«Eran como hermanos»: así participó Franco en la ejecución de su querido primo republicano
El futuro dictador y el piloto republicano Ricardo de la Puente Bahamonde jugaron juntos de niños y se divirtieron en la adolescencia, mucho antes de que comenzara la Guerra Civil y combatieran en bandos diferentes
El español que Franco envió a prisión una década por (no) atentar contra el Valle de los Caídos

Contaba Pilar Jaraiz que Franco y Ricardo de la Puente Bahamonde «eran más hermanos que primos durante la infancia, pero luego se hicieron adultos y sus diferencias ideológicas se agudizaron. En una de sus muchas discusiones, el general llegó a decirle: 'Un día voy ... a tener que fusilarte'». Y así ocurrió dos semanas después de comenzar la Guerra Civil, sin que los lazos de sangre interfirieran lo más mínimo para evitarlo.
La abogada y escritora, autora de 'Historia de una disidencia', sabía bien de lo que hablaba. Era sobrina de Franco y había crecido junto a él y su primo en su Ferrol natal. En la localidad gallega fue testigo de la estrecha y cariñosa relación que mantuvieron ambos durante su infancia, pues se llevaban solo tres años de diferencia. Los enfrentamientos llegaron al inicio de sus respectivas carreras militares.
Atrás quedaron las innumerables horas de juego que habían compartido en las calles de Ferrol a principios del siglo XX, mientras la madre de Franco, María del Pilar Bahamonde, y su hermana Carmen vigilaban a estos y sus otros ocho hijos. La escritora, por su parte, era hija de Alfonso Jaraiz Pérez-Fariña, un ingeniero de minas natural de Cáceres, y de Pilar Franco Bahamonde, hermana del futuro jefe de Estado. Todos ellos formaban una gran familia que mantuvo siempre una relación muy estrecha con el ejército.
El primo de Franco, de hecho, ingresó en la Academia de Ingenieros de Guadalajara a los dieciséis años, y a los veinte ya había sido ascendido a teniente. Luego sirvió en el Regimiento de Ferrocarriles hasta 1918. En 1920, en la misma época en la que su primo se convertía en el jefe de la Primera Bandera de la Legión y lugarteniente de José Millán-Astray, Ricardo de la Puente Bahamonde pasó a la Comandancia de Ingenieros de Larache y obtuvo el grado de capitán. Ambos estuvieron durante un tiempo en las unidades indígenas en la guerra de Marruecos antes de regresar a la Península.
El accidente
En febrero de 1924, la vida del primo de Franco dio un vuelco al recibir un curso de observador de aeroplano. Desde ese momento, su carrera militar estuvo ligada a la aeronáutica, y fue destinado a las escuadrillas expedicionarias de Marruecos. El futuro jefe de Estado, entretanto, continuaba con su exitoso ascenso. En esa época, el piloto sufrió un aparatoso accidente cuando su avión se enganchó con un tendido telegráfico al aterrizar en el aeródromo de Nador. Estuvo en cama hasta enero de 1925. Al ser dado de alta, no tardó mucho en entrar en acción. Su dedicación era máxima y participó en el desembarco de Alhucemas junto a Franco, que estaba allí con la Legión.
En julio de 1934, el primo Ricardo fue ascendido a comandante y se le otorgó el mando de la base aérea de León. Sin embargo, cuando en octubre estalló la Revolución de Asturias, su carrera sufrió un revés al negarse a bombardear a los mineros sublevados con su trimotor Fokker. A raíz de ello fue castigado. Se le retiró de su cargo y fue destinado al servicio de material en Madrid. Al parecer, fue el propio Franco quien, como asesor del ministro de la Guerra durante los incidentes, sugirió su relevo.
El futuro Caudillo fue también elegido por el Gobierno para reprimir la violencia desatada por los socialistas y los sindicalistas en aquellos días. La revuelta y el posterior enfrentamiento con sus tropas acabaron con la vida de más de mil civiles y cerca de trescientos guardias y soldados; una actuación que agradó a un sector de la prensa, que empezó a referirse a él como «el salvador de la República», pero que no ayudó a cerrar la brecha que se abrió con su primo.
El primo republicano
De la Puente Bahamonde pasó dos años en la capital hasta que fue ascendido de nuevo, cuando faltaban dos meses para que estallara la guerra. No se imaginó entonces que estaba sellando su destino, pues se le encomendó el mando de las Fuerzas Aéreas del Norte de África. La sede estaba en el aeródromo de Sania Ramel, a dos kilómetros y medio de Tetuán. Allí se encontraba cuando se produjo el golpe de Estado de su primo Francisco y el resto de los generales, quedando su posición como la única de relevancia que se opuso al levantamiento en el protectorado de Marruecos.
Ricardo de la Puente Bahamonde decidió mantenerse fiel a la República y acuartelarse en la base aérea con sus hombres de confianza. No le cabía duda de que su aeródromo iba a ser atacado y de que su primo debía aterrizar allí a bordo del Dragon Rapide, procedente de Canarias. Por eso detuvo a varios oficiales afines a Franco y, con los veinticinco subordinados que aún le eran leales, instaló ametralladoras e iluminó la carretera por la que debía llegar el enemigo. También ordenó volcar varias camionetas en un puente cercano para cortar el acceso.
En medio de la confusión, el primo de Franco recibió una llamada esperanzadora en la que se le informaba de que, tras hablar con Santiago Casares Quiroga, en aquel momento presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, le iban a enviar desde la capital una serie de aviones. Solo tenía que resistir la posible ofensiva de los sublevados hasta su llegada. Sin embargo, después de que el comandante Bahamonde hubiera iluminado con hogueras la pista de aterrizaje, para facilitar la entrada de los refuerzos, el teléfono volvió a sonar.
El coronel Sáenz de Buruaga
Eran las dos de la madrugada y al otro lado del teléfono sonó la voz del enemigo. En concreto, la del jefe de la sublevación en Tetuán, el teniente coronel Sáenz de Buruaga, que le amenazaba con mandar una columna de artillería y varios efectivos de Regulares si no deponía su actitud. Los refuerzos de Madrid seguían sin aparecer. No se oía el ruido de ningún motor sobre el cielo de la base de Sania Ramel. «¡Tendrán que pasar por encima de los que defendemos al Gobierno legal en este momento! ¿En qué concepto me ordena usted que me rinda? ¿Quién es usted para darme tales órdenes?», fue la respuesta del comandante republicano.
Si el presidente Casares Quiroga hubiera enviado los aviones que había prometido, y que Bahamonde estuvo esperando durante la madrugada del día 18 de julio, es probable que el curso de los acontecimientos hubiera sido muy distinto. Pero no ocurrió así. A las dos de la tarde de aquel día, Franco subió al Dragon Rapide vestido de paisano. Llevaba un pasaporte falso, cedido por el diplomático José Antonio de Sangróniz. La sublevación estaba ya en boca de todos y ni siquiera se molestó en dar las contraseñas pactadas. Con él iban otros dos militares también vestidos de civiles: su otro primo, el teniente coronel Francisco Franco Salgado-Araujo, y un oficial de aviación.
Junto con ellos subió a bordo el periodista de ABC Luis Bolín Bidwell, que ejercía de corresponsal en Londres y que había ayudado en la contratación del avión. Muy comprometido con la política española y un opositor furibundo del régimen republicano, Bolín viajaba leyendo las noticias de la prensa francesa, donde se informaba de que ya se había producido el golpe de Estado.
Agadir
Los cuatro llegaron a Agadir para hacer escala bien entrada la noche. Franco quería continuar el viaje, pero le disuadieron porque era peligroso. En ese momento, Bolín recibió una llamada del marqués de Mérito, que le comunicó que Tánger no podía ser el destino porque había un grupo armado que esperaba su llegada. El destino iba a ser Tetuán, donde los Regulares de su primo Ricardo habían tomado el aeropuerto y esperaban con desesperación la ayuda prometida. De haber llegado esta, se habría podido cambiar la historia de la guerra, pues el futuro dictador podría haber sido detenido. Al final, el combate fue muy cruento, aunque más corto de lo esperado.
El episodio fue reconstruido por Francisco Sánchez Montoya en 'Ceuta y el norte de África. República, guerra y represión, 1931-1944', tras una investigación que le llevó diez años. Estaba basada en el estudio de los centenares de consejos de guerra que se celebraron en la época, y cuyos informes fueron guardados en archivos militares y civiles durante décadas. Estos revelaron que, dos horas y media después de la llamada de Sáenz de Buruaga, el aeródromo ya estaba cercado. El asedio apenas duró unos minutos. Fue una maniobra fácil en la que las fuerzas atacantes tuvieron cuidado de no dañar la pista de aterrizaje, pues sabían que iba a ser utilizada poco después por el avión que traía al general Franco. «El comandante Bahamonde no tardó en comprender que los aviones prometidos por Casares Quiroga no iban a llegar nunca, que resistir solo serviría para contribuir al derramamiento de sangre y que su primo había ganado esta partida», comentó el historiador.
A las 5.15 de la madrugada, el comandante enarboló un pañuelo blanco y salió con sus hombres a la pista de aterrizaje. Antes de entregar su pistola al comandante sublevado Serrano Montaner, ordenó a sus hombres que provocaran el máximo número posible de averías en los aviones Breguet XIX que tenía a su cargo. Rompieron los depósitos de gasolina, los radiadores y las ruedas del tren de aterrizaje para que no pudieran ser utilizados por los sublevados. Los asaltantes le apresaron y le trasladaron a la fortaleza militar del monte Hacho, en Ceuta. Así se puso punto y final a una operación que muchos historiadores han considerado como el testamento militar del último oficial de alta graduación que se resistió al levantamiento en el protectorado de Marruecos. Pero fracasó, y la mañana del 19 de julio Franco aterrizó en Sania Ramel, donde fue informado de la actitud de su primo.
Consejo de guerra
Aunque el proceso sumarísimo contra el comandante Bahamonde comenzó a tramitarse el 19 de julio, no fue hasta el 2 de agosto cuando se celebró el consejo de guerra en Ceuta. Así contaba ese episodio Salgado-Araujo en 1977:
«Otra noticia de índole sentimental y desagradable esperaba a Franco a su llegada a Tetuán en 1936, cuando le comunicaron que su primo hermano había defendido el aeródromo contra el ataque de los nacionales en la noche del 17 de julio y que estaba pendiente de la sentencia de un consejo sumarísimo. Y que, casi seguro, sería condenado a muerte. De la Puente Bahamonde era un excelente jefe y persona honrada, seria y fiel a sus arraigados ideales. Había acatado la República sin reserva alguna y por ello debo creer que, si fue leal con dicho régimen, fue por estar convencido de que así cumplía con su deber. Sus compañeros del bando contrario le invitaron a rendirse, pero él se negó a ello diciendo que 'lo defendería hasta consumir el último cartucho'. Franco quería mucho a su primo Ricardo y eran excelentes amigos».
La sentencia estaba firmada por el general Luis Orgaz Yoldi. En el lugar reservado para Franco, sin embargo, figuraba la expresión «PI». Parece ser que este no hizo ningún intento por frenar aquella ejecución, tal y como había predicho años atrás. Cualquier debilidad hubiese podido dar lugar a enfrentamientos entre los alzados e, incluso, amenazado su posición de líder. Le fusilaron el 4 de agosto, a las 17.00, en los muros exteriores de la fortaleza del monte Hacho. Era una hora inusual para este tipo de acciones. Sánchez Montoya consultó cientos de procedimientos llevados a cabo en Marruecos y que acabaron en una pena capital, y comprobó que, «durante la represión que duró hasta 1944 en Ceuta, no se hizo ninguna ejecución por la tarde, por lo que estaba claro que Franco quería dar por finalizado este consejo de guerra cuanto antes».
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