Salen a la luz los secretos de la Reina de España que quiso vivir en el anonimato

La tercera esposa de Fernando VII, María Josefa Amalia de Sajonia, murió joven y sin darle hijos al Rey. Durante dos siglos fue olvidada y maltratada por la historiografía, hasta ahora que sale la primera biografía, con documentos inéditos, para desmentir las leyendas

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Montaje del retrato de Doña María Josefa Amalia realizado por Francisco Lacoma, junto a algunos de los textos inéditos de la Reina Museo del Prado / Archivo general de Palacio

Hasta su restauración hace solo dos meses, uno de los pocos retratos que le pintaron a María Josefa Amalia de Sajonia ha estado escondido y abandonado, durante dos siglos, en un rincón del almacén del Palacio Real de Madrid. La obra, realizada en 1826 ... por Carlos Blanco, artista gaditano al servicio de la corte, acabó casi destrozada por el paso del tiempo en un triste reflejo de lo que fue la propia vida de esta Reina de España maltratada y olvidada, cuyo nombre es probable que usted haya escuchado ahora por primera vez.

«Que la mayoría de la gente no la conozca hoy es comprensible, porque la historiografía la silenció intencionadamente desde el siglo XIX. Este hecho es también, en parte, culpa suya, ya que fue una mujer discreta que, en ocasiones, se ocultó por propia voluntad, pero no cabe duda de que los historiadores liberales del siglo XIX la ningunearon, denigraron y humillaron, porque atacándola a ella, atacaban a su esposo», explica a ABC la historiadora María José Rubio, que acaba de publicar la primera biografía que se conoce de María Josefa Amalia de Sajonia.

Resulta sorprendente que ningún investigador se haya ocupado antes de esta «gran desconocida», como la califica la autora, teniendo en cuenta que estamos hablando de la primera reina constitucional de la historia de España y la única escritora reconocida de la Monarquía Hispánica. Además, Doña María Josefa es la esposa de Fernando VII que más tiempo ocupó el trono, toda una década hasta 1829, mucho más que sus otras tres mujeres, que sí han trascendido y de las que los investigadores se han ocupado mucho más.

«Por eso llama la atención que se conozca tan poco de ella en la actualidad. Y lo poco que se conoce es, en gran parte, una falacia, un bulo, una tergiversación de hechos», insiste Rubio, especialista en la Monarquía Hispánica y autora de otros ensayos como 'La Chata. La Infanta Isabel de Borbón y la Corona de España' (2003) y 'Reinas de España. Las Austrias' (2010), entre otros editados por La Esfera de los Libros. Durante sus investigaciones para estos libros, le sorprendió siempre la incoherencia que existía entre lo que había escrito la historiografía tradicional sobre nuestra protagonista y lo que ella misma descubría en los documentos reales que consultaba.

Los archivos

Para 'María Josefa Amalia de Sajonia, reina de España' (Fundación Santander), la historiadora buceó el Archivo del Palacio Real, la Real Biblioteca, el Archivo Histórico Nacional, la Biblioteca Nacional de España y su hemeroteca. También rastreó la Biblioteca Nacional de París, el Archivo Estatal de Dresde y el Archivo Secreto Vaticano, en Roma. «En ellos localicé documentación inédita y nunca consultada sobre ella, sobre todo del embajador de Sajonia y del Nuncio Apostólico en Madrid. En el Archivo del Palacio Real encontré no solo la mayor parte de su obra manuscrita, sino también documentos de gran interés político que fueron pasados por alto como anónimos y que la reafirman como una monarca con opinión política propia, manifestada de forma oculta, audaz y arriesgada en los tiempos turbulentos del Trienio Liberal», cuenta.

'María Josefa Amalia de Sajonia, reina de España'

  • Autora: María José Rubio
  • Editorial: Fundación Santander
  • Páginas: 387
  • Precio: 19 euros

Sin toda esa documentación, resulta difícil hablar de la tercera esposa de Fernando VII, ni como reina ni como escritora. La mayor parte de su corpus literario, además, permanece inédito doscientos años después. La culpa fue, en parte suya, pero también se debió a las graves circunstancias que le tocó vivir tras el pronunciamiento del coronel Rafael del Riego y la instauración del Trienio Liberal en 1820, que obligaron al Rey a jurar la Constitución de Cádiz. Esa circunstancia provocó que solo en alguna ocasión Doña María Josefa firmara sus documentos como «Yo la Reina» y que casi nunca incluyera su nombre en sus escritos literarios. Siempre evitó el reconocimiento público.

«Es de los elementos que más me impactó de su personalidad. Solo vi una sola vez que firmara como 'Yo la reina'. El resto de sus escritos personales o son anónimos o los firma como 'la autora', 'Pepita', 'Josefa' o 'La más humilde servidora de Dios'. Era una mujer con una profunda formación teológica desde niña y mantuvo con increíble coherencia los valores de su fe, es decir, la humildad y el servicio a los demás por encima de todo. Al final entendí que lo que le importaba era ganar la gloria de su vida eterna, no la de su vida terrenal», comenta la historiadora.

Sin descendencia

Que muriese con solo 25 años y que no le diera descendencia al Rey contribuyó, sin duda, al desconocimiento y al desinterés, convirtiéndose en «una de las reinas más ignoradas de la historia moderna y contemporánea de España». Los pocos historiadores que se ocuparon de ella se centraron más en los chismes, como el hecho de que no pudiera consumar su matrimonio en la noche de bodas presa del pánico, teniendo incluso que pedir Fernando VII la intervención del Papa, y que pasaran por alto su compleja personalidad y su insólita formación cultural y política.

En el prólogo de la biografía, la autora asegura que su vida fue un espejo de la compleja historia del país en el siglo XIX, del choque frontal de ideologías que se vivió en Europa durante esos años de profundos cambios. Un mundo basado en los principios morales y religiosos del Antiguo Régimen y de un absolutismo monárquico que se resistía a morir, frente a otro donde el liberalismo y los valores constitucionales intentaban abrirse camino y derribar los muros del pasado a golpe de revolución y violencia callejera.

Doña María Josefa, como gran parte de sus contemporáneos, sufrió ese choque. Fue, incluso, protagonista de él, porque mucha de esa violencia se dirigió contra la cúspide del poder, es decir, contra la Familia Real. «No hay que olvidar que la Revolución Francesa habría triunfado solo 30 años antes y que, solo dos meses después de su llegada a España, a finales de 1919, la Reina se encontró con el pronunciamiento del Trienio Liberal. Vivió en sus propias carnes toda esa violencia, pues la muchedumbre invadió el Palacio Real, vio sangre y escuchó tiros muy cerca. Varias veces creyó que iba a morir», recuerda Rubio.

Y continúa: «Su forma de expresar su descontento fue a través de su obra literaria y escritos, siempre en secreto, porque su publicación en el Trienio Liberal habría sido un escándalo de consecuencias impredecibles. Habría exacerbado más la violencia liberal. Creo que María Josefa Amalia tuvo mucho miedo de ser descubierta o traicionada por alguien cercano de la corte. Pero no cabe duda de que si se hubieran conocido sus poesías y ensayos políticos, la percepción sobre ella habría cambiado, dejando de ser la Reina 'ñoña, humilde y dulce' para ser vista como una monarca con una inteligencia poco común entre las mujeres de su tiempo, con una opinión política formada y un compromiso ideológico audaz con el absolutismo».

Su educación

Su querencia a los principios del Antiguo Régimen le fue inculcada desde pequeña, antes de llegar a España. Doña María Josefa había nacido en Dresde, en 1803, y era la séptima y última hija de Maximiliano, príncipe heredero de Sajonia que nunca llegó a ocupar el trono. A su madre, Carolina de Borbón-Parma, no la conoció, pues murió poco después de su nacimiento. La relación con su padre y sus seis hermanos fue buena, pues mantuvo con todos ellos una correspondencia frecuente cuando se marchó a Madrid en 1819, tras casarse con Fernando VII.

Hasta ese momento, su educación, tanto intelectual como cortesana, había corrido a cargo de su tía abuela, la princesa María Cunegunda de Sajonia, una mujer muy singular que representaba como nadie los valores del absolutismo ilustrado. Doña María Josefa la admiraba por todo lo que le había enseñado y a ella se refirió con frecuencia en sus escritos. Sabemos de esta enseñanza, sobre todo, por los cuadernos de estudio que la joven Reina trajo consigo a España y que se conservan en el Archivo del Palacio Real. Los escribió en francés y alemán, entre 1813 y 1819, e incluían lecciones de historia, geografía, mitología, ciencias naturales y relatos de algunos de sus viajes.

Cuando el ejército del duque de Angulema entró en España con los Cien Mil Hijos de San Luis, para restaurar el absolutismo, tanto Fernando VII como su mujer emprendieron un viaje triunfal de vuelta a la corte de Madrid, sin prisas, porque el Rey no quería llegar antes del juicio sumarísimo y la previsible ejecución de Riego, tal y como ocurrió el 7 de noviembre. Volver a la normalidad fue un alivio para Doña María Josefa, aunque tampoco pudo ignorar que, debido a la represión impuesta por su esposo, algunas personas de su entorno más cercano habían desaparecido.

Una muerte prematura

Como contraste, la visita de su padre Maximiliano y de su hermana mayor entre 1824 y 1825, así como el largo viaje que emprendió junto a Fernando VII en 1827 y 1828, la animaron para seguir dedicando buena parte de su tiempo a escribir poesías y a terminar su segunda novela, 'Julia y Francisca en Turquía', que permaneció inédita y de la que únicamente se conservan dos copias manuscritas. En la primavera de 1829, la Reina enfermó gravemente a causa de unas fiebres repentinas y falleció en Aranjuez el 17 de mayo… Y otro matrimonio, otra Reina y otras circunstancias borraron rápidamente su recuerdo.

«Lo curioso es que el Rey fue cómplice de ese afán por ocultarse de María Josefa, puesto que conocía y admiraba la actividad de su esposa. Sin embargo, su obra literaria se ha conservado gracias a que el propio Fernando VII se ocupó de copiarla él mismo de su puño y letra u ordenando a sus secretarios de mayor confianza que la copiaran, con el fin de que pasara a la posteridad y de que algún día se conociera y valorara plenamente. Ahora ha llegado el momento», apunta Rubio.

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