Jaime Gil de Biedma: murió «la voz del silencio»

« No sé si tengo ya voz para mis poemas : Me pasa como a las cantantes que después de treinta y cinco años de bello canto, hay papeles que ya no pueden cantar y otros que sí. Y entonces me temo que estos poemas están pensados para la voz de un hombre mucho más joven». Esas fueron las palabras de Jaime Gil de Biedma durante el recital poético que ofreció en la Residencia de Estudiantes el 9 de diciembre de 1988… aquella resultó ser la última aparición pública del poeta, aquellos fueron sus últimos 12 poemas recitados, antes de morir poco más de un año después ., de que se callara « la voz del silencio ».
Raras estas palabras, las de un Biedma que escribió poco y lentamente, pero que se alzó, aún así, como una de las voces más esenciales de la generación poética que vio la luz durante los años 50. “Nadie, en la poesía de este siglo, nos ha dejado, teniendo en cuenta la menguada extensión de su obra, tal cantidad de poemas y versos memorables”, dijo el poeta Francisco Brines.
Poemas como « Después de la muerte de Gil de Biedma », donde el poeta de Nava de la Asunción jugó a sobrevivirse en su pesimismo: «Luego vino el invierno, / el infierno de meses / y meses de agonía / y la noche final de pastillas y alcohol / y vómito en la alfombra. / Yo me salvé escribiendo / después de la muerte de Jaime Gil de Biedma».
Una supervivencia interior marcada por su homosexualidad, circunstancia que le llevaría a vivir al límite toda una serie de experiencias íntimas autodestructivas, hasta que el 8 de enero de 1990, el SIDA se lo llevó en Barcelona, «con el mismo enconado silencio que recubrió su obra» y dejando huérfanos a unos compañeros de generación una noche helada que «había dejado un manto de escarcha sobre sembrados y pinares».
«Uno de los mejores poetas españoles de los últimos tiempos», escribía en ABC el mismísimo Rafael Alberti , que calificaba de «golpe prematuro y terrible para la literatura española» la muerte del autor de «Las personas del verbo». Para el poeta Ángel González , la poesía de Biedma fue «una de las más importantes del siglo XX y su influencia en las últimas generaciones, evidente». «En todas las conversaciones se imponía la brillantísima inteligencia de Jaime –dijo su amigo Pere Gimferrer , de la Real Academia de la Lengua–, una de las más agudas y diáfanas por mí admiradas». Unas conversaciones de las que también gozó el académico Carlos Bousoño , y que calificaba de «una fiesta de la imaginación, de la creatividad, del talento que le rebosaba en cada frase, en cada observación».
Porque el poeta de Nava de la Asunción –donde pasó toda la Guerra Civil– era uno de los hombres más queridos del mundo literario, un lírico que gozaba de un alto prestigio entre los círculos más exigentes, pese al largo silencio creador que guardaba desde hacía años y haber publicado tan sólo diez libros de poemas. «Tejía sus versos como la araña su tela, con una avariciosa lentitud, que ha hecho de la suya una voz de alcance limitado a las minorías».
Nació el 13 de noviembre de 1929 en el seno de de una familia de la alta burguesía, lo que en cierto modo le acomplejó a lo largo de su quehacer literario. A los 19 años comenzó a leer poemas, y a los pocos meses, posiblemente lo único que hizo rápido en su vida, «la poesía le estalló en su cabeza»… marcando a toda una generación.
«Del dolor de su muerte sólo puede consolarnos saber que si los muertos se desdibujan con el tiempo de aquí hasta borrarse, con nuestro amigo esto sucederá con gran paciencia, porque acercarse a su poesía será volver a recobrar, con sus palabras, su viva persona. A Jaime se le va a retrasar mucho su muerte definitiva», concluyó en ABC Brines. Y cuánta razón llevaba… pues aún, 20 años después, vive entre nosotros.
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