Marinos rojigualdos contra la debacle del Imperio español: «Se resistieron al caos y la destrucción impuestas por Napoleón»
El doctor en Historia Agustín R. Rodríguez González analiza en 'El fin de la armada ilustrada' los treinta años de recesión que vivió la marina tras la batalla de Trafalgar y la invasión napoleónica
Cinco errores garrafales que provocaron la debacle de Napoleón en España: «Esta maldita guerra me ha perdido»
![La batalla de Trafalgar, un hito exagerado que marcó la caída de la armada](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/01/15/trafalgar-R4ePoBBItd7fmBwssUUOgIP-1200x840@abc.jpg)
Hay ocasiones, muchas más de las que creemos, en las que los aliados son más peligrosos que los enemigos. En 1808, Napoleón Bonaparte invadió España después de haber combatido mano a mano con ella al frente a Inglaterra. Según narra el doctor en Historia ... por la Universidad Complutense Agustín Ramón Rodríguez González en su nuevo ensayo, 'El fin de la armada ilustrada' (Ediciones Tercios Viejos), aquel fue el inicio de una época de decadencia para una armada rojigualda ya escocida tras la batalla de Trafalgar. Y no por sus marinos, veteranos y con una educación científica admirable, sino por la escasez de oro y plata para crear nuevos bajeles y adaptar los ya bregados. Los datos lo demuestran, y el experto los expone en su libro. Lo mismo que hace con las expediciones y contiendas en aquellas Américas que anhelaban independizarse.
–¿Cómo definiría usted el concepto de marino ilustrado español?
En sentido general, un marino de la Armada de la época de la Ilustración. Básicamente el siglo XVIII, que arrancó desde la reforma del Ministro Patiño en el reinado de Felipe V y la creación de las compañías de guardiamarinas para formar a los futuros oficiales, con objetivos que seguían la Revolución Científica de la época.
–¿Por qué se ha extendido que Trafalgar supuso el fin de la Armada española?
Trafalgar es más un hito, una derrota importante, que una causa. Pero enmarca adecuadamente el fin de una época y el comienzo de las crisis del XIX. Mucho se debe al Episodio Nacional de Pérez Galdós, que fijó esa imagen histórica en la memoria colectiva.
–¿Cómo es posible que, tras la guerra de la Independencia, España redujera su inversión en navíos?
Las guerras de fines del siglo XVIII supusieron un enorme coste para la Real Hacienda, incluso la victoriosa que supuso la ayuda a la independencia de los EE.UU. Después, con la Revolución Francesa, las necesidades se volcaron en la lucha terrestre, y ya desde 1798 no se volvió a construir un navío en los arsenales. Con la invasión napoleónica la cuestión empeoró, con las destrucciones y saqueos en casi toda la Península, y faltó el dinero hasta para pagar los sueldos, rancho y uniformes.
–¿Cree que fue una época oscura para la Armada la que se desarrolló entre 1808 y 1834?
No tanto oscura, sino dura, muy dura, con recursos insuficientes para lo enorme de la tarea, pero muy meritoria por el esfuerzo, la pericia y el valor derrochados para superarla, que es lo que hemos querido recordar.
–¿Hasta qué punto condenó Napoleón nuestro crecimiento como nación y potencia naval?
Lo que más sorprende fue que invadiera a un país que hasta entonces había sido un fiel aliado y quisiera imponer por la fuerza a su hermano como rey, todo un nuevo régimen y nuevas leyes, sin consulta alguna a los ciudadanos, provocando una guerra durísima y sin respeto alguno para los que se le resistieron, sembrando el caos y la destrucción, como luego reconoció en sus últimos años de vida. De paso que dio la excusa perfecta para la revolución emancipadora en América, ante la quiebra del gobierno en la Península.
El fin de la armada ilustrada
![Imagen - El fin de la armada ilustrada](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/01/15/libro-U16156875445DVU-224x330@abc.jpg)
- Editorial Tercios Viejos
- Páginas 365
- Precio 24,95 euros
–¿Quién era Jacinto Romarate?, ¿le definiría como uno de los últimos grandes marinos ilustrados?
Un marino nacido en Sodupe, Vizcaya, que se destacó en la defensa del Río de la Plata contra las invasiones británicas en 1806 y 1807, bajo el mando de Santiago Liniers, y se destacó aún más luchando con bien escasos medios contra las flotillas insurgentes, resultando invicto en sus combates hasta la capitulación final, tratando siempre a sus enemigos de una manera humana. Pese a los repetidos tópicos sus ideas fueron avanzadas llegando a ser Ministro de Marina durante el 'Trienio Liberal'. Tras el ostracismo al que le llevó la restauración de los 'Cien Mil hijos de San Luis', fue repuesto en sus cargos y honores bajo la Reina Gobernadora, a la muerte de Fernando VII, llegando a la Junta Superior de Gobierno de la Armada, luego Consejero de Estado ascendiendo a Jefe de Escuadra (almirante). Más que 'ilustrado' fue ya un liberal.
–¿Qué otros grandes marinos ilustrados dejó esta época?
El gaditano Ángel Laborde, quien, tras una vocación científica primero como alumno del Observatorio Astronómico de Cádiz, destacó luego por su labor docente y publicaciones sobre Geografía Matemática y otras aportaciones, sin olvidar sus dos vueltas al mundo en viajes científicos. Tras el fin de la invasión francesa pasó a La Habana, logrando señaladas victorias contra las flotillas insurgentes en el Caribe, que, aunque no impidieron la pérdida del territorio continental, especialmente tras la derrota del lago Maracaibo, aseguró el dominio español en Cuba y Puerto Rico. Y en La Habana murió, en una epidemia de cólera, cuando había sido propuesto para Ministro de Marina, cargo al que renunció por considerar su mando en América mucho más importante para el éxito de su lucha.
–Trafalgar no acabó con la Armada, pero... ¿acabó con los grandes marinos ilustrados de aquella era?
Es cierto que acabó con muchos, y de los más señalados, pero había suficiente 'cantera' de otros para continuar la tradición. El problema fue primero la división ideológica producto primero de la Revolución Francesa y que se trasladó a España durante la Guerra de la Independencia, caso de Mazarredo que fue Ministro de Marina de José Bonaparte, aunque fuera un cargo prácticamente simbólico y las distintas corrientes más o menos liberales, moderadas y absolutistas que enfrentaron a los españoles.
–Sorprende que hubiera marinos que se convirtieran en líderes guerrilleros... ¿Podría ponernos ejemplos de algunos?
Ante el protagonismo de la lucha por tierra y gracias al apoyo de la ahora aliada 'Royal Navy', era de esperar que muchos marinos lucharan en tierra y con distinción. Entre los que mandaron partidas de guerrillas destacaron personajes de la talla de Juan Díaz Porlier, ejecutado por Fernando VII por sus ideas liberales, o Pablo Morillo, sin olvidar al almirante Serrano Monteavaro. Y se destacaron desde los sitios de Zaragoza, al asedio de Cádiz o en las batallas de Bailén, Vitoria y San Marcial.
–¿Hizo España sentidos intentos por mantener su imperio colonial en esta etapa?
La propia Armada llevó la Constitución de Cádiz, la primera constitución española a ultramar, pues había sido promulgada para los 'españoles de ambos hemisferios' y por diputados también de América y Filipinas. Y no solo nacidos en la España actual, entre ellos el capitán de fragata Pedro Agar y Bustillo, director de la Academia de guardiamarinas y nacido en Santa Fé de Bogotá, que fue nada menos que Regente de España (miembro del Consejo de Regencia) durante varios años.
–¿Por qué acaba su estudio en 1834?
Realmente en 1833. Con la muerte de Fernando VII y el comienzo de la 1ª Guerra Carlista empezó una nueva época, que alcanzó su cenit durante el reinado de Isabel II, ya tratada en otros trabajos y mucho mejor conocida.
–¿Qué importancia tuvo el corso en la ayuda de la Armada española durante este tiempo?
En los años finales de la guerra contra Gran Bretaña fue importante para asegurar la resistencia. Luego, con la invasión francesa fue menos necesario ante la ayuda británica, aunque las unidades ligeras y cañoneras fueron de gran ayuda en la defensa de Cádiz y para hostigar la costa dominada por el enemigo, para volverlo a ser durante la 'Emancipación americana', ante la escasez de buques regulares de la Armada.
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