El error de la batalla de Guadalete... y otras grandes mentiras de la conquista musulmana de Hispania
En 'Egilona, reina de Hispania', José Soto Chica recorre este período a través de los ojos de un curioso personaje: la esposa de don Rodrigo
José Soto, el militar español que se quedó ciego por la explosión de una bomba y hoy ha revolucionado la historia
![Rodrigo en Guadalete, una batalla mal nombrada, según los expertos](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/04/15/guadalete-RBxyX3jAbNO8ajKnarpvQRN-1200x840@diario_abc.jpg)
José Soto Chica rehúye las metáforas y apunta a matar cuando la presa lo merece. Si toca arremeter contra el mito de que la batalla que abrió las puertas de Hispania a los musulmanes se libró en Guadalete, dispara. Y, si toca defender el concepto de Reconquista y la idea de la restauración visigoda, amartilla el arma y abre fuego de nuevo. «En este sentido, me importa más lo que pensaba un cronista del siglo VIII, que lo que pueda decir un catedrático motivado por tal o cual ideología. Los textos son los textos; la clave es analizarlos y huir de partidismos». Lo llamativo es que lo hace con una sonrisa que se infiere al otro lado del teléfono; porque no, no hace falta malencararse para debatir sobre historia.
Mil títulos avalan a Soto Chica: doctor en historia medieval; profesor contratado doctor de la Universidad de Granada e investigador del Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de Granada. Ahí es nada. Aunque la clave, nos desvela, es que adora zambullirse en temas apartados por las fuentes. El último tiene nombre y apellidos: Egilona. Y vaya si tiene miga. «De ella sabemos muy poco. Apenas que era la mujer de don Rodrigo y que, tras la muerte de su esposo en batalla, en el 711, se casó con el valí Abd al-Aziz ibn Musa», explica. También que no era conformista, pues buscó que su nuevo esposo se levantara en armas contra el califa omeya de Damasco.
Como las fuentes fueron poco prolíficas en lo que respecta a este personaje, y como faltaban muchos huecos por llenar de su vida, Soto Chica ha alumbrado 'Egilona, reina de Hispania' (Espasa). Una obra en la que el doctor en Historia plasma, en forma de novela histórica, una investigación que le ha llevado meses. «En el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia solo vienen tres párrafos de ella, y además equivocados. Lo han hecho mediante fuentes secundarias y terciarias; le han atribuido una genealogía que tiene poco que ver con la suya y se le ha dado una fecha de nacimiento poco verosímil», sentencia. Una bala más que corta el viento...
Reina de reinas
La pregunta es obligada: ¿Qué sabemos de Egilona? Y Soto Chica responde que muy poco. La referencia más viva la halló el experto en la 'Crónica Mozárabe', elaborada en el 754. «Está escrita por un contemporáneo y nos dice que 'Egilona, reina de Hispania, incitó a su esposo a sacudirse de la cerviz el yugo del dominio de los árabes'». Otro tanto sucede con las fuentes musulmanas. «Estas cuentan que intentó que Abd al-Aziz se sublevara contra el califa y se proclamara rey de Hispania, como lo había sido su anterior esposo». A partir de ahí, todo son elucubraciones. Desde su lugar de nacimiento –¿quizá la Bética?–, a sus maquinaciones para aupar a su nuevo esposo al trono de una Hispania independiente.
Pero vayamos por partes. La novela nos retrotrae a esa época de incertidumbre que era el siglo VIII; porque, en contra de lo que se tiende a pensar, las luchas intestinas entre la sociedad peninsular eran amplias y variadas. «Además de hablar de Egilona, mi objetivo es narrar la verdadera historia de la conquista, lo que hemos averiguado en los últimos veinte años», explica Soto Chica. Y hoy sabemos, por ejemplo, que existía una nobleza que no apoyaba al monarca visigodo. «Cuando murió Witiza, la 'Crónica Mozárabe' nos dice que don Rodrigo, que era un duque de la Bética, tomó el poder de forma ilegal. Con total probabilidad, protagonizó una suerte de golpe de Estado. Los hijos de Witiza no lo aceptaron, y tampoco el gobernador de lo que hoy sería Cataluña y Aragón», sentencia.
![Fotografía de José Soto Chica](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/04/15/chica-U33825211812KSD-760x427@diario_abc.jpg)
A aquellas revueltas, por entonces una guerra civil en ciernes, se sumaron las ínfulas del enviado de Musa ibn Nusair: Táriq ibn Ziyad. «Le dio la orden de tantear las defensas; que lanzara una expedición para conseguir botín e información y volviese a Marruecos. O que, como mucho, controlara el puerto de Algeciras», sostiene el doctor en Historia. La máxima era que no arriesgara a un ejército contra las poderosas huestes visigodas. Pero él, ávido de poder, se lanzó de bruces a plantar una gigantesca batalla que, de entrada, parecía perdida. «A la larga, con muy pocos hombres se internó en la Península. Fue el equivalente a Hernán Cortés», completa.
Mal llamada Guadalete
Pero si hay un error recurrente en esta época, y que escuece en especial a Soto Chica, es que todavía se llame batalla de Guadalete al combate definitivo entre don Rodrigo y Tariq en el 711. «El paraje en el que se luchó fue al pie de lo que antaño fueron los Montes Transductinos», explica. En palabras del experto, esta teoría quedará demostrada a golpe de arqueología en un suspiro. «Lo de Guadalete fue una cosa traída por los pelos por Claudio Sánchez-Albornoz». Y es que hasta los mejores se equivocan. «Él, que era un gran historiador, era partidario de ello, pero la realidad es que se basó en una mala traducción del arzobispo de Toledo, Fernández de Rada, en el siglo XIII... ¡Seiscientos años después!».
Otro tanto sucede con la muerte de don Rodrigo; tema que ha hecho correr ríos de tinta. Muerte en combate, huida del campo de batalla... Su destino es incierto. Las crónicas islámicas, por ejemplo, coinciden en que los restos del monarca desaparecieron, aunque sostienen que no se dejó la vida en la batalla, sino que lo hizo tras dar media vuelta a su jamelgo y hundirse en un riachuelo cercano que intentaba cruzar. «Rodrigo desapareció, sin que se supiese lo que le había acontecido, pues los musulmanes encontraron solamente su caballo blanco, con su silla de oro, guarnecida de rubíes y esmeraldas, y un manto tejido de oro y bordado de perlas y rubíes», explicó un texto de la 'Colección de tradiciones: crónica anónima del siglo XI'
Por existir, existen teorías que afirman que huyó del campo de batalla. La 'Crónica Mozárabe', por su parte, afirma que el monarca falleció en la contienda: «[El rey] murió en esta batalla, huyendo todo el ejército de los godos que, movidos por la ambición del reino, envidiosa y fraudulentamente habían venido con él. De este modo perdió desgraciadamente el trono y la patria». El cómo es otra historia, y va desde la derrota en combate singular, hasta el ahogamiento, cual Federico Barbarroja en las cruzadas. Soto Chica confirma que este enigma histórico, rodeado todavía por la bruma de la incertidumbre, lo ha usado a su favor en la novela.
Cambio de paradigma
La muerte de don Rodrigo motivó no solo la caída de los visigodos, sino también un cambio de vida para una Egilona que abrazó el poder musulmán con matices para continuar pegada al poder. «El autor de la 'Crónica Mozárabe' la definió como reina de Hispania aún tras la muerte de su esposo. Esto lo que te indica es que detrás hay una mujer fuerte, poderosa e influyente», explica Soto Chica. No era, en palabras del experto, alguien que pasara de una cama a otra –del cristianismo al islam– al albur, sino de «un actor político de primer nivel». Para el historiador, por si fuera poco, demuestra también que hubo una política de acuerdos y de entendimiento con la nobleza visigoda: «Lo que me queda claro es que sabía jugar a la alta política».
El mejor ejemplo de ello fue que luchó para que su nuevo esposo ascendiese al trono de Hispania. «Las fuentes te lo cuentan de una forma preciosa. Te dicen que ella llegó un día y le dijo que no se conformaba con ser la mujer de un gobernador, que quería ser reina, que no había dejado de serlo nunca. Él le respondió que no podía hacer nada, pero, gracias a su habilidad política, Egilona convirtió esa opción en la única que le quedó a Abd al-Aziz. Aunque, para saber el final, nos invita a leernos la novela. Y nosotros, que lo hemos prometido, no vamos a desvelar qué ocurrió. Secreto profesional...
Pero todavía nos queda una última pregunta: ¿qué pasaba con Hispania, que todo el que la pisaba quería hacerse con su poder? «Porque tiene una idiosincrasia propia. Es algo que se ve en la 'Crónica Mozárabe'. En ella, el cronista, que era cristiano y había vivido siempre bajo el régimen visigodo, se había puesto bajo el paraguas de los musulmanes. Y ahí va otro ejemplo: cuando anota la llegada de un nuevo gobernador enviado por el Califa, afirma que ha ascendido al trono de Hispania», completa. Al-Ándalus, confirma, fue algo único; tuvo su propia personalidad política, y los musulmanes lo supieron desde el minuto uno. Ahora, solo nos queda a los españoles convencernos de ellos.
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