El terror de los Panzer nazis: la historia del tanque soviético que desfiló ante Putin el Día de la Victoria
El T-34 entró en servicio a finales de los años treinta y se convirtió en la columna vertebral de las divisiones acorazadas de Iósif Stalin gracias a que era fácil de producir, barato y resistente
La excepción de Rusia: ¿por qué el Kremlin celebra el desfile del Día de la Victoria sobre Hitler el 9 de mayo?

Poco queda de la gloria que destiló el Gran Oso ruso durante las grandes guerras que hicieron tambalearse el mundo desde mediados de los años cuarenta. Las columnas acorazadas que lucían orgullosas en el desfile del Día de la Victoria, la conmemoración de la derrota del nazismo en 1945, se han esfumado; hoy tan solo queda austeridad y modestia. El ejemplo más claro se pudo ver el pasado 9 de mayo frente al Kremlin. Allí, en el corazón de la Plaza Roja, tan solo hubo un carro de combate que representó el poder de Vladimir Putin: un solitario T-34/85, orgullo de Iósif Stalin en la Segunda Guerra Mundial y bestia negra de la 'Wehrmacht' en los campos de batalla.
Del resto, nada de nada. Los modernos T-80 y T-90 han sido desplazados a Ucrania, donde el ejército ruso se desangra cada vez más rápido. Tampoco se vislumbró a los revolucionarios T-14 Armata, orgullo del ejército. Ni tan siquiera un viejo T-72 o un vetusto T-55. La realidad es que los almacenes se han vaciado de todo aquello con blindaje y cañón. Los números no engañan. En 2015, unos 16.000 soldados marcharon junto a 200 vehículos mientras, sobre sus cabezas, sobrevolaban 200 aviones. Y el año pasado, a pesar del conflicto, el público pudo disfrutar de algunas unidades de tanques que formaban –y forman– la columna vertebral de las divisiones mecanizadas.
El porqué Putin ha respetado la presencia del T-34/85 tiene su lógica histórica. Para empezar, porque este carro de combate supuso una revolución gracias a su blindaje inclinado y a su cañón –de 76 milímetros primero y de 85 milímetros en los modelos posteriores–. Pero también porque dos de ellos fueron los primeros en entrar en el Berlín dominado por los nazis poco antes de que la bandera roja flameara en el Reichstag. Para Rusia, este vehículo es más que una de las armas que aplastaron a Hitler; representa el orgullo de la vieja Unión Soviética y la victoria de una industria militar que, a pesar de la invasión de teutona, siguió activa tras ser desplazada ladrillo a ladrillo hacia el norte del país. No en vano, de las cadenas de montaje salieron hasta 57.000 T-34.
Aparece la pesadilla
«¡Nuevo carro enemigo!». Las palabras del jefe del Estado Mayor General alemán, Franz Halder, resonaron temblorosas en la campiña rusa. Corría 1941 y la 'Wehrmacht' se sentía imbatible. Su columna vertebral la formaban los Panzer III y los Panzer 38t de fabricación checa; estos últimos, un 25% de las unidades acorazadas. Y ninguno de ellos estaba preparado para enfrentarse a la mole que acababa de emerger ante sus ojos: el Kliment Voroshilov KV-1. Aquel día, tan solo dos proyectiles de 88 mm. consiguieron atravesar su blindaje. La guinda a esta debacle la puso la llegada de un coloso de 26 toneladas y blindaje inclinado: el mítico T-34. «Quedamos impresionados, ¡era el mejor de la época!», escribió el 'as' de la 'Panzerwaffe' Otto Carius.
La URSS supo estar a la vanguardia en lo que a tanques se refiere desde la misma Guerra Civil. Poco después de que Hitler invadiera las tierras de Iósif Stalin el 22 de junio de 1941 en la Operación Barbarroja, las deficiencias de los panzer quedaron en evidencia cuando se toparon con los primeros T-34. «Fue el carro de mayor impacto. Su revolucionario diseño le hacía superior a cualquier otro carro de tipo medio conocido en la época en armamento principal, protección y movilidad. Tenía un blindaje inclinado de 32 mm. de espesor, un compacto y potente motor diésel menos caprichoso que sus predecesores de gasolina y una torreta fundida en una sola pieza en lugar de hecha de acero laminado en frío», afirma el historiador militar Robert Kershaw en su magna 'Tank men'.

También supuso una victoria a nivel industrial. Con el paso de los meses, su diseño se simplificó para que pudiera ser ensamblado con mayor facilidad, se redujeron las piezas que lo formaban de 6.000 a 4.500 y su inventor ideó una herramienta de soldadura para las placas de blindaje que podían usar mujeres y niños. Todo ventajas para un país asolado por el nazismo y sin una moneda que perder en minucias. Aunque nada dura para siempre. Tras la aparición de los nuevos modelos superpesados de tanques alemanes, entre ellos el Tigre y el Pantera, la URSS equipó a su viejo fiable con nuevos cañones de 85 milímetros. Era la única forma de hacer frente al enemigo.
Testimonios de la superoridad
Los testimonios de los germanos atestiguan lo duro que era enfrentarse a los T-34, y a los menos populares KV-1, en 1941 y 1942. El Panzer III, de menor porte y peor blindaje, sufría una infinidad para acabar con ellos. «Para tener alguna oportunidad debíamos acercarnos mucho, hasta unos 200 metros, mientras que ellos podían dejarnos fuera de combate a una distancia de 1.000», explicó Rolf Hertenstein, de la 13.ª División Panzer. El barón von Langermann coincidió con él al dejar por escrito la «absoluta superioridad que los carros rusos de 26 y 52 toneladas» tenían sobre sus unidades acorazadas. Este último alabó la enorme distancia a la que los cañones rusos podían causar bajas gracias a su «gran precisión y enorme fuerza de perforación». Por no hablar del «excepcional motor diésel» y su resistencia a las averías.
La infantería alemana también veía con desesperación a los T-34, como describió un veterano alemán de la Operación Barbarroja tras la Segunda Guerra Mundial:
«¿Usar el fusil? Tendría el mismo efecto que darte la vuelta y tirarle un pedo. Además, nunca te pasa por la cabeza disparar; simplemente tienes que quedarte paralizado como un ratón, porque si no aullarías de terror. No mueves ni el dedo meñique, por miedo a irritarle. Entonces te dices a ti mismo que tal vez hayas tenido suerte, que no te ha visto, quizás haya atraído su atención alguna otra cosa. Pero por otro lado piensas que quizás tu suerte se ha acabado y que esa cosa viene directa a por ti, hasta que dejas de ver y de oír en tu agujero. Es entonces cuando necesitas nervios como cables de acero, se lo aseguro».
El mismo Otto Carius, quien por entonces ya se hallaba al frente del 21.º Regimiento Panzer, admitió la superioridad de los T-34 en sus memorias, 'Tigres en el barro': «Otro suceso que nos cogió como si nos hubiera caído encima una tonelada de ladrillos fue la aparición de los primeros carros rusos T-34 . Nos sorprendieron completamente». Su frustración durante los primeros meses de la Operación Barbarroja fue tal que esgrimió alguna que otra queja contra sus mandos. «¿Cómo era posible que 'los de arriba' no conocieran la existencia de este carro superior?». También admitió que era casi imposible, al menos por entonces, parar el torbellino de blindados de Stalin: «¿Qué se suponía que deberíamos hacer contra tales monstruosidades que los rusos arrojaban contra nosotros en enormes cantidades?». En sus palabras, «cundió entre nosotros la sensación de estar prácticamente indefensos».
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