Albert Speer, el buen nazi
juguetes rotos
El ministro de Armamento de Hitler fue condenado a 20 años de prisión en Núremberg tras negar su conocimiento del Holocausto
Albert Speer, la excusa al pueblo alemán
![Albert Speer](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2023/04/29/DAMBin-REtPJakoDs9goVc3Ujs5HAO-1200x840@abc.jpg)
Albert Speer fue condenado a veinte años de prisión en el juicio de Núremberg. Muchos de sus compañeros de banquillo fueron ejecutados, pero él se salvó por la división del tribunal. Fue declarado culpable de crímenes de guerra y de lesa humanidad, pero ... los jueces le absolvieron del delito de haber sido uno de los instigadores de la guerra. Cumplió íntegramente la pena en la prisión berlinesa de Spandau, ya que los soviéticos rechazaron todas las peticiones de clemencia, entre ellas, la del general De Gaulle.
El arquitecto y confidente de Hitler sobrevivió con su mente intacta porque ocupaba su tiempo en tareas de jardinería y en recorrer unos itinerarios por el patio de la cárcel en los que imaginaba viajes alrededor del mundo. No hablaba con sus compañeros de reclusión que le consideraban un traidor.
Speer aprovechó su prolongada estancia entre rejas para escribir sus memorias y los Diarios de Spandau, dos libros que tuvieron gran éxito y que blanquearon su imagen. Siempre sostuvo que desconoció el Holocausto y el asesinato de millones de judíos en los campos de concentración. Y se presentó como un patriota alemán que había servido de buena fe a un régimen que prometía el progreso de la nación. Cuando murió de un infarto cerebral en Londres en 1981, había conseguido que millones de conciudadanos vieran en él la imagen del buen nazi, una víctima de la perfidia de Hitler.
Como han demostrado biógrafos e historiadores, esta imagen era absolutamente falsa. El Führer le había designado inspector general de edificios de Berlín en 1937 con la tarea de convertir a la ciudad en la gran capital del mundo. Planeó una ancha avenida de cinco kilómetros, rematada por una cúpula de 200 metros de altura. E inició un proceso de rehabilitación del centro, lo que supuso el desalojo de 70.000 residentes judíos.
Como ministro de Armamento y Producción, no dudo en recurrir a la mano de obra esclava para la fabricación de aviones, blindados y munición. Hitler le concedió absolutos poderes para movilizar a prisioneros y población civil, accediendo a sus frecuentes peticiones de recursos humanos. Cientos o miles de esos esclavos morían cada día, debido a las espantosas condiciones de trabajo. En algunos lugares era imposible sobrevivir más de siete u ocho semanas.
Speer negó en Núremberg cualquier conocimiento de la llamada «solución final»
Speer negó en Núremberg cualquier conocimiento de la llamada «solución final». Afirmó que nunca supo de la reunión de Wannsee en enero de 1942, donde se aprobó un plan para exterminar a los judíos. Era un denegación inverosímil porque, como ministro de Armamento, fue uno de los responsables de la construcción y ampliación de los campos de exterminio, en estrecha colaboración con las SS.
El jerarca nazi había conocido por mediación de un amigo a Joseph Goebbels, que le contrató en 1933 para remodelar la sede del partido en Berlín. El ministro de Propaganda le pidió un proyecto para realzar el congreso del Partido Nacional Socialista en Núremberg y eso le facilitó ser llamado por Hitler. Fue un flechazo a primera vista. A lo largo de los siguientes cinco años, se convirtió en un asiduo invitado a la cancillería y daba largos paseos con su jefe en Obersalzberg, el refugio alpino del Führer.
Decreto de Hitler
Tras su nombramiento como ministro de Armamento en febrero de 1942, pasó a ser uno de los hombres más poderosos de Tercer Reich, por encima incluso de Hermann Göring. Su prodigiosa capacidad organizativa propició un aumento de la producción a lo largo de 1943 y 1944 pese a los bombardeos aliados. Fue a comienzos de 1945, tras el fracaso de la ofensiva de las Ardenas, cuando asumió que la guerra estaba perdida.
Speer demostró su valor en marzo de ese año cuando ordenó a sus subordinados que boicotearan el decreto de Hitler de destruir todas las infraestructuras de Alemania. Había estado internado en un hospital por razones de salud y la relación con el Führer se había deteriorado. Speer escribe en sus memorias que llegó a urdir un plan para asesinarle en el búnker de la cancillería, algo poco verosímil.
Tras su liberación, Speer pudo reconstruir su vida gracias a sus libros y las ayudas de algunos amigos. No volvió a tener relación con su mujer y sus hijos e inició una aventura amorosa con una alemana que residía en Londres. Era un invitado habitual en los platós de las televisiones, debido a su cultura y su inteligencia. Era imposible que los espectadores vieran en él un cómplice de la locura criminal de Hitler, lo cual sin duda fue.
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