La matanza imaginada en el Valle de los Caídos que habría acabado con el régimen franquista
Antonio Ruibérriz publica 'Operación Filisteos', una novela en la que cuenta, basándose en hechos reales, un atentado organizado por comunistas noruegos y la CNT en la inauguración del monumento en 1959
![Franco, en el Valle de los Caídos](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/05/29/Franco-valle-caidos-2-RmqNcNHXlGlJv3Gm9Kb21RP-1200x840@diario_abc.jpg)
Valle de los Caídos, 1 de abril de 1959. «Desde el risco de las Navas, Maldonado oía el clamor de la muchedumbre apiñada en la explanada de la Basílica. A su espalda, la gigantesca cruz apenas producía sombra del sol de mediodía. La batida, ... desde la tarde anterior, no había tenido éxito. El comisario sabía que aquella búsqueda era la última posibilidad de frenar el magnicidio, aunque solo unos pocos de los que andaban desplegados por la sierra de Guadarrama conocía la magnitud de lo que podía ocurrir en el caso de se activase el explosor: muy posiblemente muchos de aquellos hombres morirían en el derrumbe».
Así comienza uno de los capítulos más intensos de 'Operación Filisteos' (Almuzara, 2024), la novela en la que Antonio Ruibérriz cuenta el «oscuro plan» para hacer saltar por los aires el Valle de los Caídos el día de su inauguración, en abril de 1959, que «pudo haber cambiado el curso de España». Un atentado que el autor construye basándose en historias reales acaecidas durante la dictadura, en el que están implicados el partido comunista de Noruega y una red clandestina de la CNT. El protagonista es un intrépido barrenero noruego que introduce cartuchos de dinamita en nuestro país con la ayuda del maquis liderado por Quico Sabaté.
«Franco, vestido de capitán general del Ejército, acompañado de su mujer y de un amplio séquito de uniformes diversos, recorrió un largo pasillo humano abierto en la explanada, que se encontraba a rebosar. Miles de excombatientes, alféreces provisionales y familiares de los caídos del bando nacional, vestidos con camisas falangistas y boinas de requetés, llegados desde primeras horas de la madrugada, gritaban enfervorecidos ante su caudillo: ''Franco, Franco, Franco!'», describe la obra sobre aquella inauguración a la que se sumaron, también, ministros, procuradores de las Cortes, miembros del Consejo Nacional del Movimiento, representantes de todas las instituciones del Estado y de la Falange, autoridades civiles y militares, cardenales, arzobispos y diplomáticos.
«¿A qué hora los jodemos?», pregunta Rogelio en la novela, un anarquista escondido en las entrañas del Valle de Los Caídos, mientras señala con la barbilla el interruptor del explosivo. «A las doce y veinte. Una hora tan buena como cualquier otra», responde su compañero de la CNT, aquel 1 de abril de 1959.
¿Cuáles son las historias reales o personajes en los que te has inspirado para escribir esta ficción?
'Operación Filisteos'
![Imagen - 'Operación Filisteos'](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/05/29/franco-novela-operacion-filisteos-U48117073524SlS-224x330@diario_abc.jpg)
- Autor: Antonio Ruibérriz de Torres
- Editorial: Almuzara
- Páginas: 192
- Precio: 17,95 euros
He cogido historias reales y las he fusionado en una historia ficticia, en la que he incluido a personajes importantes de la historia de España de aquellos años, como Quico Sabaté, que efectivamente existió y sobre el que cuento parte de su historia, excepto por algunas licencias que me tomo para poder contar esa historia ficcionada que quiero contar. Luego Kjell Bjornskau, que también existió. Lo mató la Guardia Civil en Fresno del Viejo, aunque no era ni barrenero ni espía, como yo imagino en el libro. Estas dos son las dos tramas que confluyen en la novela, a la que se suma la inauguración del Valle de los Caídos.
Quicó Sabaté es la figura más reconocible de la novela, que para muchos republicanos fue un héroe…
Sí, pero un héroe local. Tenía mucha aceptación en Cataluña, donde era una especie de Robin Hood para la izquierda catalana. Para sectores muy de izquierda, pero inmovilistas. No se implicaban en nada, vivían su vida de forma tranquila, pero disfrutaban de los éxitos de la izquierda más radical, como los que tuvo Sabaté y su cuadrilla de maquis.
¿Por qué mataron al tal Kjell Bjornskau en la vida real y de dónde sacó esa parte de la historia?
Nunca se ha sabido realmente. Era un marino mercante, cuyo barco estaba en Lisboa, y entra en España sin que se sepa a dónde se dirigía. Vino sin equipaje, en manga de camisa y, una mañana de niebla, en este pueblo de Valladolid llamado Fresno el Viejo, se puso violento. Al parecer, nadie lo entendía, así que llamaron a la Guardia Civil, que llegó y lo encañonó contra la pared. Kjell echó mano al bolsillo para sacar la documentación y alguien gritó: «¡Va a sacar una pistola, va a sacar una pistola!». En ese momento, uno de los guardias apretó el gatillo y lo mató. Lo extraño es que nadie reclamó su cadáver. Ni Noruega, ni Suecia ni nadie. A partir de esa historia real que descubrí hace un tiempo, yo convertí a Kjell en un barrenero noruego que viene con intención de participar en el atentado contra Franco. Lo mismo aparece ahora su familia y me pone un pleito la familia… si es que tiene familia.
Si la supuesta familia no se ha preocupado de él en 60 años, no creo que...
Bueno, sé que al final descubrieron a unos parientes suyos de Noruega y fueron a Fresno el Viejo, pero la tumba sigue estando allí, igual de calamitosa que aparecía en el reportaje de 'La Gaceta del Norte' cuando lo leí.
Y usted lo convierte en un espía.
No exactamente en un espía, porque no deja de ser un pobre desgraciado al que mandan a España para que cumpla una misión en la que hacen falta barreneros que puedan hacer un trabajo tan grande como ese, volar el Valle de los Caídos, y se ve arrastrado por las circunstancias. Él mismo pregunta, extrañado, en la novela: «¿Pero no hay barreneros en España que lo puedan hacer?»
Teniendo en cuenta que solo hubo un intento de volar el Valle de los Caídos durante el franquismo, en 1962, y fue un fracaso, ¿cree que un atentado como el que usted imagina en la novela se podría haber organizado realmente?
Eh… Yo creo que no… porque los primeros veinte años después de la guerra fueron los más duros y la Policía estaba en todas partes. Supongo que cualquier movimiento lo habrían detectado. En cuanto a los detalles, no conozco exactamente cómo son las profundidades del Valle de los Caídos, aunque, por lo que he leído, existe una atarjea debajo de la basílica que recoge las aguas, pero no sé si tiene fácil acceso. Además, derribar la basílica sin Franco dentro hubiese sido una estupidez, por lo que la bomba tendría que haber explotado en un acto en el que el caudillo estuviese allí. Por lo visto, el atentado de la CNT de 1962 fue para llamar la atención de la Policía y derivarla hacia Madrid, en vez de a San Sebastián, que era donde Franco iba a pasar el verano. Así estaría más desprotegido para atentar contra él. Por lo visto, llegaron a poner una bomba en la carretera por la que tenía que pasar en un día concreto, pero al final retrasó sus vacaciones y los anarquistas la tuvieron que hacer explotar porque se acababa el tiempo del cronómetro que habían puesto.
¿Cómo es su atentado, entonces?
En la novela es la CNT quién organiza el atentado a petición del Partido Comunista, a pesar de que ambas formaciones se llevaban fatal. Lo que sí tengo claro es que el atentado que yo imagino, de haberse producido en la vida real, habría acabado con el franquismo, eso seguro. En 1962, sin embargo, cuando la CNT colocó aquel explosivo dentro de la basílica y dañó el edificio, ni siquiera hubo heridos. La Policía franquista detuvo al supuesto responsable, un chaval que había ido de visitas al monumento con unos amigos y, cuando se produjo la explosión, salió corriendo y lo trincaron. En la investigación posterior descubrieron que pertenecía a alguna célula comunista, pero no tenía nada que ver con el atentado. Total, que el pobre hombre estuvo 11 años en la cárcel siendo inocente.
De haberse producido el atentado de su novela, habría muerto, también, mucha gente, ¿quieres decir?
¡Claro, muchísima gente! Desde el caudillo hasta sus ministros, porque a la inauguración acudió todo el que era alguien en la España de aquella época. Fueron cardenales, obispos, la cúpula militar, todos los embajadores de España, la élite política de la dictadura… De haberse caído la cruz del Valle de los Caídos, habría causado un estrago total en el país.
¿La lucha contra Franco que se llevó a cabo durante la dictadura dentro de España estaba tan organizada como se refleja en la novela?
No, en absoluto. La lucha real fue muy de boquilla y desde el extranjero. Aquí no se atrevieron. Con la lucha antifranquista pasa un poco como ocurre con el Mayo del 68, que todo el mundo asegura que estuvo, pero no es cierto. Mucha gente dijo haber luchado clandestinamente contra Franco en la dictadura, pero, en realidad, el único que se movió un poco fue el Partido Comunista. Los demás estaban todos en el exilio.
Algunas de las decisiones que tomó como escritor en la novela, ¿estaban influenciadas por las última polémicas que han rodeado al Valle de los Caídos en los últimos años?
No me influyó si iban a quitar la cruz o no, pero lo cierto es que se me ocurrió escribir la novela porque estaba interesado en lo que iba a ocurrir con el Valle de los Caídos. En ese sentido, me llamó la atención lo que dijo Pablo Iglesias de derribar la cruz y poner los trozos a lo largo de la entrada, como representando el triunfo del progreso sobre la cruz, aunque me pareció una chorrada típica de la izquierda. Pero leía esas cosas interesado, claro. Lo que más me interesó, sin embargo, fue la vida de los presos que construyeron el Valle de los Caídos y la de Diego Méndez, el arquitecto. Leí mucho sobre esto.
De los personajes reales que aparecen en la novela, ¿cuál le parece más interesante?
Quico Sabaté, un hombre que, a pesar de su desvarío, era honesto y consecuente con sus ideas. Jamás se vendió y luchó hasta su muerte. Al fin y al cabo, otras figuras como Carlos Arias Navarro, que era entonces director general de Seguridad en España, era solo un jefe un poco acojonado, con el único objetivo de no meter la pata. En realidad, eso era lo que le ocurría a casi todas las personas que mandaban en aquella época, que intentaban no meter la pata para que Franco no los quitase de en medio.
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