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El vestigio oculto que desvela la barbarie de Lenin y que la URSS escondió 70 años

En 1918, durante la revuelta de los kulaks, el líder comunista escribió una misiva en la que llamaba a asesinar de forma pública a un centenar de personas

Lenin y Stalin
Manuel P. Villatoro

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Ya sea para mal, ya sea para bien, los mitos son una suerte de losa casi imposible de apartar. En el primer ámbito tenemos a nuestra castiza Leyenda Negra , una dolencia que historiadores y expertos han extirpado (no sin esfuerzo) en los últimos años a golpe de dato y ensayo. Sin embargo, en el otro extremo de la cuerda tenemos a personajes como Vladimir Illich Ulianov (más conocido por su nombre de guerra: Lenin ). Encumbrado por la Unión Soviética por su lucha contra el antiguo régimen ruso, su momia todavía reside en un mausoleo dedicado a su persona en la Plaza Roja . La realidad, por el contrario, es que era un líder que abogaba por la crueldad como forma de combatir a sus enemigos. «¡Una revolución sin pelotones de fusilamiento carece de sentido» , señaló en una ocasión.

Pero uno de los vestigios más claros de su barbarie no salió a la luz hasta 1991. Hasta entonces oculto por la Unión Soviética , en la década de los noventa se descubrió una misiva que el líder del gobierno provisional Bolchevique envió a sus subordinados de la ciudad de Peza ordenando que ahorcaran, a la vista de todos los habitantes, a un centenar de kulaks (campesinos adinerados). Según el revolucionario era un escarmiento por no haber querido enviar grano a las grandes ciudades de Moscú y Petrogrado . «Hacezlo de forma que, en cientos de kilómetros a la redonda, el pueblo pueda ver, temblar, saber, gritar: están estrangulando y estrangularán hasta la muerte a los kulaks chupasangres », escribió.

Represión

La de los kulaks es de las tragedias que han sido pasadas por alto en la historia de la Unión Soviética . A nivel oficial el término significa « puño », pero la realidad es que pronto fue asociado por la Rusia de Lenin con los conceptos de « bastardo » y « tacaño ». El origen de este odio hunde sus raíces en el 7 de noviembre de 1917 . La jornada en la que, según explica el doctor en Historia Stephane Courtois en su popular obra «El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión», los militantes armados partidarios de Vladimir Illich Ulianov se alzaron contra el gobierno de Aleksandr Kérenski en Petrogrado y, por descontado, el mismo día en el que consiguieron elevar a su líder y al Partido Bolchevique hasta el poder de un gobierno provisional contra el antiguo régimen.

La conquista del poder de la revolución por parte de los Bolcheviques no trajo, sin embargo, un gobierno de paz. Por el contrario, inició una contienda (la guerra civil rusa ) que se extendió durante un lustro y en la que el hambre y el miedo reinaban entre la sociedad. En el verano de 1918 la situación se recrudeció en ciudades como las centrales Moscú y Petrogrado (bajo poder del nuevo poder rojo) debido a la falta de grano. Por ello, Lenin creó, el 4 de noviembre de 1918 , la llamada Comisión de Avituallamiento . Una forma educada de nombrar a una práctica que consistía en exprimir al campesinado periférico (el de las regiones del Cáucaso ) hasta la extenuación para poder surtir de vituallas a las grandes urbes.

Asalto al Palacio de Invierno en 1917

Para no soliviantar a las clases populares, sin embargo, Lenin disfrazó estos saqueos sistemáticos de alimentos como una lucha contra los campesinos más ricos; por entonces, los kulas : propietarios de granjas y cabezas de ganado que podían permitirse emplear mano de obra contratada, alquilar sus tierras y, además, habían adquirido un papel preponderante en las aldeas. Vladimir Illich Ulianov anunció su nueva política de colectivización del grano en un discurso que rozaba lo histérico: « Guerra despiadada contra los kulaks, muerte para todos ». Les tildó, además, de animales chupasangre y les culpó de la falta de vituallas. Y es que, en sus palabras, habían decidido no entregar los alimentos para especular con el precio, y no por mera escasez.

Poco antes, en mayo, Lenin ya había enviado a Trotski (a quien le entregó la responsabilidad de garantizar el suministro de grano de las grandes ciudades) una directiva en la que imponía el servicio militar obligatorio y asignaba nuevas tareas al ejército. Entre ellas, convertir «el Comisariado de Guerra en un Comisariato de Abastecimiento Militar ». «Esto es, nueve décimas partes del trabajo del Comisariado de Guerra se concentrará en adaptar al ejército a la guerra por el pan y a la ejecución de una guerra de este tipo durante tres meses, entre junio y agosto», añadía. Para terminar, también incidía en que los nuevos reclutas llevarían a cabo «operaciones sistemáticas con el objetivo de tomar la cosecha y hacer acopio de comida y combustible ».

Lenin, en 1917

En agosto, como era de esperar, estalló una revuelta protagonizada por los kulaks . Después de ello, el mismo líder bolchevique se refirió varias veces a esta clase social en sus textos: «Ahora vemos perfectamente que los terratenientes , los capitalistas y los kulaks , que, claro está, odian a todos, por causas para ellos bastante lógicas, han actuado aquí también en formas poco distintas de las que tuvo la actuación de los terratenientes , los capitalistas y los kulaks de Ucrania y otros lugares cortados de Rusia».

En el mismo apartado también les tildaba de «lacayos del imperialismo anglo-francés », una acusación bastante curiosa si consideramos que, el 3 de marzo de 1918 , el mismo Lenin había cedido territorios limítrofes del país como Finlandia o Polonia a los imperios centrales como Alemania en el llamado Tratado de Brest-Litovsk para evitar sus ataques.

«Sabéis que esos elementos han acumulado decenas y centenares de miles de rublos y que poseen enormes reservas de cereal»

Su desprecio a estos campesinos (y su incitación a acabar con ellos) fue, cuanto menos, llamativo. En un discurso pronunciado ese mismo año afirmó que el Ejército Blanco (que representaba al antiguo régimen) se había nutrido de estos «campesinos ricos que se han lucrado con la guerra y viven del trabajo ajeno, del trabajo de los pobres». No fue lo único que salió por su boca... «Sabéis que esos elementos han acumulado decenas y centenares de miles de rublos y que poseen enormes reservas de cereal . Sabéis que esa gente que se ha lucrado con las desgracias del pueblo, esa gente que hallaba una mayor base para el robo y la ganancia cuánto más horrenda era el hambre del pueblo en la capital, que esos elementos kulaks constituyen la base principal y más seria del movimiento contrarrevolucionario en Rusia», destacó Vladimir Illich Ulianov.

La carta de la vergüenza

En mitad de aquella vorágine de odio, Lenin envió varias misivas a los grupos bolcheviques de diferentes regiones para que actuaran de forma cruel contra los kulaks. Una de esas cartas, fechada el 11 de agosto de 1918, demostraba tal barbarie que fue escondida por el gobierno de la Unión Soviética (y luego, el ruso) hasta 1991, poco después de la caída del Muro de Berlín . Los destinatarios del texto en cuestión (recogido en el nuevo libro de Simon Sebag , «Escrito en la historia» -Crítica, 2019- ) eran sus partidarios en la ciudad rusa de Penza (ubicada en el centro del país, a orillas del río Sura). Lo cierto es que, en julio mismo año, los checos del Ejército Blanco se habían apoderado de esta urbe y otras tantas cercanas como Cheliábinsk , Tornsk , Omsk o Samara .

En la carta el líder bolchevique era más que crudo. «Lenin enviaba cartas como la siguiente, en la que ordena asesinar al azar», desvela Sebag en su obra:

«Camaradas, la insurrección de cinco distritos de kulaks debe sofocarse sin piedad. Tiene que hacerse así en interés de toda la revolución, porque ahora se está librando, en todo el país, la “batalla definitiva” contra los kulaks. Debemos ser ejemplares:

1-Ahorcad (asegurandos de que los ahorcamientos se desarrollan a la vista del pueblo) a no menos de un centenar de kulaks, ricos, chupasangres, conocidos.

2-Dad publicidad a sus nombres.

3-Incautaos de todos sus cereales.

4-Designad a rehenes según el telegrama de ayer.

Hacedolo de forma que, en cientos de kilómetros a la redonda, el pueblo pueda ver, temblar, saber, gritar: están estrangulando y estrangularán hasta la muerte a los kulaks chupasangres.

Acuse de recibo y ejecución de este telegrama,

Saludos.

PD. Utilizad para esto a vuestros hombres más duros».

Imágen de la carta original

Una semana después, Lenin envió un nuevo telegrama para asegurarse de que sus órdenes se habían cumplido tal y como quería: «Estoy extremadamente indignado por no haber recibido absolutamente ninguna respuesta en cuanto a qué medidas serias han sido tomadas para la supresión despiadada de los kulaks de cinco volosts y a la confiscación de su grano». Añadía, además, que la inactividad podía ser considerada como un acto « criminal » y que todos los esfuerzos de los bolcheviques de Peza debían concentrarse en « eliminar todos los excedentes de grano que hubiera en las granjas de estos campesinos adinerados (granjeros que habían conseguido amasar algunas propiedades y un poco de liquidez).

Otras cartas

En realidad, y aunque esta carta fue descubierta con asombro, existen otras tantas misivas en las que Lenin insistía en que era necesario hacer valer la fuerza del Ejército Rojo (y de la tristemente mítica Cheka - Chrezvycháinaya Komíssiya -, la policía política del régimen) para requisar todo el grano que se pudiese.

El mismo 8 de agosto (tres jornadas antes de enviar la misiva desvelada en 1991) envió otra igual de sangrante: «Hay que formar inmediatamente una troika dictatorial (usted mismo, Markin y otro), implantar el terror de masas, fusilar o deportar a los centenares de prostitutas que hacen beber a los soldados, a todos los antiguos oficiales, etc. No hay un minuto que perder. Se trata de actuar con decisión: requisas masivas , ejecución por llevar armas, deportaciones en masa de los mencheviques y de otros elementos sospechosos».

Stalin, en 1929

Las revueltas se aplacaron, pero la semilla del odio quedó sembrada y, en 1929, Iósif Stalin anunció la «liquidación de los kulaks como clase». Fue entonces cuando el término se transformó en un sinónimo extraoficial de enemigo del estado soviético. En los dos años siguientes (hasta 1931) casi dos millones de estos granjeros fueron deportados a Siberia , Kazajstán o los Urales . Y otros tantos de ellos, puestos frente a un pelotón de fusilamiento.

Lo que se suele obviar es que, a la par, el Estado se apropió no solo de sus tierras y de su grano, sino también de las propiedades de otros tantos campesinos de menor entidad. Los que sobrevivieron fueron obligados a acudir a granjas colectivas . El camarada supremo, por su parte, se limitó a señalar que «la resistencia de esta clase debe ser aplastada en una guerra abierta» y que hacerlo «sin despojarles de sus propiedades» no era más que mero «parloteo» de los «desviados de derechas».

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