La semilla del odio de Bolsonaro: sus frases más arrogantes en defensa del golpe de Estado
El expresidente lleva años apoyando la dictadura e, incluso, trató de conmemorar públicamente la rebelión militar de 1964, a pesar de haber recibido tres condenas judiciales y 30 peticiones de inhabilitación por ello
La justicia brasileña ordena al Ejército desmantelar los campamentos bolsonaristas

El expresidente Jair Bolsonaro lleva años regando la semilla del odio en Brasil, que dió este domingo su fruto más insólito, violento y peligroso con el asalto, en Brasilia, de las sedes del Congreso Nacional, de la Corte Suprema y del Palacio de Planalto, ... el emplazamiento del Gobierno brasileño. Este amago de golpe de Estado, emulando al del Capitolio de Estados Unidos hace justo dos años, se ha producido una semana después de la investidura de Luiz Inácio Lula da Silva como sucesor del polémico líder de ultraderecha.
La imponente plaza de los Tres Poderes, con la célebre arquitectura de Oscar Niemeyer, se llenó de bolsonaristas con banderas de Brasil y camisetas de la 'canarinha'. Los vándalos entraron en los edificios rompiendo los cristales y, una vez en el interior, se dedicaron a saquear el mobiliario. Lo curioso de este suceso, sin embargo, es que si atendemos a las declaraciones vertidas por Bolsonaro desde que comenzó su carrera política, es probable que el asalto se podría haber evitado.
Su vieja y agresiva retórica en defensa del golpe de Estados de 1964 y de la dictadura militar que gobernó el país durante dos décadas con secuestros, torturas y asesinatos de opositores, lleva años calando en los brasileños. Hablamos de un legado terrorífico en el que encontramos frases racistas, homófobas, machistas y hasta negacionistas, en medio de una pandemia del Covid que ha dejado en Brasil la friolera de 688.000 muertos y 35 millones de contagiados, además de políticas.
Hace dos años, el escritor brasileño Walter Barretto Jr. las recogió en el libro 'Bolsonaro y sus seguidores: 1560 frases'. «Mi idea es que el ciudadano que lo compre les lea unas cuantas de estas 'perlas' a sus amigos y familiares para que vean el error que cometieron al votarle y evitar que lo repitan», explicó el autor a 'XL Semanal'. Entre ellas: «Si veo a dos hombres besándose en plena calle les golpeo», «cuando era un congresista soltero, me gastaba las dietas en follar», «si fuera por el Partido de los Trabajadores [de Lula da Silva], la pedofilia pronto dejaría de ser delito», «si te vacunas, te conviertes en caimán», «tienes una cara de homosexual que no puedes con ella [a un periodista]», «si a los más pobres les das subsidios, terminan teniendo más hijos» y «todo el mundo tiene que morir algún día», en referencia al Covid.

Conmemorar el golpe
Sin embargo, los comentarios que más ampollas levantaron son aquellas en las que Bolsonaro parecía legitimar o mostraba sus simpatías por el golpe de Estado de 1964. En un primer momento aseguró que «es mentira que fuera una dictadura», aunque ya había declarado en 2016, cuando era diputado federal y sin ningún pudor, que «el error de la dictadura fue torturar y no matar a sus adversarios». El ultraderechista fue mucho más allá hace dos años al intentar «conmemorar» la sublevación militar de 1964.
Como era de esperar, la Fiscalía brasileña lo rechazó tajantemente, y le recordó que «festejar un golpe de Estado es incompatible con el Estado de Derecho». El Ministerio Público Federal (MPF), a través de la Procuraduría de los Derechos del Ciudadano, subrayó también en un comunicado que aquel levantamiento «supuso, sin ninguna posibilidad de duda o de revisionismo histórico, una ruptura violenta y antidemocrática del orden constitucional». Asimismo, destacó que los militares «dieron origen a un régimen de restricción a los derechos fundamentales y de represión violenta y sistemática a la disidencia política».
Por último, la Fiscalía recordó que el apoyo de un presidente de la República a esta histórica asonada en plena Guerra Fría, puede suponer un «crimen de responsabilidad», según lo establecido en el artículo 85 de la Constitución. Aún así, Bolsonaro nunca dejó de intentarlo. Lleva años tratando de blanquear la historia de lo ocurrido hace casi sesenta años, calificando el golpe de «revolución» o «contrarrevolución», a pesar de haber recibido ya por sus exabruptos tres condenas judiciales y 30 peticiones de inhabilitación.
La crisis
Cuando se produjo, hacía solo dos y tres años que se había producido la crisis de los misiles de Cuba y se había construido el Muro de Berlín, respectivamente. Estos dos episodios habían intensificado la lucha entre Estados Unidos y la Unión Soviética en la escena internacional. En Brasil, sin embargo, se manifestó por el miedo de algunos militares y sectores conservadores por el ascenso de ciertos grupos comunistas o socialistas desde la llegada al poder de Joao Goulart en 1961, a lo que se sumó la crisis económica heredada del gobierno de Juscelino Kubitschek, por no haber aceptado un préstamo de Estados Unidos de 300 millones de dólares.
Aquella decisión le valió una gran popularidad, pero la situación económica del país siguió siendo débil. Durante los tres años de legislatura de su sucesor, 'Jango', como se conocía popularmente a Goulart, se produjo un aumento de la inestabilidad social y política del país, con una inflación cada vez más elevada y unas diferencias con la oposición derechista cada vez más grande. Los mandos del Ejército exigieron entonces al presidente que purgara a los miembros de su administración que fueran más de izquierdas.
Goulart no cedió a las presiones, a pesar de que en el horizonte ya se vislumbraba la posibilidad de una sublevación militar. Confiaba en que sus partidarios ofrecerían resistencia armada en el caso de que se produjera y siguió con sus políticas. Expropió refinerías de petróleo y tierras de propiedad privada y pidió una nueva constitución, lo que generó una reacción de las fuerzas conservadoras, que organizaron la llamada 'Marcha de la Familia con Dios por la Libertad'. Pocos días antes del golpe, 'Jango' dio un discurso ante cerca de 200.000 personas, conocido como el 'Comicio de la Central' o 'Comicio de las Reformas', que fue interpretado directamente como una declaración de guerra contra el Ejército.
El golpe de Estado
El 30 de marzo, el presidente realizó una nueva declaración improvisada en el Club del Automóvil de Río de Janeiro ante un grupo de sargentos en la que pide el apoyo de los militares para sus reformas. Esto provocó que los militares rebeldes dieran el golpe de Estado un día después, con el general Olímpio Mourão Filho, jefe de la guarnición de Minas Gerais, avanzando con sus tropas hacia Río de Janeiro, la ciudad donde se hallaba todavía el presidente.
Ese mismo día, la embajada de Estados Unidos empezó la conocida como 'Operación Brother Sam', cuyo objetivo era asegurar que el golpe de Estado tuviera éxito. Curiosamente, tres meses y medio antes del golpe, el embajador Lincoln Gordon ya había manifestado su rechazo a las políticas de Goulart y enviado a la Casa Blanca un informe titulado 'Plan de Contingencia para Brasil', en el que había detallado la influencia del comunismo soviético provocaría una grave revuelta de la izquierda en el país.
Apoyado en la sombra por Washington, el mismo día 31 el general Amaury Kruel llamó por teléfono a Goulart para exigirle que dimitiera y expulsara a sus asesores de izquierda, pero este se negó. A continuación le retó con las siguientes palabras: «General, usted debe aferrarse a sus convicciones. Ponga sus tropas en la calle y traicióneme públicamente». En ese momento, las tropas de Sao Paulo que todavía le eran leales, se unieron al golpe y no le quedó más remedio que huir a Brasilia para intentar obtener el apoyo del Parlamento.
Sin embargo, uno de los diputados, Auro Moura Andrade, declaró vacante la presidencia. Ante esta situación, Goulart se trasladó a su estado natal, Río Grande do Sur, porque las Fuerzas Armadas de allí aún le eran leales, pero viendo que ya no podía hacer nada, decidió rendirse y evitar una guerra civil entre los brasileños. Entonces se refugió en su hacienda familiar, situada en la frontera con Uruguay, donde fue testigo del triunfó definitivo del golpe antes de exiliarse el 4 de abril.
El Congreso, bajo la presión de los militares, designaron al general Humberto de Alencar Castelo Branco como presidente de Brasil el 15 de abril, iniciándose una de las etapas más oscuras de la historia del país. En la década de 1970 él régimen reforzó aún más el aparato represivo con secuestros, cárceles privadas, torturas, asesinatos y ocultación de cadáveres.
Los brasileños que ayer tomaron el congreso brasileño exigían de nuevo una «intervención militar» para devolver al poder a Bolsonaro, que se encuentra en Estados Unidos. Tras un día de silencio, el expresidente se ha manifestado por fin a través de su cuenta de Twitter para negar su implicación y cargar, de paso, contra la izquierda: «Las manifestaciones pacíficas, en forma de ley, son parte de la democracia. Sin embargo, las depredaciones e invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla».
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