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ABC Cultural

«Una injusticia histórica»: la carta de la Primera Guerra Mundial que habló primero de las fronteras entre Israel y Palestina

Se publicó el 2 de noviembre de 1917 y todavía hoy enfrenta a los principales líderes mundiales, aunque fue escrita hace más de un siglo. Aquella declaración «no se ha ejecutado por completo», llegó a decir el Gobierno británico en 2017

¿Qué implica el reconocimiento de Palestina por parte de España?

Tachada y con correciones, está es el borrador de la Declaración de Balfour de 1917 ABC
Israel Viana

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Hace más de un siglo que se pidió por primera vez la cesión de un territorio para Israel en Palestina. Fue en un documento hoy ya prácticamente olvidado y que, durante la actual guerra , ha pasado desapercibido para la mayoría de los medios de comunicación a la hora de analizar los orígenes del conflicto. Fue una carta hecha pública en 1917, exactamente, medio siglo antes de que se establecieran las fronteras que este martes el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha reconocido como válidas en un anuncio polémico y criticado desde Tel Aviv.

«El reconocimiento es una decisión que no adoptamos contra nadie, menos aún en contra de Israel, un pueblo amigo al que respetamos y con el que queremos tener la mejor relación posible», advertía Sánchez, en español e inglés, sucesivamente, el mismo día que Irlanda y Noruega reconocía también el Estado de Palestina. El presidente español anunció su histórica decisión en una declaración institucional en las escalinatas de La Moncloa, el lugar de los anuncios más solemnes, justo antes de que comenzara a primera hora de la mañana la reunión ordinaria del Consejo de Ministros.

El jefe del Ejecutivo se ha pronunciado también sobre las fronteras que reconoce su Gobierno, asegurando que, aunque aspira a que ese eventual Estado tenga a Gaza y Cisjordania conectadas por un corredor humanitario con salida al mar y con Jerusalén este como capital, de momento España no introducirá modificación alguna sobre las fronteras reconocidas en 1967. «No reconoceremos cambios que no sean acordados por las dos partes», especificó a continuación, y abogó por un Estado «viable», en el que Gaza y Cisjordania estén «unificadas bajo el gobierno legítimo de la Autoridad Nacional Palestina», a la que ha definido como «nuestro socio para la paz».

Desde que comenzó el actual conflicto en octubre de 2023 –tras el ataque de Hamas que dejó 260 muertos en el desierto del Neguev, cerca del kibutz Reim, durante la celebración del Festival Nova–, en ABC Historia hemos recordado algunos episodios que ayudan a entender mejor los acontecimientos actuales, como la Guerra de los Seis Días, la ignorada participación del Estado judío en la creación de la organización terrorista palestina en la década de 1980 y el número de víctimas que ha provocado cada uno de las etapas de esta larga guerra. Es probable, sin embargo, que ninguno sea tan reseñable como aquella carta de 1917 en la que se pidió, por primera vez, «el establecimiento de un hogar nacional» en Palestina para la comunidad judía.

Primera Guerra Mundial

«El Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo», aseguraba la carta en su segundo párrafo. El documento está fechado el 2 de noviembre, un año antes de que concluyera la Primera Guerra Mundial. Y continuaba con la siguiente declaración de intenciones: «Se entiende claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país».

En 2017, el entonces secretario del Foreign Office, Boris Johnson, llegó a criticar a Israel por no cumplir dicha cláusula. Las palabras exactas del posterior primer ministro fueron que esta salvaguarda «no se ha ejecutado por completo». A continuación, reivindicó que la salida al conflicto tenía que pasar por establecer dos estados que pudieran convivir en paz: el de Israel y el de Palestina. Pero la guerra continúa y ya acumula más de 30.000 muertos desde aquel terrible ataque de Hamás el 7 de octubre, más del 90% palestinos.

Las 130 palabras de la carta, conocida como la Declaración Balfour, son consideradas el primer acontecimiento importante en el proceso histórico que condujo a la proclamación del Estado de Israel en 1948. Lo publicó el Gobierno británico el 2 de noviembre de 1917 y muestra, por primera vez, la voluntad de una gran potencia de crear un Estado para los judíos en la región de Palestina, que entonces formaba parte del Imperio Otomano desde 1517, cuando los turcos de Asia Menor derrotaron a los mamelucos.

La división

El país quedó dividido en varios distritos administrados por los palestinos arabizados, descendientes de los cananeos y de los colonizadores posteriores. Curiosamente, las comunidades cristiana y judía recibieron una amplia autonomía, pero el 11 de diciembre de 1917, con la Primera Guerra Mundial en uno de sus momentos más críticos, se produjo el segundo acontecimiento capital para el futuro de Palestina: Gran Bretaña, bajo el mando del general Allenby, entra en Jerusalén –«el momento supremo de la guerra», en palabras de Lawrence de Arabia– y pone fin a los cuatro siglos de dominio otomano.

Aunque la Declaración Balfour estaba incluida en una carta firmada por el ministro de Relaciones Exteriores británico, Arthur James Balfour, tras la conquista de Palestina los judíos no recibieron su Estado. No importó el compromiso de estar dirigida al barón Lionel Walter Rothschild, máximo líder de la comunidad judía en Gran Bretaña, quien a su vez la transmitió a la Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda. El objetivo estaba claro, aunque tardaron más de treinta años en concederles su pedazo de tierra.

La interpretación de esta carta es todavía causa de enfrentamientos en Oriente Próximo más de un siglo después. En Israel, es considerada como la primera piedra del Estado hebreo que se fundó finalmente en 1948, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Para los palestinos, que representaban el 90% de la población de la región , la declaración marca el inicio de un imparable retroceso territorial. En 2017, Netanyahu celebró el centenario de la misiva en Londres, junto con la jefa del Gobierno británico, Theresa May, y recordó: «La declaración reconoció la 'Tierra de Israel' como hogar nacional para el pueblo judío, avanzó las medidas para establecer el Estado de Israel [...] y le proporcionó impulso internacional».

«Injusticia histórica»

Ese mismo año, los dirigentes palestinos encabezaron una manifestación en Ramala para exigir al Reino Unido que pida perdón por dicha carta. El entonces primer ministro de la Autoridad Palestina, Rami Hamdallah, la calificó de «injusticia histórica». Esta misma corriente de opinión asegura que, antes incluso de tomar el control territorial de Palestina en 1917, el Gobierno imperial de Londres necesitaba garantizarse el control del canal de Suez para mantener la comunicación con sus colonias en Asia. Para ello buscó atraerse el apoyo de los judíos mediante la Declaración Balfour.

La carta, sin embargo, no fue la única promesa que realizaron los británicos, que jugaron a varias bandas y cortejaron también a los árabes. Lo demuestra la correspondencia que Henry McMahon, alto comisionado en Egipto, entonces colonia inglesa, mantuvo con el jerife de La Meca, Husein bin Alí, en la que el militar británico prometió la independencia del país si este apoyaba a los aliados contra el Imperio Otomano. Lo mismo ocurrió con los kurdos, a los que Londres también ofreció un Estado propio si contribuía a la misma causa.

Durante las discusiones del Gabinete de Guerra británico que condujeron a esta declaración, el conflicto mundial llevaba unos meses estancado. Las tropas de Estados Unidos no estaban desplegadas todavía y los rusos estaban distraídos con la Revolución de Octubre. El secretario de dicho gabinete, Mark Sykes, inició conversaciones formales con el líder de los sionistas en febrero de 1917. En ese momento, Arthur James Balfour pidió que se prepararan varios borradores de dicha declaración antes de hacerla pública en noviembre.

Las versiones de la carta

Esos borradores fueron discutidos por el Gobierno británico durante meses. Las diferentes versiones contaron con aportaciones de judíos sionistas y antisionistas, pero nunca de la población local que ya vivía en Palestina. Sin embargo, estos no eran más que la cristalización de un anhelo largamente sentido por el pueblo judío, convertido además en necesidad histórica por la escalada del antisemitismo que se produjo con los pogroms de Rusia desde 1881. Se los llegó a culpar, incluso, del asesinato del zar Nicolás II en 1918. En este sentido, es importante comprender que estas reivindicaciones son muy anteriores al Holocausto nazi, habitualmente considerado como la causa principal del reconocimiento de los derechos del pueblo judío.

La Primera Guerra Mundial y la previsible caída del corrupto Imperio otomano solo fueron la oportunidad para los pueblos sometidos, en este caso el judío, hicieran válidas sus reivindicaciones. Y aunque la Declaración de Balfour no se llegó a aplicar, en 1922, la Sociedad de Naciones acabó adjudicando un mandato a Reino Unido para administrar en exclusiva el territorio de Tierra Santa. Desde entonces, y hasta 1935, la población judía en la Palestina británica pasó de menos del 10% a un 27%. Viendo esta evolución, Londres redujo los cupos de inmigrantes judíos poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Esa fue una de las razones por las que, en 1944, grupos armados clandestinos hebreos se rebelaron contra las fuerzas británicas con atentados tan llamativos como el del hotel King David de Jerusalén, en el que murieron 92 personas.

Las carta, no obstante, tuvo pocos efectos en términos legales. De hecho, se eludió deliberadamente la palabra «Estado» en el texto. En marzo de 2017, la profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén Gaia Golán publicó un artículo en el 'Times of Israel' titulado 'Balfour no es para tanto', en el que defendía que era solo el pronunciamiento de una «potencia colonial», mientras que la Resolución 181 de la Asamblea General de las ONU de 1947, en la que se acordó dividir Palestina en dos Estados con un régimen internacional especial para Jerusalén, poseía la «legitimidad conferida por la comunidad internacional».

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