Un gran hispanista destruye la mentira mil veces contada sobre la Falange de Primo de Rivera

Stanley G. Payne, centrado en el estudio del fascismo español, amplía, revisa y actualiza uno de sus ensayos más populares y desvela que los seguidores de José Antonio eran minoritarios antes de la Guerra Civil

El intento de la República de aplastar a la Falange que convirtió a Primo de Rivera en un mártir

José Antonio Primo de Rivera, en un mitin de Falange Española en el cine Madrid ABC

Noventa primaveras contemplan a Stanley G. Payne (Texas, 1934), pero también una vida entera dedicada a sumergirse en los archivos rojigualdos. El que se cuenta hoy como uno de los grandes hispanistas de nuestra era –más bien un tótem incólume– arrancó sus andanzas por estas ... tierras allá en los sesenta. Por entonces, y se enorgullece de ello, la policía de la dictadura entregó a Francisco Franco un informe en el que se le definía como un tipo «bien informado» y de «aspecto inocentón».

Pero de cándido demostró no tener un pelo de la barba. En los años siguientes, aquel delgado estadounidense de gafillas características publicó una serie de obras sobre el fascismo peninsular que revolucionaron la visión que existía sobre este movimiento y ahondaron en su relación, muchas veces quebrada y amarga, con el régimen patrio y el italiano impuesto por Benito Mussolini.

Una de ellas es la que reedita estos días de la mano de la editorial Espasa: 'Franco y José Antonio. El extraño caso del fascismo español'. Más de un cuarto de siglo después, 27 años para ser más concretos, Stanley G. Payne ha revisado, actualizado y ampliado la que fue una de sus obras insignias. Lo ha hecho, como bien explica a este periódico desde el otro lado del Atlántico, enarbolando una lección que, le gustaría, se grabase a fuego en nuestra sociedad: el escaso poder político que atesoraba el falangismo de Primo de Rivera por estos lares antes del estallido de la Guerra Civil. Y vayan por delante los datos: el grupo apenas sumaba 5.000 afiliados entre 1933 y febrero de 1936. Cifras irrisorias para la época. De hecho, sólo dio el salto definitivo tras la alianza con las JONS de Ramiro Ledesma.

El ascenso del partido, su ideología –más cercana al fascismo italiano que al nacionalsocialismo alemán de Adolf Hitler– y su uso por parte de un Franco desesperado por nutrirse de ideales vertebran la obra del hispanista. Y por todo ello le preguntamos hoy.

–¿Era el falangismo español un fascismo al uso?

No, porque no había un fascismo al uso. Casi todos los fascismos eran diferentes. Mientras los comunismos se basaban en el marxismo-leninismo soviético, en el fascismo no hubo un modelo único. El fascismo formaba la expresión más extremista del nacionalismo. Por eso, cualquier forma nacional variaba, y a veces bastante. El concepto de 'fascismo genérico' es válido, como he explicado en otras ocasiones, solo a un nivel bastante alto de abstracción.

–Afirma en su libro que, a pesar de la admiración que sentía hacia él en principio, José Antonio tuvo muchas desavenencias y diferencias con Benito Mussolini

Sí, aunque el falangismo siempre se pareció más al fascismo italiano que a cualquier otro, Pero José Antonio se dio cuenta de que 'el estado totalitario' era un espejismo. Al final, entendía que la realidad del fascismo era bastante diferente a la doctrina original. Quién sabe lo que habría pasado si hubiera vivido más tiempo.

–¿Fue Ramiro Ledesma, fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, el gran ideólogo del falangismo?

No, porque fue muy radical y también personalista. José Antonio fue el ideólogo central, pero Ledesma había sido el primer doctrinario intrínsecamente fascista y, a su vez, el más radicalmente fascista. Su sectarismo doctrinario fue tal que le apartó del movimiento, pero no había nadie más ultra-fascista.

–Sostiene la debilidad del fascismo español antes del estallido de la guerra. ¿Por qué, entonces, se ha idealizado tanto?

Ha sido idealizado precisamente por eso, porque siempre fue demasiado débil para hacerse de forma directa con el poder. Y por eso el falangismo puro, en la medida que existiera, nunca dominó el espectro político. En ese sentido nunca se desacreditó de un modo puro y duro. Se podría decir que la 'verdadera Falange' nunca lideró el movimiento.

Franco y José Antonio

  • Editorial Espasa

–¿Fue un balón de oxígeno para Franco la muerte de José Antonio?

En cierto sentido, sí. Franco se encontraba en una situación complicada. No se atrevía a desacreditarse no apoyando los intentos de rescate de Primo de Rivera de la cárcel, y por eso los autorizaba todos. Pero su fracaso y la ejecución de José Antonio, como las muertes de Sanjurjo (por accidente), su rival Goded (ejecutado por los republicanos) y su rival Mola (también por accidente) le allanaron el camino.

–¿Era la relación entre Franco y José Antonio tan pésima como se nos ha vendido?

Más o menos. Con todo, solo hubo un encuentro personal y serio entre los dos. En él, Franco se portó de un modo típico –esquivo, cauto, ambiguo y muy pragmático– que disgustó a un José Antonio que buscaba decisión e idealismo. Al final, Primo de Rivera no se trataba directamente con él, sino con otros militares más cercanos.

–¿Cuál era, en esencia, la ideología de Franco?

El bien de España y de su propio régimen. Creía en el nacionalismo español y en el catolicismo y prefería el autoritarismo político, pero nunca al punto del fanatismo, porque era muy pragmático y calculador, muy flexible.

Stanley G. Payne, en una imagen de archivo ABC

–¿Qué ha aprendido de nuevo sobre ambos personajes en estos 27 años?

Con los años y el aluvión de datos se aprende más y más de la astucia de Franco y de sus juicios, que fueron muchas veces sorprendentemente objetivos y pragmáticos. También he llegado a la conclusión de que el último José Antonio era bastante diferente del primero.

–¿Hay alguna pregunta que no le haya hecho hoy y que le hubiera gustado responder?

Dos. ¿Por qué fue el falangismo español el partido fascista más débil de Europa en proporción? ¿Por qué fue España un país tan poco fascista? Sorprende, pero fue así cuando todavía existía la República, desde abril de 1931 hasta marzo de 1936.

–¿Y por qué?

Una respuesta sencilla es por la debilidad del sentimiento nacionalista en España, pero influían otros factores que analizo en mi libro.

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