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ABC Cultural

Los expertos desvelan el misterio: ¿fue Napoleón un dictador comparable a Hitler y Stalin?

En una entrevista por el estreno de su nuevo 'biopic' sobre el corso, el director Ridley Scott le comparó con los dos dictadores del siglo XX

Alexander Mikaberidze, autor de 'La batalla de Borodinó' y 'Las guerras napoleónicas', explica en ABC el porqué no tiene sentido equiparar a estos tres personajes

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Napoleón Bonaparte, en Fontainebleau ABC
Manuel P. Villatoro

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Con la opinión sobre Napoleón Bonaparte sucede lo mismo que con la nariz: cada uno tiene la suya. Adolf Hitler, que convertía sus tertulias de sobremesa en una suerte de 'Sálvame' de los años treinta, le definía frente a sus invitados como «un jefe digno de ser venerado» que ascendió al pueblo galo al Olimpo de la historia. Mientras, Thomas Jefferson, coetáneo del corso, le veía como un «miserable que provocó más dolor y sufrimiento en el mundo que cualquier otro ser que hubiera vivido anteriormente»; un tipo que «destruyó las libertades de su patria» por «su maniática ambición y su espíritu tiránico» y que «causó la muerte a entre cinco y diez millones de humanos».

Estos son solo dos ejemplos de los miles de dimes y diretes que han danzado alrededor del Pequeño Corso; o más bien Gran Corso, porque no tenía un pelo de liliputiense ni en lo político ni en el tallaje. Y no parece que la lista se vaya a reducir con el paso de las décadas. El último en sumarse a ella ha sido Ridley Scott, arquitecto del que pretende ser el 'biopic' definitivo de Napoleón. En una entrevista reciente, el director avivó con una sola frase el fuego de una polémica con mucha solera entre los historiadores: «Yo le comparo con Hitler y Stalin. Hizo un montón de cosas malas, pero, al mismo tiempo, destacó por su valentía».

Absurda comparación

¿Fue el corso un déspota equiparable a los dos grandes dictadores del siglo XX? La respuesta nos la ofrece el doctor en Historia Alexander Mikaberidze desde Estados Unidos. El cofundador de la Sociedad Napoleónica de Georgia y autor de obras como 'La batalla de Borodinó' y 'Las guerras napoleónicas' (ambas de la editorial Desperta Ferro) responde a ABC tras la caída del sol; las obligaciones típicas de las diferencias horarias: «Podemos, y los historiadores lo hacemos, debatir sobre si fue un tirano o no, pero lo cierto es que no fue un asesino en masa al estilo de Hitler y Stalin ni creó un sistema totalitario que reprimiera de forma brutal a millones de personas».

Mikaberidze no se cohíbe. Si tiene que pegar algún pescozón a sus colegas, lo da sin reparos. Y otro tanto hace con los periodistas que, incautos, le preguntamos por las analogías entre los miembros de este trío: «Buscar similitudes entre ellos es un ejercicio de pereza intelectual; no tiene sentido. Estos individuos no eran similares en estatus social, educación, carrera política y militar o experiencias personales. ¿Compararías a Mozart con Freddy Mercury?». No le falta razón; poco tiene que ver la Francia del siglo XVIII, reformadora e imbuida del espíritu de la Ilustración, con aquella Alemania escocida por el maltrato internacional en la Gran Guerra o esa URSS heredera de mil gobiernos revolucionarios.

Aquello de que la duda ofende parece un hecho en el caso de Mikaberidze. Casi le duele que se intente comparar con Napoleón a dictadores que «fundaron policías secretas que persiguieron a disidentes políticos, asesinaron de forma sistemática a minorías y abogaron por la instauración de una supremacía racial ligada a la ideología estatal». Eso, sin contar con las purgas impulsadas desde la cúspide del poder –Hitler inició la suya en 1934 con la Noche de los Cuchillos Largos, mientras que Stalin hizo lo propio en 1936– o con la creación de campos de concentración. «Bonaparte diseñó un estado policial precursor del moderno con un férreo sistema de vigilancia, pero no era tan intrusivo como el nazi o el soviético», insiste.

Claros y oscuros

Con todo, el experto huye de los clásicos negros y blancos. Tiene claro que no podemos equiparar a Napoleón con Hitler y Stalin, pero también que el corso fue un precursor de las dictaduras del siglo XX. Al menos, en la manera en la que concibió su Estado: «Le dio a Francia una forma de despotismo ilustrado enmascarado por una fachada de ideales democráticos». La sociedad, inocente, creía que podía influir en el gobierno, cuando todo estaba regido por él; algo similar a lo que sucedió después con los partidos instaurados por los jerarcas alemán y soviético. «Además, no compartía muchos de los ideales de la Revolución Francesa y algunas de sus reformas fueron un paso atrás con respecto a los logros revolucionarios», sentencia.

Alexander Mikaberidze ABC

El ejemplo más sangrante se dio en 1802, cuando Napoleón aplastó la rebelión de los nativos de Haití y devolvió la esclavitud a la isla. «Fue una mancha en su legado, pero él lo sabía bien. En sus últimos días, en Santa Elena, admitió que había cometido un error al no declarar libre a la región, pero tuvo que hacerlo por las presiones de los empresarios coloniales», añade. A cambio, Mikaberidze enumera una extensísima lista de reformas e instituciones innovadoras creadas por el corso: «El banco de Francia, las campañas de vacunación, los Tribunales Laborales, la Universidad Imperial...». Se detiene en la vigesimoséptima, pero recuerda que hay muchas más: «¿Podemos decir lo mismo de Hitler y Stalin?, ¿qué hicieron ellos que todavía perviva?».

La conclusión, sentencia Mikaberidze, es que Napoleón instauró una suerte de despotismo ilustrado; ese cóctel que aunaba el absolutismo tradicional con las nuevas ideas regeneradoras que agitaban Europa. «Lo suyo no tuvo nada que ver con el totalitarismo. Sí, trajo consigo un gobierno burocrático controlado por un poder central, métodos más eficientes de recaudación de impuestos y reclutamiento militar y un mayor control policial, pero también un nuevo sistema legal que reflejaba los ideales revolucionarios de secularismo, igualdad ante la ley, tolerancia religiosa y propiedad privada», finaliza. El problema es que, como suele pasar, el cine ha extendido que lo suyo solo eran las guerras. Pero confiamos en que Scott no replique este error.

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