Guerra Civil
Guardia de Asalto: los requisitos para acceder a la policía de élite republicana que desató la barbarie en España
El grupo, impulsado por el Frente Popular tras su creación en 1932, fue precursor de las actuales unidades de intervención policial

El alumbramiento de la Segunda República el 14 de abril de 1931 no trajo consigo una España de arcoiris y paz social. Unas semanas después, el 11 de mayo, se desató en Madrid la brutalidad anticlerical. Ardieron iglesias, humearon los conventos y rodaron ... las cabezas de clérigos. Aunque políticos como el presidente en funciones, Niceto Alcalá Zamora, tildara todo de una simpática revolución de cartón orquestada por chiquillos de la izquierda más reaccionaria, lo cierto es que aquella locura puso de manifiesto algo preocupante: la imposibilidad de las instituciones y de su brazo armado, la policía, para mantener el orden.
Si bien Alcalá Zamora se limitó a sonreír de forma socarrona, el ministro de Gobernación, Miguel Maura, prefirió buscar soluciones antes de que las revueltas salpicasen al Gobierno Provisional. La solución vino en forma de un decreto publicado el 30 de enero de 1932 mediante el que fundó un nuevo cuerpo policial. «Se creó una unidad de élite formada y preparada de forma específica para actuar con contundencia en el ámbito urbano en caso de disturbios callejeros, en la línea de las que se venían desarrollando en toda Europa», explica a ABC Jorge Ávila, historiador, oficial de policía y autor de 'Sangre azul. Historia de la Policía Nacional' (Edaf, 2022).
Aquella institución era la Guardia de Asalto. Aunque, según la Gazeta de Madrid de 1932, el BOE de la época, vino al mundo con el nombre de Sección de Vanguardia del Cuerpo de Seguridad. «Fue la precursora de las actuales unidades de intervención policial. La élite. La idea era que actuaran contra las masas violentas, en grandes concentraciones de personas, en espectáculos...», añade el experto, que ya desveló a ABC el origen y la evolución de la Policía Nacional. La contrapartida es que el Frente Popular ideologizó el cuerpo y lo convirtió en una suerte de Guardia Pretoriana republicana. Hasta tal punto, que fueron varios de sus miembros los que asesinaron a Calvo Sotelo; un acto de barbarie en el que se escudaron los sublevados para desatar la Guerra Civil.
Policía de élite
No hubo eufemismos por parte del Gobierno Provisional a la hora de crear la Guardia de Asalto. El mismo Maura explicó en sus memorias que «lo ocurrido los días 11 y 12 de mayo –la quema de conventos– había confirmado el temor a la imposibilidad de hacer frente a los conflictos de orden público en las ciudades con la Guardia Civil como único instrumento». Normal. Desde su alumbramiento, la Benemérita se había especializado en la lucha contra el bandolerismo en los montes. Y su arma principal, el largo y lento fusil Máuser, no podía ser utilizado en la ciudad; mucho menos contra los civiles.
Así, Maura se puso manos a la obra con uno de sus acólitos. «Tan pronto como Ángel Galarza estuvo al tanto de su misión en la Dirección General de Seguridad, planeamos juntos la creación de este nuevo cuerpo», desvelaba el político. Según explica Jorge Ávila a este diario, por entonces existía el modelo de Policía Gubernativa instaurado en 1908. La nueva unidad nació bajo su paraguas, aunque no tardó en superarla en importancia. «Se fundó sobre la base de la denominada Sección de Gimnasia, una reserva de policías bien entrenados y en buena forma física que, al parecer, había sido creada poco antes de la proclamación de la República por el entonces Director General de Seguridad, el general Mola, uno de los futuros cabecillas de la sublevación», explica el autor.

Desde el principio, la Guardia de Asalto fue concebida como una unidad policial que debía atesorar la máxima lealtad hacia el gobierno republicano. A nivel oficial estaba encuadrada en el Cuerpo de Seguridad y Orden Público y, en sus inicios, contaba con 2.500 agentes en todo el país. «Su misión fundamental era actuar los primeros en caso de alborotos, ya fuese formando cadenas humanas, convenciendo a los alborotadores de que depusieran su actitud o disolviéndolos por la fuerza en caso necesario y como último recurso, para lo cual podían contar con el auxilio de la Guardia Cívica», desvela Ávila en su obra.
En 1936 la Guardia de Asalto se había convertido ya en un de los pilares sobre los que se erigía la Segunda República. Su máximo valedor fue el Frente Popular, que la ensanchó con miles de agentes leales al gobierno e ideologizados al extremo. Atrás quedó la práctica de que en sus filas hubiese antiguos legionarios o miembros de los Regulares para aportar veteranía. Lo que no se puede negar es que, en vísperas de la sublevación, la unidad se asemejaba a un ejército formado por 17.660 efectivos. «De ellos, 16.667 eran cabos y guardias, 543 suboficiales y sargentos, 428 oficiales, 18 comandantes y 3 tenientes. Unos 8.000 hombres pertenecían a la sección de Seguridad, siendo el resto guardias de Asalto», explica el historiador Alejandro Vargas en 'La Guardia de Asalto. Policía de la República'.
Camino a la Guardia de Asalto
Los requisitos para entrar en la Guardia de Asalto han quedado grabados en los libros de historia. El mismo Maura recogió en sus memorias la preparación que debían tener sus miembros: «El reglamento del cuerpo era extraordinariamente rígido, no solo en cuanto a disciplina, sino también en cuando a las condiciones requeridas para el ingreso en él». En palabras del político, «quien al presentarse como candidato mostrara la más leve tara física era rechazado sin piedad». No le faltaba razón. Los pasos y requisitos para convertirse en agente se hicieron públicos en enero de 1932 en la Gazeta de Madrid:
1-Rellenar a mano una solicitud en la que constara nombre, apellidos, fecha de nacimiento y altura, que no podía ser inferior a 1,80.
2-Presentar un certificado de antecedentes penales y otro de buena conducta. Era necesario también no haber sufrido correctivos por faltas de disciplina o embriaguez, no contar con notas desfavorables en el currículo y no haber sido expulsado de otro cuerpo.

3-Pasar un reconocimiento médico en el que el galeno atestiguara «que el reconocido no padece enfermedad ni defecto físico alguno».
4-Superar una examen de resistencia física conformado por las siguientes pruebas:
-Carrera de sesenta metros lisos.
-Trepar una cuerda.
-Carrera de 150 metros con diez vallas de 0,70 metros de altura.
5-Superar un examen teórico formado por estas pruebas:
-Lectura manuscrita e impresa.
-Escritura al dictado.
«Una camioneta […] había ido a detener a Calvo Sotelo a su domicilio. Iban a llevarlo a la Dirección General de Seguridad, pero en el camino uno de los acompañantes disparó a quemarropa sobre él, matándolo»
Manuel Tagüeña
-Operaciones matemáticas («adición, substracción, multiplicación y división de números enteros»).
-Conocimientos del sistema métrico decimal.
-Conocimientos de las ordenanzas militares.
Aquellos que aprobaran y adquirieran una de las ansiadas plazas debían pasar, a su vez, un cursillo de un mes de duración. «Este consistirá en clases de cultura general, especial del Cuerpo, y gimnasia», explicaba la Gazeta de Madrid.
Barbarie
Las intervenciones de la Guardia de Asalto a lo largo de toda la época republicana fueron numerosas debido al alto nivel de conflictividad social. Sin embargo, existe un hecho que le granjeó una pésima fama a esta unidad: los sucesos acaecidos en Casas Viejas en 1933. Es esta localidad gaditana se habían atrincherado el 11 de enero un grupo de campesinos afiliados a la CNT para protestar contra el gobierno de turno y reclamar la supresión del estado. Casi nada. En horas, asaltaron el cuartel de la Guardia Civil y acabaron con la vida de varios agentes. Manuel Azaña envió entonces a nuestros protagonistas con órdenes de acabar con aquella locura. Y no hubo piedad. Un centenar de policías arribaron al pueblo, quemaron varias viviendas en las que se habían escondido sindicalistas –aunque también mujeres y niños–, fusilaron a otros tantos y arrestaron a vecinos de forma indiscriminada.

Otra de las barbaridades por las que será recordada la Guardia de Asalto es por haber prendido la mecha del conflicto en 1936. Tras el asesinato del coronel Castillo, de este cuerpo, por parte de extremistas de derechas el 12 de julio, sus agentes respondieron bajo la protección del Frente Popular. En las jornadas siguientes detuvieron de forma masiva a decenas de falangistas y acabaron con la vida de José Calvo Sotelo, que abogaba por el regreso de la monarquía. «Una camioneta […] había ido a detener a Calvo Sotelo a su domicilio. Iban a llevarlo a la Dirección General de Seguridad, pero en el camino uno de los acompañantes disparó a quemarropa sobre él, matándolo», explicó en sus memorias el general republicano Manuel Tagüeña. El resultado es el que todos conocemos: el inicio de la Guerra Civil.
Cuatro preguntas a Jorge Ávila
- ¿Cómo impulsó el Frente Popular la Guardia de Asalto?
La infló con decenas de efectivos. Entre 5.000 y 6.000 durante el llamado Bienio Reformista, que fue cuando más personal accedió. Hicieron además un filtro ideológico con la finalidad de incluir agentes afines al régimen republicano.
- ¿Qué fue de ella tras el comienzo de la Guerra Civil?
A sus agentes les sucedió lo mismo que al resto de España: quedaron divididos. Es cierto que la mayoría fueron leales a la República, pero una minoría se pasó al bando sublevado. Cuando terminó el conflicto hubo una depuración a todos los niveles. Sobre ese pequeño núcleo de policías gubernativos de orden publico que se mostraron partidarios de Franco se formó la llamada Policía Armada y de Tráfico, famosa durante la dictadura.
- ¿Cree injusto que se haya calificado de represora a esta policía franquista?
Mucha gente proyectó su desencanto sobre ella. La veían como un elemento de represión, y en parte llevaban razón. Pero no podemos generalizar. Es cierto que en ocasiones sus agentes actuaron mal, pero por culpa del régimen que la dirigía y les dio una función represiva. En la práctica, aquella policía era de las más modernas de Europa. Sus miembros eran disciplinados, organizados y vocacionales. Al final, actuó contra la delincuencia de una forma espectacular, y sin contar casi con medios.
- ¿Cómo era la vida diario de un agente de esta policía franquista?
Trabajaban un día entero y descansaban otro. Sus sueldos eran paupérrimos. No tenían casi para vivir. Además, recibían malas miradas por la calle y tenían que ocultar su condición de policías para no recibir críticas. La mayoría eran españoles sometidos, aunque de otra forma, al Régimen. Al menos la mayoría, aunque no podemos obviar que otros tantos accedían al cuerpo para obtener privilegios.
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