Pobres, marginados y adúlteros: la historia oculta de España en las actas notariales
Hay millones de legajos custodiados en los archivos de protocolos que esconden la vida de quienes fueron ignorados por las grandes crónicas
La historia de Madrid, recogida en 25 kilómetros de documentos en su primer archivo histórico provincial

Los más de 47.000 tomos de legajos y documentos que se conservan en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, en apariencia ilegibles, recogen la vida misma –y también la muerte– de todos aquellos marginados y pobres de solemnidad que jamás encontraron hueco ... en los grandes manuales de Historia. Aunque poca gente lo sabe, sus 6.200 metros de estanterías repletas de protocolos y actas notariales, fechados entre 1529 y 1917, están allí accesibles para todo aquel que quiera descubrir los rincones más desconocidos e íntimos de nuestro pasado.
«Si no se hubieran conservado todos esos documentos personales, ¿cómo podríamos saber hoy lo que pensaba un aguador del siglo XVII que tenía su puesto en la fuente de Recoletos de Madrid? ¿Cómo sabríamos el dinero que debía o el hecho de que había tenido una relación extramatrimonial con una doncella?», se pregunta Plácido Barrios. Este notario de 62 años, apasionado de su trabajo y de la historia de España, lleva años buceando en todos estos protocolos notariales, y en los de otros muchos archivos provinciales con sus miles de documentos más, obsesionado por contar su propia versión de lo que vivieron y sufrieron los españoles corrientes desde los primeros tiempos de la Edad Moderna hasta la Guerra Civil española. «Es que me apasiona, podría estar horas hablando de ello. Si me enrollo me lo dices, ¿eh?», advierte en varias ocasiones durante la entrevista con ABC.
El resultado de toda esa investigación fue 'De escríbanos a notarios. Apuntes de una historia del notariado español' (Basconfer), un ensayo que publicó en 2021 y que, para su sorpresa, tratándose de «un tema aparentemente farragoso», acaba de sacar su quinta edición. En la obra, eso sí, no aparecen reyes, ni duques, ni condes ni emperadores ni otros poderosos en los que habitualmente los historiadores ponen la lupa, sino esclavos, pobres, marginados, miembros de minorías religiosas, condenados a muerte desconocidos, huérfanos sin hogar o prostitutas. «A menudo nos olvidamos que, a lo largo de la historia, los escríbanos estuvieron al servicio de toda la sociedad, no solo de los ricos», subraya Barrios, calificado como «el notario arqueólogo».
Se habla, de hecho, de que los orígenes de la institución notarial podrían estar en las antiguas civilizaciones mesopotámicas y egipcias, en las que ya hay constancia de relaciones contractuales, de carácter económico, entre particulares. No obstante, el origen del notariado español, del que se ocupa Barrios, se remonta a los primeros siglos de la Edad Media, cuando aparece la figura del escribano como experto en redactar documentos. Fue con las 'Siete Partidas' de Alfonso X el Sabio, en el siglo XIII, cuando se estableció cierta uniformidad jurídica en el Reino de Castilla y la forma exacta de redactar las actas.
Reyes Católicos
Más adelante, los Reyes Católicos promulgaron, al fin, la ley que obligaba a conservar todos los protocolos que se redactaran y a recoger en ellos el texto completo de lo que se certificaba o autorizaba. Esta Pragmática del 7 de junio de 1503 representó el nacimiento del protocolo notarial tal y como lo conocemos hoy y es la razón, también de que se empezaran a guardar muchos de los documentos que han llegado hasta nuestros días, incluidos los de las personas más desconocidas y de los extractos sociales más bajos. Esa es la causa de que las primeras actas del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid daten de 1504.
«A mí no me interesa la historia de los grandes personajes, de la aristocracia ni de las grandes fortunas, sino el ciudadano de a pie, la gente corriente, que también acudía a los escribanos. Los escribanos y notarios estaban al servicio de todos, como en la actualidad. Hay una idea errónea extendida que solo atendían a los grandes señores, pero eso no es verdad. En la documentación que yo he consultado hay ciudadanos de todo tipo y condición. La prueba irrefutable son las declaraciones de pobre», asegura el experto.
Estos documentos eran el equivalente al testamento, pero en ellas la persona se declaraba pobre y carente de bienes, como el que aparece en estas páginas. Una huérfana llamada María Isabel Pérez acredita que «ha quedado desamparada y sumergida en la mayor miseria, sin recurso alguno para tomar estado». El objetivo de esta declaración, fechada en 1833, era dejar constancia de su indigencia para poder participar en el sorteo de una dote, obligatorias en esa época para poder casarse, que ofrecía una señora pudiente a los más desfavorecidos.
Algún fraude
En ocasiones puntuales, estas declaraciones de pobreza, de las que se encuentran cientos en los archivos, eran usadas de forma fraudulenta por ciertos individuos que querían evitar el pago de determinados impuestos. Un ejemplo singular es el de Luis Paret, uno de los artistas más relevantes de España en el siglo XVIII, coetáneo de Goya, que ejerció como pintor de cámara del infante Don Luis de Borbón. Redactó un acta ante notario en febrero de 1799, dos días antes de morir, en la que este «profesor en el noble arte de pintar, declara que no se halla con bienes raíces, alhajas, caudal ni otros competentes que poder testar». Se sabe, sin embargo, que gozaba de una buena situación económica gracias a su suegro, Roberto Fourdinier, un comerciante de éxito de la Villa y Corte de esa época.
En este sentido, para el autor el papel de los notarios como fuente histórica ha sido infravalorado y desde hace tiempo se empeña en la tarea de «revertir esa idea». «Las actas –insiste– son fundamentales para conocer la historia de España, porque nuestra tarea ha sido siempre la de dar fe de lo que ocurre de manera imparcial desde hace siglos, sin hacer el más mínimo caso a los intereses particulares de las personas implicadas. Las actas notariales nunca recogen juicios de valor, por eso no entiendo que no se hayan puesto en valor antes».
Barrios nos muestra todo tipo de actas, como aquellas que describen las características de los esclavos que estaban en venta, para que quede constancia oficial de ello. También están en los protocolos los proxenetas, como uno de 1442 que se llama Sancho de Orús y que es denunciado por sus actividades. Para su defensa, el chulo se presenta ante un notario de Zaragoza ofreciendo «sacar del pecado» a una prostituta llamada Catalina, la cual rehúsa vehementemente la oferta. En otros documentos notariales se describe a los homosexuales, que solían ser condenados a la muerte en la hoguera, como «putos o sodométicos». En uno de 1625 se habla, concretamente, de su «detestable y vergonzoso crimen contra natura».
«Cartas de perdón de cuernos»
Llaman también la atención las denominadas «Cartas de perdón de cuernos», ya que el adulterio está igualmente perseguido por la ley. Esta establecía que el afectado hiciera con su esposa y el amante lo que quisiera, incluso matarlos. Con este singular acta notarial lo que hacía la 'víctima' era renunciar a acciones legales. En un protocolo fechado en 1489, por ejemplo, un marido aseguraba: «En el nombre de Dios, Juan de Palma, vecino de Sevilla, dice que su mujer, Isabel Martín, le ha hecho adulterio con personas, vecinos y moradores de esta ciudad y de otra. Pero por la Santa Cuaresma en la que nos encontramos, la perdona para siempre, para que pueda vivir honestamente entre las buenas personas de hoy en adelante». Si era la mujer la que era engañada, no ocurría nada de esto.
Barrios destaca el acta de un condenado a muerte de 27 años que iba a ser fusilado al día siguiente en Valencia y dejó por escrito sus últimas voluntades. «A pesar del lenguaje frío con el que la redactó el notario, gana en humanidad al esconder una tragedia. Da igual que sea un desconocido o que no especifique las razones por las que fue condenado, porque para mí tiene un valor muy grande. Por eso me centro en la documentación relativa al pueblo llano. Si un notario no hubiera estado ahí, esos episodios protagonizados por gente corriente se habrían perdido. A los protocolos se los conoce como 'el granero de la Historia'», explica.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete