El triste final de los judíos que lucharon contra los nazis en Varsovia: «Se encerraron en un búnker y se suicidaron»
El director del Museo del Gueto de Varsovia narra a ABC los pormenores de un levantamiento que, aunque acabó en desastre, sirvió de ejemplo al resto de Europa
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Napoleón Bonaparte quedó prendado de Varsovia en 1806. Años después, con mucha guerra a sus espaldas, todavía recordaba aquellas majestuosas construcciones y ese gélido invierno polaco que le ofrecía a la urbe un halo casi divino. El 'pequeño corso' se habría estremecido de dolor ... si hubiera vivido lo suficiente para ver cómo los alemanes volatilizaban sin piedad el 90% de los edificios durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el triste peaje que tuvo que pagar una de las ciudades más bellas de Europa después de que, un 19 de abril de hace ocho décadas, los habitantes del gueto judío erigido en su seno se alzaran en armas contra la esvástica nazi para resistirse a la deportación y esquivar a la Parca.
A aquellos milicianos, héroes todos con nombres y apellidos, les resultó imposible detener la Shoá, el término que los hebreos utilizan para referirse a la matanza sistemática de judíos durante el conflicto. En un mes sus ilusiones fueron aplastadas y miles de sus compañeros y familiares terminaron fusilados o deportados. Pero Albert Stankowski, el director del Museo del Gueto de Varsovia, tuerce el gesto cuando atisba siquiera la palabra derrota: «Los insurgentes eran conscientes de que no podían ganar. Lucharon para morir bajo sus propios términos, y a nivel simbólico salieron victoriosos». El que es hoy uno de los mayores expertos en el Holocausto afirma a ABC que aquel levantamiento fue el primero de la Europa ocupada y «se convirtió en un ejemplo» para el resto de ciudades.
Stankowski responde inmerso en su enésimo viaje a España. En este caso, para participar en la inauguración el pasado martes de 'Ciudad de los vivos/ciudad de los muertos', una exposición con 22 paneles que superponen fotografías de archivo del gueto con imágenes de la urbe actual; la enésima prueba de que siempre hay esperanza y futuro tras la debacle. La muestra, que podrá disfrutarse hasta el próximo 25 de mayo en el Centro Cultural Galileo, se basa en un proyecto fotográfico de Robert Wilczyński comisariado por Paweł Freus, ha sido organizada por la Embajada de Polonia en España y el Instituto Polaco de Cultura y ha contado con la colaboración del Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Museo del Gueto de Varsovia y el Centro Sefarad-Israel.
Camino al desastre
Los paneles no evocan solo la batalla que estalló en 1943; también se centran en los prolegómenos de una catástrofe anunciada. Tras el verano de 1939, los panzer atravesaron Polonia en menos de un mes. Y de ahí, a las normas que regulaban el uso de la Estrella de David en el país. El punto de inflexión fue la creación del 'Judenrat' por parte de los nazis. Y es que, desde el alumbramiento de esta organización se prohibió el funcionamiento de cualquier otra asamblea judía. El final del camino fue el nacimiento del gueto en octubre de 1940 mediante una circular del gobernador del distrito: «Se constituye un barrio en Varsovia en el que deberán residir los judíos. Los polacos que vivan en él deben trasladar su domicilio a otra parte antes del día 31».
No mentía. En un suspiro, 350 hectáreas fueron rodeadas de un muro aislado del exterior a golpe de fusil. En su interior llegaron a vivir hasta 445.000 personas hacinadas en habitaciones masificadas: media docena de almas por cuarto. Sin higiene, sin comida. «Los judíos a cada rato sienten cernirse la sombra de la muerte, pero no dejan de pensar en la posibilidad de huir», dejó escrito una superviviente. La pesadilla se completaba con las recurrentes deportaciones hacia los campos de concentración, cada una más masiva que la anterior. La más exagerada se sucedió en enero de 1943, cuando las autoridades nazis planearon la liquidación total del gueto. Por suerte, detuvieron aquella locura poco después.
Liquidar el gueto
La tranquilidad no se extendió demasiado. El 19 de abril, los alemanes volvieron a la carga. Con lo que no contaban era con que los judíos se habían organizado para repelerles. Los disparos comenzaron al amanecer, como en el 'far west'. «La primera columna de unidades de las SS fue atacada por miembros de la Organización Judía de Combate en la intersección de las calles Gęsia y Zamenhofa. La segunda fue golpeada en la calle Miła. Por la tarde comenzaron los combates en la plaza Muranowski, donde lucharon miembros de la Unión Militar Judía», sentencia Stankowski. Como colofón, en uno de los edificios adyacentes a la plaza principal fueron colocadas dos banderas: la polaca y la sionista. Aquel día, los nazis no tuvieron más remedio que abandonar la zona. Versados soldados superados por ciudadanos hambrientos.

Stankowski continúa con la historia, se la sabe al dedillo: «El general de las SS Jürgen Stroop, que tenía experiencia en la lucha contra los partisanos, fue llamado para ayudar. Al día siguiente hubo combates en los alrededores de la plaza Muranowski: los alemanes querían arrancar a toda costa las banderas que ondeaban sobre el gueto». Ahí empezó la locura. Los soldados combatieron «en la zona del taller de los cepilleros y en los talleres de Toebens y Schultz». Por desgracia, las fuerzas de los combatientes eran minúsculas, lo mismo que la munición y las armas. Pasadas unas pocas jornadas, la única salida que hallaron los insurgentes fue refugiarse en búnkeres. Poco más podían hacer.
Aquella idea fue su perdición. «Los alemanes, incapaces de detectar todos los escondites, quemaron casa por casa los edificios para obligarles a salir», sentencia el experto. Pocos lograron sobrevivir; tan solo algunos privilegiados que huyeron por las alcantarillas. Todo acabó con aroma numantino. «Los dirigentes de la Organización Judía de Combate se suicidaron el 8 de mayo en el búnker de la calle Miła 18, y casi todos los soldados de la Unión Militar Judía murieron en el 'lado ario'». El 16 de mayo todo acabó: fueron capturados 50.000 judíos y, de ellos, 7.000 terminaron fusilados. Pero Stankowski está convencido de que fueron pioneros: «Después estallaron revueltas en los guetos de Częstochowa, Białystok y Będzin y se rebelaron los presos judíos en los campos de exterminio de Treblinka, Sobibór y Auschwitz».
Historias personales
Acaba Stankowski la historia más canónica, pero no se le esfuman las ganas de desempolvar el mosaico de personajes que sufrieron privaciones: «Cada uno merece ser recordado, los supervivientes y los que no sobrevivieron». Así, aprovecha que el museo que dirige inaugurará su sede física en Varsovia en 2025 –aunque se creó de forma administrativa en 2018– para desvelar una heroicidad obviada por los libros: «La localización será el antiguo hospital judío de los Bersohn y los Bauman. Ellos y otros tantos médicos lucharon contra las enfermedades y el hambre. Fue su acto de rebeldía contra la política alemana que trataba de deshumanizar a los judíos». Y tampoco aparta a las mujeres. «El año 2023 ha sido declarado en Polonia Año de Conmemoración de las Luchadoras y los Luchadores del Gueto de Varsovia».
Historias hay miles, espacio, mucho menos. La última pregunta que le hacemos al experto es qué opina de que los últimos supervivientes del gueto estén abandonando este mundo de forma inexorable. Responde sin morderse la lengua. Sabe que es duro, pero también que la labor de su museo es clave «para escuchar sus relatos y preservarlos para las generaciones futuras». No se escapa sin redoble final: «Que mueran significa que los que vivimos ahora tenemos una responsabilidad todavía mayor: la de conservar la memoria de la gente que vivió y murió en tiempos inhumanos. Es imposible enseñar toda la maldad del Holocausto sin presentar los destinos de las personas individuales».
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