Las 16 horas de vida del portaaviones más grande y gafado de la Segunda Guerra Mundial: el desastre del Shinano
No había un buque de mayor tamaño que este, concebido por Japón para sembrar el terror en el mar, pero al que apenas le dio tiempo a entrar en combate tras más de una década construyéndolo
«Es imposible que la Segunda Guerra Mundial, la más devastadora de la historia, no tenga secretos»
![Recreación del Shinano](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/04/18/shinano-R4Rdr165Tcde65kH07VTXxI-1200x840@diario_abc.jpg)
La desastrosa historia que vamos a contarles comenzó en la época en la que Japón ya tenía preparados los dos acorazados más grandes y pesados de la historia, el Yamato y el Musashi. La idea de su construcción había surgido poco después del final ... de la Primera Guerra Mundial, cuando este país y Alemania decidieron que había llegado la hora de saltarse lo acordado en el Tratado Naval de Washington en 1922. Con él, las naciones vencedoras intentaron limitar la cantidad de «fortalezas flotantes» que estas dos potencias podían tener con el fin de evitar otro conflicto a gran escala.
Sin embargo, no funcionó. Los japoneses y los nazis se retiraron pronto de este acuerdo con el objetivo de preparar sus diezmadas flotas para la nueva guerra mundial que, según intuían, se acercaba. Japón, por su parte, reconoció a Estados Unidos como su gran rival en el Pacífico, convencido de que el mar sería el escenario del supuesto nuevo conflicto. Sin embargo, como sabían que ya no podrían superar a su flota en número de barcos, optaron por la calidad y el tamaño de los pocos que tendrían tiempo de construir. Así es como nació el Shinano.
Este último fue concebido como un acorazado gigante y con esa intención empezó a construirse en abril de 1940. Los nipones no se imaginaban que se convertiría en la mejor muestra de que Japón parecía estar gafado en lo que respecta a su participación en la Segunda Guerra Mundial. Hablamos no solo del portaaviones más grande y con el mayor desplazamiento de la Armada Imperial Japonesa, sino del mundo. Un monstruo sobre el mar que tenía una pista de aterrizaje de nada menos que 260 metros de longitud, realizada en acero para resistir los impactos de las bombas enemigas. Estaba llamado a sembrar el terror durante el conflicto… si no hubiera sido porque sobrevivió solo dos semanas sobre el agua antes de que un submarino estadounidense lo hundiera en una disparatada y apresurada operación.
Al igual que sus hermanos, los ingenieros japoneses colocaron la quilla del Shinano rodeados de fuertes medidas de seguridad el 4 de mayo de 1940. La intención es que ninguna potencia enemiga tuviera noticia de lo que estaban construyendo, pues estaban convencidos de que su participación sería decisiva para darle la vuelta al conflicto. Los trabajos se desarrollaron en los astilleros de Yokosuka, en el extremo meridional del puerto de Tokio, en el más absoluto secreto. Todo transcurría según lo previsto hasta que se produjo la debacle de Midway entre el 4 y 7 de junio de 1942.
Un portaaviones
Japón perdió 3.057 hombres, 248 aviones y cuatro portaaviones en esta batalla, mientras que Estados Unidos, 307 hombres, 150 aviones y tan solo un portaaviones. En ese momento, el Estado Mayor de la Armada nipona decidió que el buque en construcción debía convertirse en un portaaviones y que este debía tener un tamaño mucho mayor de lo habitual.
Lo primero que hicieron fue reconfigurar el casco para que pudiera albergar una cubierta de vuelo con un grueso blindaje. El objetivo era proteger el buque de las bombas de cuatrocientos cincuenta kilogramos que lanzaban los bombarderos estadounidenses y que tantos estragos les habían causado en Midway. Para que se hagan una idea, las diecisiete mil toneladas de blindaje del barco suponían casi un tercio de su desplazamiento.
Los japoneses estaban tan orgullosos de cómo estaba transcurriendo su transformación que, al igual que se pensó al principio del Bismarck y del Titanic, estaban convencidos de que su nuevo portaaviones era «imposible de hundir».
La idea inicial era que su construcción hubiera finalizado en febrero de 1945, pero decidieron acelerar los trabajos tras la pérdida de otros tres portaaviones más en la batalla del mar de Filipinas, que se produjo el 19 y 20 de junio de 1944. Con las prisas sufrieron un accidente en el astillero, pero al final pudieron botarlo el 11 de noviembre de 1944, y entró en servicio ocho días después con un desplazamiento total de 71.890 toneladas a plena carga. «El Shinano era el portaaviones más grande jamás construido, un título que mantuvo hasta 1961, cuando la U. S. Navy puso en servicio el Enterprise, de propulsión nuclear», cuenta Craig L. Symonds en 'La Segunda Guerra Mundial en el mar'.
El primer aviso
Al haber invertido tantos recursos en él, las autoridades japonesas se quedaron horrorizadas cuando, el 24 de noviembre, tan solo cinco días después de entrar en servicio, los bombarderos estadounidenses de largo alcance hicieron su aparición sobre Tokio durante la primera incursión del XXI Mando de Bombarderos. Ante el peligro que ello representaba, el alto mando japonés decidió que era esencial alejar lo antes posible el Shinano de aquella batalla frente a las costas de la capital.
En el mar Interior, a 640 kilómetros de allí, el barco estaría más protegido y su tripulación podría realizar prácticas de despegue y aterrizaje con el objetivo de ponerlo en orden de combate. Emprendieron la huida a pesar de que solo funcionaba la mitad de las calderas y de que todavía no se habían instalado muchas de sus compuertas estancas. No había tiempo que perder, de manera que cuando Toshio Abe recibió la orden de hacerse a la mar, el capitán la cumplió de inmediato.
Abe sacó su portaaviones del puerto de Tokio el 28 de noviembre. Llevaba consigo una escolta de cuatro destructores, pero no habían pasado ni tres horas desde que empezó a navegar cuando el submarino Archerfish estadounidense lo detectó en la pantalla de su radar. Daba la sensación de que el Shinano, a pesar de superar en tamaño a cualquier portaaviones que haya surcado los mares durante la Segunda Guerra Mundial, no hubiera nacido para sembrar el terror a nadie y en ningún lugar.
El Archerfish era un barco nuevo, con poco más de un año de servicio. Anteriormente había realizado cuatro patrullas por el Pacífico, pero todavía no había hundido ni un solo barco. Su comandante, el capitán de fragata Joseph Enright, esperaba acabar con aquella mala racha, aunque sus posibilidades de lograrlo eran más bien escasas mientras su barco siguiera dedicado a tareas de rescate. Aquel día, sin embargo, su suerte cambió. No se lo podía ni creer, porque en los días anteriores no había tenido la oportunidad de rescatar a ninguna tripulación. Como ese día no hubo bombardeos, a Enright le autorizaron a efectuar tareas de patrulla de forma independiente… ¡Y bingo!
![El Shinano, antes de entrar en combate, en la Bahía de Tokio](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/04/18/Shinano-2-U51438038115ZdQ-760x427@diario_abc.jpg)
El ataque
Era la segunda oportunidad que se le presentaba de atacar a un portaaviones. La primera fue en 1943, cuando estaba al mando de otro submarino, el Dace. En aquella ocasión su presa logró escapar y Enright estaba convencido de que nunca se le volvería a presentar una situación tan favorable como aquella, pero se equivocó. Ahora tuvo más suerte, porque el Shinano navegaba hacia el sur y el capitán tuvo la idea de navegar en paralelo a una velocidad punta de 19 nudos en superficie, a la espera de que el enemigo simplemente cambiara de rumbo y se pusiera al alcance de sus torpedos.
El Shinano, que funcionaba con tan solo seis de sus doce calderas, navegaba a 20 nudos, de manera que cuando una de ellas empezó a fallar, el barco redujo su velocidad hasta los 18 nudos. Eso permitió que el Archerfish pudiera seguir su ritmo y se colocara a una distancia de 15 kilómetros. A las 3 de la madrugada del 29 de noviembre, Abe dio la orden de que el Shinano y sus barcos de escolta viraran al oeste, con dirección a la costa. Había caído en la trampa sin saberlo. A las 3.17 horas, Enright ordenó disparar seis torpedos.
«Para un ataque contra un portaaviones habría que ajustar los torpedos, por lo general, a una profundidad de entre 7,5 y 10 metros. Enright, sin embargo, pensó que, si alcanzaba al enorme portaaviones en un punto más alto del casco, podría desestabilizarlo y aumentar las probabilidades de que volcara. Ordenó ajustar los torpedos a una profundidad de solo 3 metros. Esa decisión fue la perdición del Shinano, porque los torpedos impactaron justo por encima de sus compartimentos antitorpedos blindados», relata Symonds.
El hundimiento
Enright oyó las seis explosiones mientras el Archerfish se sumergía, aunque en realidad solo cuatro de sus torpedos dieron en el blanco. Aquello fue más que suficiente, puesto que provocó cuatro grandes agujeros que dejaron entrar toneladas de agua al interior del casco. El portaaviones se escoró de inmediato y la inundación se extendió con rapidez. La escora del barco aumentó y, aunque Abe viró hacia la costa para intentar embarrancar en aguas poco profundas y salvarlo, fue imposible. Aquel gigante se hundió pocos minutos después de las diez y media de la mañana siguiente.
En un primer momento, las autoridades navales estadounidenses se negaron a reconocerle a Enright el mérito. Después aceptaron que había hundido un petrolero. A continuación, un portaaviones ligero y, mucho después, un portaaviones de gran tamaño. Aunque el Archerfish tan solo hundió un barco en aquella patrulla, en términos de tonelaje total fue la más exitosa de toda la guerra. El Shinano había estado en servicio solo diez días. En alta mar, únicamente 16 horas.
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