La debacle de los tanques de Stalin en la IIGM que Putin replica en Ucrania
Las cifras son soberanas y recuerdan a las del Ejército Rojo: han sido confirmadas visualmente más de 1.500 bajas de tanques rusos durante la invasión ucraniana
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Los números estremecen y son inabarcables. Desde que comenzó la invasión de Ucrania hasta ahora, han sido confirmadas visualmente 1.500 bajas de carros de combate rusos; gigantes de entre medio millón y dos millones de euros que se han desangrado por culpa ... de una pésima planificación militar y una doctrina desfasada de avances en masa. Con todo, las cifras se asemejan bastante a las pérdidas que padeció el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. En un lustro desde que arrancó su particular enfrentamiento contra los nazis, Iósif Stalin contó 83.500 blindados destruidos. Y, a cambio, la URSS no pudo producir más de 108.700.
El porcentaje se acerca a un calamitoso 80% (76,8%). Nada que ver en principio con el 10% que se baraja entre las fuerzas de Vladimir Putin, aunque, en la actualidad, es mucho más complejo y caro fabricar un tanque y ha sido este Zar del siglo XXI el que ha invadido a su vecino, y no a la inversa.
Arranca la invasión
El historiador Andrew Roberts confirma en 'La tormenta de la guerra' que los soviéticos no tuvieron suerte con sus carros de combate hasta la aparición del T-34. Cuando estalló la Operación Barbarroja, la invasión alemana de la URSS, la columna vertebral de sus divisiones acorazadas eran los vetustos –aunque eficientes– tanques ligeros T-26, T-60 y BT-7. La mole más pesada de Stalin era el KV-1, diseñado en 1941 y con un blindaje de entre 75 y 95 milímetros capaz de resistir sin dificultades los ataques de sus equivalentes germanos. Otto Carius, un 'as' germano con 150 blindados enemigos arrasados en su currículum, corroboró que ver uno de ellos era como asomarse a las puertas del averno.
Los secretos de los «pequeños panzer alemanes» –como explicó el historiador especializado en la Segunda Guerra Mundial James Holland en declaraciones a ABC– para acabar con sus enemigos en las primeras fases del conflicto eran varios. El primero, valerse de la superioridad estratégica que les brindaba la 'Blitzkrieg' o 'Guerra relámpago' –el embolsamiento del contrario y la posterior ruptura de un punto concreto–. El segundo, atraer a los vehículos más pesados hacia sus cañones contracarro para dar buena cuenta de ellos. Y el último, el más valioso, fulminarlos mediante bombardeo aéreo. Ese, precisamente, fue uno de los puntos débiles de los KV-1. El otro fue la escasa velocidad que, según Roberts, obligaba a las tripulaciones a abandonarlos y hacerlos estallar para evitar que fuesen capturados.
Las cifras que brinda Steven J. Zaloga son claras. En 1941, y a pesar de que la invasión no arrancó hasta el verano, la Unión Soviética perdió un total de 20.500 carros de combate, 2.100 menos de los que produjo a lo largo de todo el año. Los primeros meses de la Operación Barbarroja fueron los más sangrantes. En palabras de Jean López –autor de la trabajada 'Historia visual de la Segunda Guerra Mundial'– cinco cercos gigantescos se saldaron con más de dos millones de prisioneros, 10.000 aviones y 12.000 tanques destruidos, inservibles o capturados. Tan solo fallos de planteamiento germanos como el de desviar a las fuerzas del centro hacia Ucrania sirvieron para relajar un poco el frente. La aparición del popular T-34/76 no palió la debacle.
El estancamiento de las operaciones con la llegada del invierno redujo las pérdidas de carros de combate soviéticos, aunque no de forma sustancial. Según los datos esgrimidos por Zaloga, el régimen estalinista tuvo que lamentar 15.000 bajas, una cifra más que sangrante. A cambio, el traslado más allá de los Urales de las principales fábricas armamentísticas rusas entre 1941 y 1943 desde Leningrado, Ucrania y otros enclaves hasta los alrededores de Siberia provocó que tan solo se ensamblaran 7.700 tanques. Con todo, la prioridad siempre fue continuar con la producción de armas, hierro y acero. Un ejemplo es que, solo en el Donets, fueron evacuadas 17 de las 64 factorías activas.
Y eso, a pesar de que los blindados de Stalin eran más poderosos en estos años que los germanos. Los testimonios de los carristas alemanes atestiguan lo duro que era enfrentarse a los T-34, y a los menos populares KV, en 1941 y 1942. El Panzer III (de menor porte y peor blindaje) sufría una infinidad para acabar con ellos. «Para poder tener alguna oportunidad contra un T-34 teníamos que acercarnos mucho, hasta unos 200 metros, mientras que ellos podían dejarnos fuera de combate a una distancia de 1.000», explicó Rolf Hertenstein, de la 13.ª División Panzer. El barón von Langermann coincidió con él al dejar por escrito la «absoluta superioridad que los carros rusos de 26 y 52 toneladas» tenían sobre sus unidades acorazadas.
Al año siguiente las bajas volvieron a aumentar hasta las 22.400, aunque también hizo lo propio la producción, que creció hasta los 20.600 blindados. Los soviéticos sufrieron su mayor correctivo en cuanto a pérdidas de blindados en la batalla de Kursk. El 5 de julio, Adolf Hitler inició una ofensiva masiva mediante la que pretendía acabar con el grueso de las fuerzas de los generales Rokosovski y Vatunin. La llamada 'Operación Ciudadela' fue un desastre que derivó en la batalla de tanques más grande de la Segunda Guerra Mundial. Los primeros tuvieron que lamentar 1.200 bajas; los segundos, 8.000.
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La mentalidad soviética de avances en masa aumentó la escabechina en los meses siguientes. La llegada 1944 trajo buenas noticias para los rusos a nivel operativo. Los continuos contraataques culminaron con la 'Operación Bagration'. «Esta terminó con la destrucción del Grupo de Ejércitos Centro y provocó en el bando alemán las mayores pérdidas desde el inicio del conflicto», corrobora López. El posterior avance sobre el corazón de Alemania condenó al Reich. Sin embargo, a nivel cuantitativo continuó la sangría: 16.900 tanques perdidos por 21.100 producidos. No fue hasta el año 1945 cuando la estadística se estabilizó: 8.700 carros de combate destruidos por 25.400 que salieron de las fábricas.
Mentira rusa
Sobre el papel, el Ejército Rojo fue el mayor coloso de la guerra. Como bien explica el historiador Martin H. Folly en sus múltiples ensayos sobre el tema, la fabricación de carros de combate y artillería fue primordial; incluso por encima del transporte de alimentos para los civiles y las tropas. «Los esfuerzos se centraron en la producción de armas. Se ignoraron las necesidades de consumo. La producción de alimento fue más difícil de trasladar y la comuda se racionó de forma estricta», afirma el experto en 'Atlas de la IIGM'. A pesar de que la mano de obra quedó reducida de forma drástica en un tercio –entre otras cosas, por la movilización masiva de soldados para detener a Hitler –, el milagro ruso fue un hecho.
Los datos recogidos por el historiador Jean López dejan claro que los esfuerzos soviéticos superaron incluso a los norteamericanos. En 1945, la URSS se había convertido en el país que más carros de combate y piezas de artillería había fabricado –105.251 y 516,648 respectivamente, un 38,4% y 47,9% del total–. Estados Unidos, a pesar de no sufrir la guerra en su territorio, tan solo logró sacar de sus fábricas 88.610 tanques y 257.390 cañones –un 32,4% y 23,9% del total ensamblado a lo largo del conflicto–. A cambio, los americanos superaron a Stalin en aeronaves, con 328.000 por 162.000.
Las cifras más exageradas de cañones las explica el cambio de paradigma en la doctrina soviética. Si en los años treinta se apostó por la denominada 'Guerra profunda', una suerte de avance sobre la retaguardia enemiga con ciertos tintes a la posterior 'Blitzkrieg', las purgas de Stalin trastocaron todo. El historiador militar David Glantz es partidario de que el Camarada Supremo fomentó la concentración de piezas de artillería, morteros, obuses y armas anticarro en los denominados 'frentes estrechos' para obtener la superioridad sobre el enemigo. El país se especializó tanto en el uso de este tipo de armamento que, todavía hoy, es el que más ha destacado en Ucrania, desde Kiev hasta Mariúpol.
La Unión Soviética, con sus problemas logísticos y sus miles de kilómetros de territorio que defender, apostó también por la evolución tecnológica. El tanque T-34 , un portento por su blindaje inclinado y su cañón de 76 mm., se convirtió a la velocidad del rayo en la columna vertebral de sus divisiones acorazadas. Al final del conflicto, de hecho, se habían ensamblado unos 57.000; más de la mitad del total. Por su parte, los Estados Unidos fabricaron unos 50.000 Sherman M4 , su caballo de batalla de la Segunda Guerra Mundial; un blindado de peores prestaciones –aunque también barato y sencillo de reparar– más adaptado al combate contra infantería.
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¿Cómo es posible, entonces, que la Unión Soviética estuviera a punto de colapsar durante la Operación Barbarroja? La respuesta la ofrece el propio Glantz en sus múltiples obras. Además del cambio de doctrina, entre los factores destacan las muchas purgas perpetradas contra el Ejército Rojo por parte de Stalin. Vayan las cifras por delante: entre 1920 y 1930, 47.000 mandos, la mayor parte de ellos con experiencia en combate, fueron expulsados del servicio por su presunto odio al comunismo. Esta medida hizo que, ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, los oficiales rojos fueran ascendidos por necesidad a pesar de ser inexpertos y carecer de experiencia.
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