El día que Alfonso XIII se enfrentó a su asesino y esquivó la muerte que habría cambiado la historia de España
En 1913, el Monarca español sufrió su segundo regicidio, el que más cerca estuvo de costarle la vida a tan solo dos meses del nacimiento de Don Juan de Borbón, aunque sea mucho menos conocido que el acaecido en 1906
![Reconstrucción en 'Le Petit Journal' del atentado contra Alfonso XIII en 1913](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/01/12/Alfonso-XIII-1913_20240112165021-Rtd5QV6MwqooUzbaiOHPL3J-1200x840@abc.jpg)
El 13 de abril de 1913, Alfonso XIII asistía a un acto de jura de bandera. Uno de los muchos a los que el Rey solía acudir. Ese día decidió darse un baño de multitudes a caballo, acompañado de su cortejo y de su ... escolta. El Monarca abandonó el Paseo de la Castellana y continuó su camino por el Paseo de Recoletos con el resto de la comitiva. Hacia las dos menos cuarto de la tarde llegaba a la Plaza de Cibeles, donde giró hacia la calle de Alcalá. «De los balcones del Banco de España y de las filas de gente que se apiñaba en la bocacalle salían vivas y aplausos. El Rey volvía el rostro a uno y otro lado correspondiendo a las manifestaciones. De improviso sonaron dos detonaciones seguidas y, a los tres o cuatro segundos, otra», contaba ABC.
El atentado se produjo a la altura del número 48 de la citada calle. En la reconstrucción hecha por la portada del periódico se podía ver al autor de los disparos, Rafael Sancho Alegre, a tan solo tres metros de distancia empuñando una pistola contra el Rey en medio de la avenida, justo antes de disparar. Se trataba del tercer atentado sufrido por el Monarca a lo largo de su vida, aunque sea muchísimo menos conocido que el primero acaecido en París en 1905 y, por supuesto, que el día del día de su boda con Victoria Eugenia de Battenberg, en 1906, que produjo 23 muertos y 104 heridos. A pesar de ello, se podría decir que este es el que estuvo más cerca de acabar con su vida, dos meses antes de que naciera Don Juan de Borbón.
El relato de ABC detallaba así los segundos de mayor tensión: «La posición del criminal en el preciso momento del disparo fue un poco inferior al plano del caballo, frente al costado izquierdo del animal, casi tocando a este y hallándose él algo encogido e inclinado hacia adelante. Hizo el primer disparo y, sin detenerse, oprimió el gatillo por segunda vez. Sonaba el segundo tiro cuando un hombre de uniforme, seguido de otros dos y de un paisano, caía de un salto sobre el regicida al mismo tiempo que chascaba una tercera detonación. El Rey, al primer fogonazo, volvió la vista hacia el criminal y, con serena visión del peligrosísimo trance, volvía la muñeca izquierda y llamaba hacia el lado opuesto al caballo, que, torciendo el cuello, hacía un extraño».
Según contaban otras crónicas de la época, justo en el momento de escuchar el primer disparo, Alfonso XIII encabritó a su caballo para lanzarlo contra el agresor en un gesto que daba buena muestra de sus rápidos reflejos. A raíz de ello, Sancho Alegre era derribado y detenido inmediatamente por la multitud. En ese instante, uno de sus generales se acercó para preguntarle: «Señor, ¿está usted herido?». «No, por fortuna. Continuemos», respondió el Monarca «con voz entera».
Sereno y cínico
Rafael Sancho Alegre era «un hombre de una serenidad y un cinismo asombrosos». Al día siguiente del atentado, ABC aseguraba que «no perdió ni un instante el gesto frío que le caracteriza y que parecía complacerse visiblemente de la notoriedad que su hecho criminal le había reportado». Pocas horas después de su detención, tan solo se dignó a pedir un peluquero para que le peinaran un poco, «porque no quería salir feo en el retrato de la ficha policial». En el interrogatorio posterior, «con una tranquilidad repugnante», interrumpió las preguntas del agente con la siguiente exigencia:
—Denme de comer y déjenme dormir tranquilamente. Lo demás son tonterías.
—¿Pero será usted capaz de dormir?
—¡Psch! Ya lo creo. ¡Sea como sea, mañana o pasado ya me habrán fusilado!
El Rey contra Sancho Alegre
Sin ropa ni equipaje
A los pocos minutos de conocerse la identidad del regicida, un redactor de este diario acudió rápidamente a hablar con la propietaria de la casa donde tenía alquilada una habitación desde hacía dos meses. La señora Gabina Pérez era una viuda con cinco hijos que cuidaba de su madre, «una anciana bastante enferma». «La vida de su huésped le pareció rara desde el primer momento, pues Sancho no tenía casi ropa ni equipaje», contaba el periodista de ABC, que la inquirió:
—¿Usted nunca supo que Sancho era anarquista?
—Yo sabía que últimamente le vigilaba la Policía, porque estuvieron aquí algunos agentes preguntando por él. Los vecinos me aconsejaron que lo despidiera porque debía ser peligroso. No lo hice porque unos agentes me dijeron que lo dejara, pues estaba vigilado y no convenía perderle la pista. Me convencí de que tenía en casa a un anarquista porque, uno de estos días, por curiosidad, observé que estaba escribiendo en un retrato. Me acerqué y leí esta inscripción: «Llorarás sobre la tumba de este anarquista». Creo que era de su novia.
Un carpintero
Sancho Alegre era, efectivamente, un anarquista de 26 años de edad, de profesión carpintero y residente en Barcelona. Según la versión oficial habría intentado asesinar al Rey por meter a España en la Guerra de Marruecos y por la represión de la Semana Trágica. Sin embargo, según la versión de ABC, entre los objetos que portaba el criminal figuraba un cuaderno de cuartillas sujetas con un alambre con una relación manuscrita de todos los atentados anarquistas contra el Monarca y una carta dirigida a su mujer que decía:
«Mi compañera Rosa: esta es la última carta que te escribo. Ya no volverás a hablar más conmigo. Tú eres la autora moral de mi hecho. Si me hubieras mandado lo pedido, yo no habría hecho el atentado, por el cual, y después de esto, me fusilarán. Siempre serás la mujer de un regicida. Cuando recibas esta carta, se habrá verificado el regicidio. Salud y anarquía. Tu compañero, Rafael Sancho».
Nunca se llegó a aclarar del todo las intenciones de Sancho Alegre, porque tampoco se mostró muy colaborativo con la Policía. Fue juzgado y condenado a muerte, aunque fue indultado meses más tarde por Alfonso XIII y conmutada la pena de muerte por cadena perpetua. Los socialistas, para distanciarse de la deriva anarquista, y fieles a sus críticas contra el empleo del atentado terrorista como acción revolucionaria, condenaron el regicidio al día siguiente desde las páginas de 'El Socialista'. Trataron de quitarle hierro y describieron aquellos tres disparos como la «obra aislada de un loco». Con la proclamación de la Segunda República en 1931, fue finalmente liberado.
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