La mina de Hispania que Roma expolió para erigir el imperio más grande y poderos del mundo

Se calcula que Augusto y sus sucesores extrajeron de Las Médulas más de 900 toneladas de oro. Una riqueza sin igual que «condicionó la estrategia sociopolítica» de esta superpotencia de la Antigüedad

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Ilustración sobre la explotación de las minas en la Antigua Roma

«Había pasado desapercibida hasta ahora porque se encuentra bastante oculta por la vegetación», explicaba a EFE Jorge Arias, en noviembre de 2022, en referencia a la gran mina de oro subterránea de origen romano que este historiador, junto a dos compañeros, acababan de ... descubrir en el paraje conocido como Las Ferreiruscas, un paraje ubicado en la comarca leonesa del Bierzo. Los tres investigadores del Instituto de Estudios Cabreireses llevaban varios años de búsqueda infructuosa, hasta que por fin se ha producido el pequeño milagro.

La búsqueda se inició gracias a la información facilitada por un vecino del Bierzo que les comentó que, en esa misma zona cercana al conocido Puente Domingo Flórez, había visto una serie de oquedades. Según confirmaron después, se trata de una concentración de conglomerados con una gran sala de más de treinta metros cuadrados desde la que parten tres galerías hacia la derecha. Se sabía de antemano que la zona albergó una gran actividad minera hace más de dos mil años, lo que constituía una pista para que el nuevo hallazgo fuera también una mina.

De hecho, en el mismo Bierzo, a pocos kilómetros de allí, se encuentra la mina de oro más antigua de España y más emblemática de la Antigua Roma, Las Médulas. Se la considera responsable de que Roma pudiera erigir su Imperio, gracias a las grandes cantidades del preciado mineral extraído, para sufragar sus conquistas, hasta superar los cuatro millones de kilómetros cuadrados de extensión.

Esta famosa mina de oro se descubrió en las inmediaciones de la localidad homónima en el siglo III a. C. A ella debió el Imperio Romano una gran parte de la riqueza que acumuló a lo largo de su historia. Su importancia fue tal que el entorno fue declarado también Patrimonio de la Humanidad en 1997 y, desde 2002, es Monumento Natural.

«Fiebre del oro»

«Esta mina viene a certificar de nuevo lo que vivió el Imperio Romano en el noroeste de la Península Ibérica, una verdadera 'fiebre del oro' que condicionó la estrategia sociopolítica de la Roma de entonces», aseguró Arias en 2022, en referencia a toda la actividad minera de la zona, con Las Médulas a la cabeza. El responsable de toda aquella explotación fue el emperador Augusto, que tuvo la idea de regular el sistema monetario latino con un patrón basado en dos monedas: el aureus de oro y el denarius de plata.

Esta decisión cambió para siempre la vida en el Bierzo y provocó que todas las miradas del Imperio Romano se posaran en el mencionado yacimiento de Las Médulas, desde que una serie de exploradores romanos dieron con esta gran concentración de oro en el siglo III a. C. Hablamos del mismo siglo en el que se produjo la famosa Batalla de Gaugamela en la que Alejandro Magno derrotó a Darío III y puso fin al poderoso Imperio Persa. Era la hora de las grandes conquistas del Imperio Romano y esta pequeña zona del Bierzo era la única zona de la Península Ibérica sin romanizar.

En sus escaramuzas con los pueblos autóctonos que habitaban la región, sobre todo los astures, los legionarios romanos se percataron de que sus víctimas llevaban multitud de collares, pendientes y todo tipo de objetos de oro. Este dato levantó las sospechas de los senadores romanos que, una vez conquistadas las montañas del Bierzo, se convencieron de la necesidad de extraer todos los tesoros que guardaban sus entrañas. Fue entonces cuando comenzó la explotación a pequeña escala.

La explotación intensiva

Durante dos siglos, los romanos no abusaron de su codicia y se contentaron con extraer una pequeña cantidad. Sin embargo, en el siglo I a. C., todo cambió y comenzó la explotación intensiva de la mina, hasta convertirla en la mayor mina a cielo abierto de todo el Imperio Romano. De hecho, los desmontes mineros generados alcanzaron una vasta extensión de tres kilómetros y una profundidad superior a los 100 metros, en la que trabajaron más de 15.000 hispanos, dejándose allí la sangre, el sudor y las lágrimas para enriquecer a la nobleza de Roma hasta límites insospechados y proveer del flujo del metal necesario para fabricar millones de monedas con la efigie del Augusto que viajarían por todo el mundo.

Sus primeros explotadores extrajeron el metal mediante el bateo o criba de los sedimentos que descendían de las cumbres por el cauce de los ríos. Tras muchos años se dieron cuenta de que el método era lento y poco productivo, lo que provocó que los técnicos romanos se replanteasen la forma de trabajar la mina. Fue entonces cuando en Las Médulas se desarrolló una de las obras de ingeniería más impresionantes de la Antigua Roma, conocida como «ruina montium».

Este nuevo método de extraer oro consistía en captar agua de las zonas más altas de las montañas mediante canales construidos desde una altitud de 2000 metros y que podían tener cien kilómetros de distancia. Uno de los mejores ejemplos fue lo que se erigió en la falda del monte Teleno, por el que descendía el agua hasta almacenarse en depósitos excavados en tierra. Allí permanecía hasta su posterior utilización. Se trataba de un sistema hidráulico sorprendente por la ingente cantidad de agua que conseguía, su longitud y la compleja ramificación de los canales construidos.

Legio VII Gemina

Las Médulas se convirtió en un rincón tan importante para el Imperio, que la Legio VII Gemina, encargada de la seguridad en la zona, dejó de ser un ejército de ocupación para convertirse en una tropa permanente que se encargaba casi exclusivamente de la explotación de la mina. Una prueba de ello es que la referencia escrita más antigua que se conoce de esta mina es de nada menos que Plinio el Viejo, considerado uno de los primeros historiadores de la Antigüedad.

Plinio el Viejo

Tras combatir en la conquista de Germania, el historiador desempeñó el cargo de Procurator en Hispania entre el 70 y 72 d. C., un tiempo en el que tuvo que desplazarse a la región del Bierzo y enviar un informe a Roma sobre la eficiencia de Las Médulas. El cronista quedó perplejo cuando contempló la inmensidad del yacimiento:

«Lo que sucede en Las Médulas supera el trabajo de los gigantes. Las montañas son agujereadas a lo largo de una gran extensión mediante pasillos y galerías hechos a la luz de las lámparas, cuya duración sirve para medir los turnos de faena. Durante meses, los mineros no pueden ver el sol y muchos de ellos mueren dentro de los pasadizos. Las grietas que se esculpen en las entrañas de la piedra son tan peligrosas que resulta más fácil buscar púrpura o perlas en el fondo del mar que abrir cicatrices en la roca. ¡Tan peligrosa hemos hecho a la tierra!».

El trabajo en roca

Plinio destacaba también en sus escritos la dureza del trabajo en la roca para realizar las galerías «por culpa de una tierra mezclada con arcilla y guijarro casi inexpugnable, que se resiste a los pesados mazos de plomo, las cuñas de hierro y a la avidez de oro de los hombres». Cuando se terminaban los pasadizos, el agua entraba a toda velocidad en los agujeros realizados en la roca, invadiendo las entrañas de la montaña y rompiendo sus cimientos debido a la presión.

El historiador se estremecía al ver la mole haciéndose añicos: «La montaña se derrumba por sí misma a lo lejos, con un estruendo que no puede ser imaginado por la mente humana. Los mineros victoriosos contemplan cómo el cincel romano modela la naturaleza y le otorga formas imposibles. Pero los ingenieros aún no saben si han conseguido el oro, ni intuyen si existe en esa parte de la cumbre». Para luego percatarse de que el torrente de agua que se introducía en los pasillos excavados arrastraba el oro por un cauce donde era cribado por medio del bateo. «El metal que se obtiene no necesita de su fundición, sino que es oro puro al instante», añadía.

Todo lo que se extraía de la excavación viajaba a Roma, donde se acuñaba el metal y se grababa la cara de Augusto; y de ahí, a todo el Imperio. Se estimó que al final de su vida, se extrajeron 900 toneladas de oro de esta mina. Misteriosamente, Las Médulas dejó de explotarse cuando más oro se extraía de ella. Se abandonó sin explicación alguna en el siglo III d. C. para dar paso a un medio de flora y fauna autóctono, donde hoy predominan robles, encinas, escobas, carrascas y carqueixas, así como jabalíes, corzos y gatos monteses.

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