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¡Que no te engañen! Un experto desvela por qué España no robó el oro de América

Jorge Luis García Ruiz, autor de 'Presidio', sostiene que el 'quinto' era un impuesto que se reinvertía en el Nuevo Mundo y apenas llegaba a la península

«Es absurdo que el Rey pida perdón a México por la conquista española»

Pintura romántica de la llegada de Cristóbal Colón a América Dióscoro Puebla, 1862
Manuel P. Villatoro

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El mantra se ha repetido hasta la extenuación por aquellos encargados de extender la Leyenda Negra: las arcas imperiales situadas en el corazón de la península se engrosaron durante siglos con el oro y la plata que arribaba desde las Américas. ¿Les suena, verdad? A Jorge Luis García Ruiz también. Y, como historiador que se zambulle sin rubor en los documentos de la época, está harto de escuchar lo mismo. «No tiene sentido», replica el autor de 'Presidio' (Edaf). El culpable del mito tiene nombre y apellidos: Quinto Real. «Sobre el papel, era un impuesto que obligaba a los concesionarios de explotaciones mineras a entregar el 20% de sus beneficios a la Corona», desvela a ABC el doctor en Estudios del Mundo Antiguo, arqueólogo, historiador y profesor en la Texas Lutheran University.

El experto insiste en que se ha generado una montaña de falacias alrededor de este concepto. Y todo, por culpa de la perpetua lucha entre negrolegendarios y rosalegendarios. Los primeros, por exagerar las cifras y hablar de robo masivo a los nativos; los segundos, por sostener que a la península solo llegaba ese 20%, y no todo el oro y la plata extraídos del Nuevo Mundo. «¡Eso tampoco es cierto! El Quinto Real era un impuesto y, como tal, con él se mantenían las obligaciones del Estado: misiones, presidios...», sentencia. Por usarse, se usaba hasta para hacer regalos a los nativos que atacaban de forma constante las caravanas de mercancías. Una práctica conocida como la 'paz pagada'.

«Lo que se enviaba a la península era lo que sobraba después de pagar todo aquello, y era muy poco. No existe una cifra concreta, pero era ínfima. El resto no son más que burdas mentiras», sentencia. Hoy, tras ser una de las primeras voces expertas que clamó contra el absurdo que suponía que el rey Felipe VI pidiera perdón a México por la conquista, se compromete a acabar de una vez por todas con este recurrente mito. Allá vamos…

El origen

El origen del Quinto Real hay que buscarlo en los primeros compases del siglo XVI. Según explica en doctor en Historia Jaime J. Lacueva en su dossier 'De Sevilla al Nuevo Mundo (1492-1521): la Real Hacienda y el negocio de los metales preciosos', este impuesto fue establecido en 1504 y redujo los que ya existían sobre la extracción de minerales del subsuelo.

«Ese año se autorizó a todos los españoles residentes en La Española a extraer oro, imponiendo la condición del registro formal del yacimiento explotado ante la autoridad competente. Asimismo, se rebajó el tipo fiscal del impuesto que gravaba el beneficio del oro, que pasó del tercio que se había exigido el año anterior al quinto, es decir, del 33% al 25%», señala el experto.

En origen, la cédula expedida por los Reyes Católicos el 5 de febrero de 1504 en Medina del Campo influía sobre el oro, pero también sobre otros tantos minerales como la plata, el plomo y demás metales. «Mandamos que todos los vecinos y moradores de nuestras Indias que compren o saquen de cualquier provincia oro, plata, plomo, estaño, azogue, hierro u otro metal, nos paguen la quinta parte de lo que cogieren ó sacaren neto; que nuestra voluntad es hacerles merced de las otras cuatro partes en consideración á las costas y gastos que hicieren», explicaba el texto. Esencia que se mantuvo hasta el siglo XVIII… O eso nos han contado.

Las mentiras del Quinto Real

Muchas son las mentiras que se han extendido sobre el Quinto Real, pero la más recurrente consiste en asumir que fue un impuesto inamovible. Según García, en la práctica varió según los territorios: «En algunas zonas era un décimo, en otras un veinteavo… La Monarquía buscaba que se poblara un territorio concreto, y lo conseguía con estas deducciones económicas». Esta máxima la mantienen multitud de expertos en la historia del Nuevo Mundo como Efraín González Tejera. El fallecido doctor y profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico sostuvo en su ensayo 'Derecho de sucesiones: La sucesión intestada' que «la cobranza del Quinto Real en América no fue uniforme» por una infinidad de factores, desde «la falta de rendimiento» de algunas zonas, hasta «la dificultad del trabajo» de otras.

Esta máxima ha sido enarbolada, incluso, por economistas hispanoamericanos como el también senador Juan Camilo Restrepo. En 'Hacienda Pública', este político subrayó que, «como la productividad de las minas no era la misma en las diferentes regiones de América», y como se buscaba «estimular la producción» de algunos yacimientos concretos, «el Quinto Real no fue inmodificable». Los ejemplos se cuentan por decenas. Entre 1552 y 1558, la Monarquía hispánica redujo los impuestos a las Antillas hasta un doceavo. Y, a la postre, hizo lo propio con Puerto Rico. «De 1566 hasta 1574 se recaudó una duodécima parte de lo fundido; de ahí en adelante, hasta 1588, se mantuvo un veinteavo de la parte quintada por la Corona. Según las fuentes fiscales, ese fue el último año que se fundió», añade, en este caso, González.

El siglo XVII fue uno de los más llamativos en lo que a deducciones se refiere. En 1654, por ejemplo, se estableció que el derecho del quinto quedase reducido al décimo sobre el oro de Neiva; al quinceavo sobre el de Los Remedios, Antioquía, Cáceres, Anserma y Pamplona, y al veinteavo sobre el de Popayán, Mariquita, Zaragoza y Mompox.

La segunda gran falacia, afirma García Ruiz, es la que afirma que la Corona se enriqueció extrayendo de primera mano el oro y la plata del otro lado del Atlántico. «Centrémonos en la minería, aunque la principal riqueza de territorios como la Nueva España eran los activos de agricultura, que es algo que se suele obviar. La Monarquía entregaba una concesión a un explotador a cambio de ese Quinto Real. Es lógico: no podía extraerlo por sí misma porque no era una persona física, sino una institución», explica. Ese empresario, añade el experto a este diario, era el que obtenía el grueso de los beneficios. Y, de ellos, entregaba el 20%.

Así que, si alguien se enriqueció con esos ingresos, insiste García, fueron los concesionarios. «Hoy, esos explotadores de minas se han convertido en las grandes fortunas de México, Venezuela, Colombia... Ahora son familias de allí. Ese dinero no ha llegado hasta España, se ha quedado en América», completa.

Aunque lo que más le escama es esa idea falaz de que hasta España llegaba el Quinto Real al completo. Ni mucho menos. «Ese dinero se correspondía con la recaudación de impuestos. Con ellos se mantenían las obligaciones del Estado en el Nuevo Mundo: misiones, presidios…», explica. Tan solo se enviaba lo que sobraba, y no cree nuestro experto que fuese mucho. Y es que, con esa anémica cantidad, había que levantar y mantener una red de «hospitales, iglesias y universidades» y sufragar las vituallas y los sueldos de los soldados. Todo ese dinero, suscribe el autor de 'Presidio', «se ha quedado, por tanto, en América» para forjar todo un tejido de infraestructuras físicas todavía presentes en el continente.

En su extenso ensayo, García expone una infinidad de ejemplos en los que se gastaban estos impuestos. Una buena parte de ellos en la frontera norte, su área de investigación. «Allí había un problema de economía: toda esa zona estaba en números rojos», afirma. En sus palabras, no había dinero para mantener nutridas patrullas de soldados presidiales, lo que obligaba a los gobernadores a pagar a los indios para evitar sus ataques: «Se les entregaba una cantidad enorme de regalos, que se sumaban a lo que robaban de las recuas de mulas. En la práctica se compraba la paz para evitar que dejaran un reguero de muertos». Aunque, en muchos casos, ni eso valía. «Los tobosos fueron irreductibles durante siglo y medio. Cuando atacaban hacían auténticas barbaridades, y no se halló solución alguna», sostiene el experto.

Si el Quinto Real no daba ni para mantener la frontera norte, ¿quién puede creer que llegase en su totalidad a España? Un mito más de la Leyenda Negra.

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