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La traición de la 'Royal Navy' en Vigo: la historia secreta del robo del tesoro español

El almirante George Rooke atacó Vigo durante la Guerra de Sucesión para hacerse con la carga de la flota de Indias

Marinos rojigualdos contra la debacle del Imperio español: «Se resistieron al caos y la destrucción impuestas por Napoleón»

La batalla de Rande, en 1702 ABC
Manuel P. Villatoro

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No gozó de las luces y los confetis de Horatio Nelson, pero cuesta negar que el almirante George Rooke trajo algún que otro quebradero de cabeza a nuestra vieja España durante la Guerra de Sucesión. Gotoso en lo personal, poco afortunado en lo profesional, este británico navegó de debacle en debacle en las aguas hasta que el calendario marcó el año 1702. Fue entonces cuando, tras darse de bruces contra las defensas de Cádiz, aprovechó la llegada de una flota cargada desde las Indias para hacer lo que mejor sabía por entonces la 'Royal Navy': aprovechar la debilidad, atacar a traición y abrir la mano para que sus hombres rapiñaran y saquearan hasta la última moneda de aquellos bajeles en aguas de Vigo.

Pero vayamos paso a paso. Mientras Rooke se batía a bolazos contra los valientes soldados y milicianos de Cádiz, al otro lado del mundo una armada, la de Indias, iniciaba su viaje de regreso a España desde las Américas llena hasta los topes de riquezas. Y su destino no podía ser más peliagudo: Andalucía.

«Habiendo cargado en Veracruz las mercancías detenidas desde el fin del reinado anterior, con los caudales pertenecientes al Rey y a particulares del comercio, emprendió el regreso a España el 11 de junio de 1702 sin noticias de lo ocurrido en su ausencia», explica Cesáreo Fernández Duro en su obra magna, y de obligada consulta a la hora de narrar batallas navales, 'Historia de la Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón'.

Cazar y rapiñar

Aunque la veintena de navíos de la flota estaban escoltados por 23 bajeles galos a las órdenes del vicealmirante Cháteau-Renault, el miedo a que la plata extraída en América acabase en poder británico provocó que los planes cambiaran de forma drástica y estos «furgones blindados» cambiaran de dirección. Su nuevo destino fue Vigo, a cuyo puerto accedieron el 22 de septiembre. «Los navíos de guerra fondearon en el paso que forman las puntas de Rande y Corbeyro, canal de unos tres cuartos de milla, defendido por dos fuertes, más bien torres antiguas», completa Duro. De forma más que rauda, varios cañones fueron desmontados y trasladados hasta estas posiciones para reforzarlas.

Además, se llamó a las milicias y se ubicó una cadena de metal en la entrada de la bahía para evitar que los enemigos pudieran acceder mientras el dinero era descargado. El tiempo apremiaba, y mucho. Cuando el almirante inglés se enteró de que la flota de Indias había ido a parar a Vigo, no lo dudó y dirigió sus buques hacia allí para tratar de saquearla cual corsario. En este punto la historia y la leyenda se mezclan. Mientras que algunos expertos afirman que los nuestros no tuvieron tiempo de desembarcar las riquezas, la opinión más extendida es la que señala que la mayoría de ellas ya habían sido bajadas de los navíos cuando Rooke arribó.

«En diez días se pudo en tierras la plata de registro, amonetada o en lingotes, cargándola en carretas que hacían dos viajes a Pontevedra; otras la conducían de allí al Padrón, y en tercer transbordo hacia Lugo, por escalas, con guardia de infantería y caballería», completa Duro. Más allá de la versión, lo que sí es cierto es que una parte de las riquezas se quedaron en los barcos. El 22 de octubre, Rooke arribó a puerto con sus 150 velas y unas ansias terribles de resarcirse por no haber tomado Cádiz. Por su parte, la flota franco española apenas contaba con 45 buques, aproximadamente la mitad de ellos, de guerra.

Batalla rápida

La batalla fue rápida. El 23, los ingleses y holandeses desembarcaron su infantería de élite por la ensenada del Theis y la playa de Domayo a primera hora de la mañana. A continuación, la cadena fue destruida, en palabras de Duro, por «dos navíos de a 90 cañones que abrieron paso a todos los de las escuadrillas aliadas». A partir de ese momento, el almirante no tuvo más que desarbolar a sus enemigos a una distancia irrisoria. Los que quedaban, al menos, ya que Cháteau-Renault ya había decidido «incendiar navíos y galeones para que no sirvieran de provecho». Según las cifras de Duro, apresaron «9 bajeles franceses y 11 españoles».

Después empezó la rapiña de los británicos, que soñaban desde hacía días con conseguir las riquezas españolas. Sus buzos, ansiosos, se dedicaron a expoliar los naufragios, mientras que la infantería prefirió el pillaje en la costa. A ellos se unió otra armada inglesa dedicada a patrullar la región. «El día 28 apareció cercana a las islas Cíes la escuadra de Shovel, y fue llamada al puerto por sir Jorge Rooke para que en él quedara a rebañar objetos», destaca Duro. La victoria fue considerada absoluta por los británicos, que salieron, en palabras del autor español, «tocando las trompetas en son de júbilo» y celebraran «el triunfo con fiestas cívicas y religiosas, exagerándolo un tantico».

A pesar de que la derrota fue devastadora a nivel psicológico, la realidad, secundada por los estudios actuales, afirma que la mayoría del tesoro, más de 13 millones de pesos, arribaron de forma satisfactoria a Segovia, y que los británicos y holandeses apenas se hicieron con 90.000 pesos. Con todo, y gracias a Rooke, en la actualidad la leyenda de que la bahía está llena de riquezas sigue extendiéndose.

«Los hombres se han encarnizado desde hace tres siglos en la conquista del prodigioso yacimiento; algunos han traído a la superficie galeones vacíos de su contenido original; otros han rebuscado algunas cajas de piastras; otros excavan aún, armados con todos los instrumentos de la técnica moderna. Pero el mar defiende sus tesoros, que algunos avalúan en 200.000.000.000 oro, lo que resueltamente es optimista», señala el controvertido escritor Robert Charroux en su libro 'Tesoros ocultos'.

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