Companys: el golpe de Estado contra la II República del 'president' que homenajea la Generalitat
El político, fusilado por el régimen franquista, proclamó también el 'Estat català' en 1934 de forma ilegal
«El valido más brillante de Castilla terminó ejecutado por el rey al que sirvió fielmente»

Revuelo histórico asegurado. El 19 de marzo, la Generalitat hizo público que el próximo 15 de octubre celebrará un «acto institucional de desagravio al Presidente Lluís Companys i Jover». Lo hará, en sus palabras, «coincidiendo con los 85 años del fusilamiento» por parte del ... franquismo y con «motivo del Día nacional en memoria de las víctimas de la Guerra Civil y las víctimas de la represión de la dictadura». La decisión es controvertida ya que, si bien el político fue condenado a muerte tras el conflicto, también dio un golpe de Estado en octubre de 1934 –contra la Segunda República, por cierto– para declarar la independencia de Cataluña.
Golpe de Estado
A traición, así fue como Companys proclamó un estado ilegal que no se extendió en el tiempo ni diez horas. El 'president' se aprovechó de un agitado momento político cuyos pilares se habían levantado apenas un año antes, en noviembre de 1933. Fue entonces cuando, tras la celebración de las correspondientes elecciones generales, el presidente de la República otorgó al líder del Partido Radical, Alejandro Lerroux, la responsabilidad de formar gobierno. La decisión fue llamativa, pues su grupo era el segundo en votos por detrás de la CEDA, la confederación católica de derechas mal vista por los sectores más radicales de la izquierda. Sin embargo, aquel extraño movimiento se interpretó como una solución para evitar futuros conflictos políticos.
El Partido Radical se puso así al frente de España. Sin embargo, el 4 de octubre de 1934 Lerroux decidió incluir en su gobierno a tres ministros de la CEDA. De inmediato, la izquierda se puso en guardia y llamó a la revolución mediante los diarios afines. Algo que ya venían haciendo desde hacía semanas periódicos como 'El Socialista': «La responsabilidad del proletariado español y de sus cabezas puede ser enorme. Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado». Poco después se organizó una movilización que buscaba ser masiva. «La entrada de la CEDA en el gobierno supuso el pistoletazo de salida para la huelga general e insurreccional », explica Antonio Liz Vázquez en 'Octubre de 1934, Insurrecciones y revolución'.
El 5, por orden del Comité Revolucionario, los parones se generalizaron en Madrid, Barcelona, Valencia, Oviedo y Bilbao. Había comenzado la revolución de octubre. En la capital se logró contener la revuelta. En Cataluña, la segunda gran ciudad española, la movilización consiguió algo más seguimiento. En Barcelona, por ejemplo, la discordia fue máxima durante las primeras horas de la huelga debido a la separación que había entre las tres fuerzas predominantes: la Generalitat, Alianza Obrera y la CNT. En las regiones cercanas la situación fue similar. Los comités locales tomaron los pueblos y esperaron unas instrucciones de Barcelona que jamás llegaron.
La situación era más que tensa el 6 de octubre. Y fue ese desconcierto el que usó el presidente de la Generalitat Lluís Companys para proclamar la independencia de Cataluña «dentro de la República Federal de España». Sin apoyo de los trabajadores, según unos, y presionado por pequeñas fuerzas secesionistas, según otros. El diario ABC publicó, el día 11 un artículo en el que relataba los hechos. El extenso reportaje iba firmado por Antonio Guardiola bajo el titular 'El golpe de Estado de la Generalidad' y comenzaba explicando cómo se vivieron las horas previas a la proclamación: «¡Catalanes! Las fuerzas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República han logrado su objetivo y han asaltado el poder»
El 'president' rehusó ver durante aquella jornada a los periodistas, algo poco habitual en él. Horas después todo quedó explicado cuando subió al balcón de la Generalitat rodeado de varios políticos de su partido. Desde allí, puso las cartas boca arriba de un golpe: «¡Catalanes! Las fuerzas monárquicas y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República han logrado su objetivo y han asaltado el poder. [...] Cataluña enarbola su bandera, llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta al Gobierno de la Generalitat, que desde este momento rompe toda relación con las instituciones falseadas».
Acabado el discurso, inició una ronda de llamadas para ganar adeptos. El primer dirigente al que se dirigió fue al general Domingo Batet, jefe de la IV División Orgánica y «catalanista moderado», tal y como afirma Pierre Broué en su obra 'Ponencias presentadas al Coloquio Internacional sobre la II República Española'. El 'president' solicitó al militar que se pusiese a sus órdenes para «servir a la República Federal que acabo de proclamar». Se llevó una sorpresa, pues el oficial se mantuvo fiel a España y a su legalidad vigente. Companys tuvo más suerte con el comandante Enrique Pérez Farrás, el jefe de los Mossos d'Esquadra, quien sí se adhirió a la causa secesionista. Su decisión pronto la conoció el mismo Domingo tras hacerle una llamada.
Batet, por su parte, no se dejó amedrentar tras conocer las intenciones de Farrás. Después de hablar con Companys telefoneó al presidente Alejandro Lerroux y, según sus órdenes, inició los preparativos para acabar con la rebelión secesionista. Tras recibir refuerzos de Marruecos, el general declaró el estado de guerra. Broué es partidario de que «todos los militares y la mayoría de las unidades policiales obedecieron las órdenes» de Batet y no se declararon partidarios de los secesionistas. Lo mismo ocurrió con los Guardias de Asalto de la zona, que se desprendieron de las insignias de la Generalitat. Posteriormente, comenzó la movilización de tropas para acabar con los defensores.
El combate se desarrolló de forma rápida. En una serie de artículos publicados el 9 de octubre, ABC hizo una relación de los hechos. En palabras de los reporteros de la época, el «general Batet dispuso que dos compañías de infantería abrieran fuego de fusilería contra el edificio» después de que sus fuerzas fueran atacadas por los Mossos. El militar llamó a los defensores a rendirse, pero estos se negaron. Con todo, Batet rechazó tomar la Generalitat por la fuerza. Su máxima era que no se produjera un baño de sangre. «Si intento ahora tomarla [...], la tomaré, pero me costará sensibles bajas; en cambio, al amanecer la tomaré sin sangre. Señor Ministro, no se preocupe, acuéstese, duerma y descanse», afirmó el de Tarragona.
«A las cuatro y media [de la madrugada], en vista de que persistían en su actitud de rebeldía, se abrió fuego de cañón sobre el citado palacio», explicaba el ABC. La Generalitat había caído, pero todavía faltaban algunos cabos sueltos para que el desafío secesionista acabase por completo. Para empezar, hubo que buscar a varios consellers que habían escapado del edificio antes de la capitulación. La lista estaba formada por Miguel Badía, jefe de la policía de Barcelona, el propio Dencás y, en palabras de ABC, «Pérez Ferrero, Pérez Salas y […] el ex director de Seguridad Sr. Menéndez, que logró huir por el subterráneo del palacio». El resto quedó preso en el vapor 'Uruguay', ubicado en el puerto.
Vuelta de tuerca
Las consecuencias políticas fueron fulminantes: clausura del parlamento autonómico, suspensión del Estatuto de Autonomía... En el juicio, celebrado el 6 de junio de 1935, se condenó a 30 años de prisión a Companys y a sus ministros por cargos de rebelión. Pero todo cambió con la llegada al poder del Frente Popular. La amnistía propuesta por el grupo le liberó de la cárcel, y no tardó en ser de nuevo la cabeza visible de la Generalitat. La Guerra Civil llegó cuando se había convertido de nuevo en 'president', y, aunque condenó a los sublevados, terminó por exiliarse a Francia en febrero de 1939 cuando las tropas franquistas se personaron en los arrabales de Cataluña.
Según explica Josep Sánchez Cervelló, catedrático de la Universidad Rovira i Virgili, en la biografía sobre este personaje elaborada para la Real Academia de la Historia, Companys envió varias cartas a Negrín desde su exilio en París para obtener ayuda económica con la que paliar la situación de los refugiados españoles. Allí permaneció hasta junio de 1939, cuando la presión de las autoridades galas le obligó a mudarse a la población bretona de Le Baule-les-Pins. Allí fue detenido por la Gestapo el 13 de agosto de 1940. «Inmediatamente después fue trasladado a la cárcel de La Santé (París), donde permaneció hasta el 29 de agosto cuando fue conducido a Madrid, estando en los sótanos de la Dirección General de Seguridad hasta el 3 de octubre, siendo torturado de palabra y obra», explica.
Desde allí fue trasladado al castillo de Montjuic, en Barcelona, que entonces hacía las veces de prisión. «Se inició entonces la incoación del sumarísimo por delito de rebelión militar. Además, tuvo que declarar también en el sumario sobre la Causa General, y antes ya había sido procesado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas y por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo», añade el experto. Companys fue condenado a pena de muerte por un Consejo de Guerra celebrado el 14 de octubre de 1940 y, a la mañana siguiente, fusilado por un pelotón por «adhesión a la rebelión militar».
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