del pabellón era de 10.620 personas, pero terminó por cuadriplicarse. Fue un despropósito. A pesar de la saturación, a lo largo de la noche se abrieron varias veces los accesos para permitir la entrada a más y más público. Y, para colmo, cuando se anunció la actuación del DJ Steve Aoki, otros 3.000 chicos que estaban haciendo botellón accedieron a la pista principal. Se calcula que había entre 20.000 y 40.000 almas en la sala cuando los platillos comenzaron a girar. A las 3:30 de la madrugada, se produjo una avalancha y un taponamiento en uno de los pasillos de evacuación. El triste resultado: cinco fallecidos.
La policía decidió no intervenir de inmediato para evitar una catástrofe aún mayor. Sabían que el pánico podía provocar nuevas avalanchas. Las investigaciones posteriores revelaron un rosario de ilegalidades más. Y hoy, aquel terrible borrón sigue vivo en la mente de los padres de las jóvenes fallecidas. «Cristina iba a clases de refuerzo de Matemáticas en una academia y nos vinimos rápido, porque tenía muchísima prisa para arreglarse y marcharse. Estábamos tomando una cerveza mi marido y yo en un bar al lado y nos dijo que se iba. Y se fue para siempre. Se fue. Y a la mañana siguiente la encontramos en una caja de madera», ha recordado en una entrevista exclusiva para ABC –que puede leer siguiendo este enlace– su madre, Isabel de la Fuente.
Mil muertos en Al-Aima (2005)
Fue la jornada más negra de la guerra de Irak: más de 1.000 muertos y 650 heridos en apenas unas horas. Pero todos aquellos peregrinos chiíes que perdieron la vida en el puente Al-Aima el 31 de agosto de 2005, entre los que había gran cantidad de niños y ancianos, no lo hicieron a causa de las bombas, sino de la avalancha provocada por el rumor de que un terrorista suicida iba a inmolarse. El ambiente era propicio para que el pánico cundiera rápido, pues ese mismo día un ataque con granadas de mortero reivindicado por Al Qaida, con la intención de provocar una matanza de chiíes, había acabado con la vida de siete personas.
La verdadera matanza llegó poco después, cuando el rumor del terrorista suicida corrió como la pólvora entre los más de 100.000 peregrinos que en ese momento cruzaban el puente Al-Aima sobre el río Tigris, que conduce a la mezquita del imán Musa al Kadim, uno de los lugares santos más reverenciados por los chiíes de Irak. La ola de pánico provocó una estampida mortal en la que varios cientos de personas quedaron atrapadas entre la multitud, muriendo aplastadas, pisoteadas, asfixiadas o ahogadas tras caer al río.
Los testimonios publicados por ABC daban buena cuenta de la tragedia: «Alguien gritó que había suicidas con cinturones de explosivos en medio de la muchedumbre y todo el mundo comenzó a correr hacia todos los lados»; «la gente corría y se aplastaba en mitad del pánico. Algunos cayeron al río, otros se tiraban ellos mismos»; «sentía que no podía respirar, que me estaba ahogando, y la gente gritaba fuera de control. Así que me tiré al agua, nadé y alcancé la orilla. Vi que mujeres, niños y ancianos caían al río detrás de mí. Muchos no sabían nadar».
![El puente, durante la avalancha](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2022/10/31/alaima-U76722010845OAD-660x371@abc.jpg)
Mientras miles de peregrinos continuaban su marcha hacia la mezquita, cientos de mujeres chiíes lloraban sobre los cadáveres tendidos en el suelo y los hospitales de Bagdad se vieron desbordados por la magnitud del suceso. La tragedia se produjo el mismo día que escogió Estados Unidos para poner fin a la presencia de sus tropas de combate en Irak y, supuestamente, a la guerra. Pero aquel era un momento de gran tensión entre las comunidades suní y chií, después de que los primeros rechazasen el proyecto de constitución sometido en referéndum en octubre de ese año .
Al día siguiente, centenares de bagdadíes merodeaban el lugar de la tragedia en busca de pistas y documentos que les ayudasen a identificar a las víctimas, mientras las excavadoras trataban de quitar del escenario de la tragedia las inmensas cantidades de zapatillas, chanclas, ropas y efectos personales que quedaron abandonados sobre el lugar. Muchas líderes políticos mundiales responsabilizaron a Al Qaida de lo ocurrido. El presidente iraquí, el kurdo Yalal Talabani, fue uno de ellos, asegurando que de no haberse producido los ataques como granadas de mortero contra la mezquita de Kadimiya, no se habría iniciado la estampida.
Tragedia en el fútbol (1985)
La llamada tragedia de Heysel cambió la historia del fútbol. La avalancha se vivió durante la final de la Copa de Europa entre el Liverpool y la Juventus y acabó con la vida de 39 aficionados e hirió a otros 600. Y todo, por la violencia desatada por los hooligans ingleses. La portada de ABC, sobre la imagen de decenas de personas tendidas sobre el césped y las gradas, hablaba de «dolor y vergüenza» en Europa ante una debacle que conmocionó al mundo entero, pero que no era ni mucho menos un hecho aislado, sino el punto culminante a varios años de gravísimos episodios de violencia protagonizados por los aficionados radicales ingleses.
Los ánimos estaban muy exaltados en los alrededores del Estadio de Heysel, y en toda la capital belga, el 29 de mayo de 1985. La final había sido interpretada por los medios de comunicación como un duelo entre el fútbol inglés, cuyos equipos habían ganado siete de la últimas ocho copas de Europa, y el fútbol italiano, campeón del Mundial de España con un equipo con seis jugadores de la Juve en el once titular. Durante toda la mañana, en Bruselas se habían generalizado altercados provocados por los hooligans: mujeres víctimas de vejaciones sexuales, peleas, destrozos en bares y vehículos y robos de escaparates.
Los incidentes en el estadio comenzaron cuando un grupo de hooligans atacó a otro de 'tifosis', desencadenando una autentica batalla sangrienta en la que no faltaron navajas, botellas, barras de hierro, piedras, trozos de alambrada y cualquier objeto susceptible de convertirse en un arma. En un momento determinado, los radicales ingleses derribaron la valla metálica que separaba a las dos hinchadas en «una carga que fue impresionante». Los italianos se replegaron hacia las paredes ante la acometida inglesa, produciéndose allí la mayoría de los muertos al quedar aprisionados y aplastados por la muchedumbre contra la gradas, «en un infernal e incontrolable movimiento de masas».
«Asfixias, pisotones, cráneos rotos y hierros que atravesaron cuerpos fueron las principales causas de las muertes»
No hubo suficientes efectivos para rescatar a los cadáveres o socorrer a los heridos, y hasta faltaron sábanas para cubrir los cuerpos de las víctimas. «Algunos fueron amortajados con la bandera blanquinegra de su propio club». La UEFA, sin embargo, decidió que se disputara el encuentro para evitar más víctimas, a pesar de la negativa del pleno de jugadores y el cuerpo técnico de jugadores. «Asfixias, pisotones, cráneos rotos y hierros que atravesaron cuerpos fueron las principales causas de las muertes», aseguraba el periódico. Todavía había cadáveres cuando empezó a rodar el esférico.
La tragedia de Heysel tuvo consecuencias catastróficas para el fútbol en general, pues se extendió la idea de deporte violento y peligroso y se redujo considerablemente el número de asistentes en la mayoría de los estadios de Europa. Al Liverpool se le prohibió participar en competiciones europeas durante diez años. La FIFA tuvo que trabajar dura para recuperar el prestigio de este deporte. Eliminó de todos los estadios las zonas sin asientos, estableció criterios para evaluar el riesgo de los partidos, se comenzaron a realizar cacheos, se instalaron cámaras de vídeo, se prohibió la venta de bebidas alcohólicas en el interior de los estadios, así como la introducción de todo tipo de elementos rígidos que pudieran ser utilizados como armas arrojadizas.
Entre le fuego y las avalanchas (1983)
ABC no pudo ser más franco en su portada el 18 de diciembre de 1983: «Otra vez el pavor de la muerte». El titular dio en el clavo, pues el año no había terminado con sonrisas y guirnaldas en la capital. Los datos no engañan: en apenas tres semanas, Madrid se enfrentó a dos accidentes aéreos consecutivos y uno más en la estación de Metro de Menéndez Pelayo. Y, como amargo colofón, un incendio. «Ayer, de nuevo, la muerte arrancaba casi un centenar de vidas jóvenes en una discoteca madrileña, ensombreciendo la fría madrugada de diciembre, cuando se vive ya en vísperas navideñas». El nombre del local jamás desaparecerá de la mente de los más vetustos del lugar: 'Alcalá 20'. La tragedia se cobró 81 vidas.
La pesadilla arrancó en la madrugada del 17 de diciembre, con una llamada a los bomberos: «Está saliendo humo de un local». Eran aproximadamente las cinco de la madrugada. Según ABC, el fuego nació en una zona alejada de la vista del público, en las inmediaciones del escenario. Cuando se vio la primera llama el DJ apagó la música y los más de 300 clientes empezaron a ponerse las chaquetas para salir. Reinó el desconcierto; nadie terminaba de creer lo que sucedía y muchos se tomaron a chanza el humo que tomó, a la velocidad del rayo, la pista de baile y la sala.
![Los bomberos, frente al Alcalá 20](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2022/10/31/alcala-U24777136582xpH-660x371@abc.jpg)
Uno de los presentes, José Ramón Pacio Lara, de 22 años, admitió a ABC que él fue uno de los que no se tomó en serio aquella calamidad. «Comenzó a salir humo y la gente, en broma, empezó a gritar: 'Que las abran, que las abran', refiriéndose a las cortinas, en tono festivo. Yo estaba con tres compañeros y, de pronto, nos encontramos envueltos en una nube de humo denso y negro». Antes se había intentado apagar las llamas con una boca de incendios que había en la sala, pero fue en balde. De pronto, la humareda se convirtió en el verdadero enemigo por la pésima ventilación. «No se veía la salida, estábamos aturdidos. Perdí el contacto con mis compañeros».
Cuando los 300 clientes se percataron de que la Parca venía a por ellos la situación dio un vuelco radical. Hubo empujones, gritos y llantos. Javier Pauluz, que estaba en el interior y entró y salió varias veces de 'Alcalá 20' para tratar de guiar a las víctimas hacia la calle, confirmó a ABC que se oían voces por todos lados y que era imposible avanzar a través del humo. «El fuego ha empezado por los bastidores del escenario, por la parte de arriba. Acababan de encender las luces para irnos y salía un poco de humo. Serían las cinco menos diez. La gente salía agarrada y algunos chillando. Yo salí de los últimos para rescatar a más», explicó.
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Otro de los supervivientes, Javier Pauluz, corroboró a este diario que intentó escapar por las salidas de emergencia, pero que las puertas estaban cerradas. Lo mismo pasó con dos grandes entradas traseras. Ambas tenían echadas el cerrojo para evitar que la gente no se colara. El resultado fue que la única salida visible se hallaba al fondo «de un pasillo muy estrecho». La avalancha terminó de provocar el caos. Por si fuera poco, muchos clientes, desorientados, cometieron el error de subir en su huida al último piso de la discoteca. «Allí había una verja por la que no se podía pasar», informó Pauluz. Otros ni tan siquiera se enteraron de lo que sucedía y dejaron este mundo asfixiados en varios reservados ubicados en los laterales del escenario.
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